jueves, 29 de diciembre de 2011

En el limbo de los sentimientos

En el borde de la nada, entre el cielo y el infierno, las ideas vuelan alrededor sin dejarse atrapar. La inspiración está de vacaciones, se las ha tomado sin decirme cuándo volverá, siquiera si piensa hacerlo. Estoy agotada de forzar las ideas, de mirar a cualquier parte y no ver nada más que un espacio desierto. Me tomaré un descanso. Escribiré para mí sola pues ahora me encuentro en el limbo de los sentimientos. Me quedaré con Bécquer, vagando sin rumbo fijo en ese espacio misterioso entre la vigilia y el sueño hasta que vengan a despertarme diciendo «te quiero».

(RIMA LXXI, de Gustavo Adolfo Bécquer)

miércoles, 28 de diciembre de 2011

La palabra adecuada

Puedes encontrar más de 100000 palabras en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, eso sin contar derivados y demás. Pero, ¿cómo hallar la secuencia concreta, la que responda a todos los gustos? Te lo digo: no la hay.
Escriba lo que escriba habrá a quién le parezca triste, aburrido, sin sentido o quizá todo lo contrario. Acomodarse a todos los públicos es complicado, ¿cuál es el tema más neutro, aquel del que todos hablan? Para niños, adultos y ancianos, déjame pensar... Lo único que puede arrancar unas carcajadas sería el clásico «caca-culo-pedo-pis», y el que piense lo contrario que lo diga. Pero tendrás a aquellos a los que ni eso les parezca correcto.
Descartemos el tema del amor ―por aquello de ponerse moñas―, el de la muerte (no se vayan a pensar que voy a suicidarme), la tristeza está muy manida, tanto como el silencio y el vacío, ¿y la alegría? ¿Qué escribo, un monólogo y nos reímos todos? Seguro que alguien se ofende con alguno de mis chistes.
Así que casi mejor guardo silencio hasta que propongas un tema concreto, sé mi muso exigente, pide por esa boca, a ver si tienes suerte y das con la palabra adecuada.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Supervivencia

Otra vez sentimientos en el tintero.
A pesar de negarme a reconocerlo,
A pesar del frío del largo invierno,
Han surgido como primavera en flor.

Han regresado las mariposas
A revolver mi vientre dormido
Despertando de nuevo la inspiración.
Tanto es el tiempo perdido...

No hablaré más del silencio,
Del vacío o la obscuridad.
Ahora solo quiero tu risa dibujada,
Todo lo que dices y lo que callas.

Seremos la luz serena y dulce,
Habitantes de un futuro incierto
Caminando a la par sin perdernos
Una sola palabra, una sola mirada.

Mientras siga habiendo amor
Juro que sobrevivirá mi poesía.

sábado, 24 de diciembre de 2011

La cara oculta de la Luna

Me pediste la Luna y me quedé sin palabras, ¿cómo hacerte similar ofrenda? Consulté con astrónomos sobre su movimiento, y a físicos sobre la gravedad del evento, pero ninguno me dio la solución al problema. Después de mucho pensarlo he decidido que la próxima vez que te vea esperaremos juntos la noche, pero no una noche cualquiera, la primera de luna llena. Cuando esté en lo más alto la miraré fijamente hasta memorizar cada orilla de su Mar de la Tranquilidad, entonces cerraré mis ojos capturando la imagen y dejaré que beses suavemente mis párpados para entregarte su cara oculta.


Me niego a escribir un cuento navideño

No, me niego. Nos negamos mis palabras y yo. La Navidad es para quien la celebra; ellas prefieres dedicarse a otros menesteres y yo ya perdí la ilusión. Me falta gente, me faltan ganas, me falta la Navidad simplemente.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Hambre de cariño

Cuánto silencio, cuánto vacío.
Mirar hacia fuera en invierno
Es conocer mi interior:
Marchito, yermo y frío.

Los días pasan insondables.
Mi esperanza es la mar infinita
Excitada en olas albinas,
Profunda y negra de arte.

¿Me acostumbraré a morir en vida,
A las noches de insomnio?
Me anclaría al cálido otoño,
Al cobrizo de sus hojas caídas.

Tan difícil la palabra, la sonrisa.
Querer sin querer estar sin estar.
En la espera traicionera
Que susurra a voces la brisa.

Solo el sueño infranqueable,
El que siempre evita la paz.
Dejemos de ser quienes somos
Para no pasar más hambre.

martes, 20 de diciembre de 2011

A mis palabras

Qué extraña sensación... Mis palabras han enmudecido, parecen indecisas, no saben en qué orden salir. Es la primera vez en mucho tiempo que no sé qué ni cómo decir lo que siento. He intentado forzarlas en prosa y en verso, pero cada vez que quiero echar mano de ellas, huyen de mi boca. Es algo inusitado, estaba acostumbrada al revuelo y al desorden, ahora perecen haberse aliado con el silencio.
Para vosotras este post pues sois mis mejores aliadas; os debo el reconocimiento y muchos sentimientos compartidos. Así que, queridas mías, no tardéis en decidiros, necesito vuestra guía, vuestro consuelo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Muda

¿Dónde estáis palabras? Siempre deseando salir de mi boca y ahora os escondéis obligándome al silencio... Caprichosas, me mantenéis muda.

La larga espera

Lo supo desde el primer instante, dudaba de si tendría otra oportunidad. No creía en la suerte ni en el destino, solo en la gente y en sus intenciones, y ahora creía en él pero le seguía faltando fe en ella misma. Algo le impulsó a tomar la decisión, quizá el miedo, quizá la esperanza, pero, como siempre, le fallaron las palabras... Se quedó en silencio, muda, solo supo decir «te quiero» con un abrazo intenso, rozando sus mejillas, acompasando los latidos al ritmo de un ligero contoneo. Al final, él le susurró al oído: «¿Por qué has tardado tanto?»

Tu corazón es mío

Te vas y me dejas sin palabras, sin letras en el tintero, sin más que decir. Vuelvo al silencio, a tu ausencia que es mi vida hasta el instante en el que te reencuentro.
… ¿Dónde has estado todo este tiempo, dime?
… ¿Qué harás el resto de mi vida?
Decirte que eres, en definitiva, lo que esperaba encontrar, y ahora que (no sé si) te tengo, siento un horrible miedo. Experta en declaración de intenciones, te diré que seguiré a tu lado, no tengo nada que perder ¿Harás tú lo mismo? Dejo mi corazón en tus manos, es tuyo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

sábado, 17 de diciembre de 2011

Volvamos a estar vivos

¿Qué tal si dejamos a los muertos de lado
Y volvemos a estar vivos?
Si retomamos los sentimientos olvidados
En un mismo rumbo fijo.

Despertemos todos los sentidos,
Utilicemos todas las palabras del diccionario,
Gritemos a los cuatro vientos por capricho
Agitemos los instintos primarios.

Esta noche yo soy tuya y tú eres mío.

viernes, 16 de diciembre de 2011

De tu voz...



Hoy me han hecho un regalo muy especial... Eternamente agradecida a Clarisa Leal; siempre la llevaré en mi corazón.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Borrando nuestro recuerdo

No, que no digan que no supimos amarnos, se equivocarían siempre. Dejemos que mientan, que digan lo que quieran, pero que no nieguen que hubo algo grande entre los dos pues quisimos alcanzar el cielo en nuestra particular torre de Babel construida con cariños. Mas, como en el Génesis, acabamos destruyendo todo aquello con los silencios, confundiendo nuestros caminos y alejándonos sin remedio.
No, no permitamos que borren nuestro recuerdo. No olvidemos nuestra capacidad de amar aunque el destino nos lleve a otros. El pasado es nuestra historia y los recuerdos el legado.
Que no digan que no nos amamos...

sábado, 10 de diciembre de 2011

Poemas en flor

Déjame ser tu voz,
Engañemos al silencio.
Dejemos que fluyan las palabras
En prosa o en verso.

No importa el tema, motivo u oración.
Rompamos las cadenas que nos atan
A la página en blanco,
A la tinta seca y al borrador.

Déjame ser tu voz
Tantas veces como nos haga falta.
Déjame amarrarme a tu garganta
En trueno aterrador.

Acabemos con esta paz incauta
Que nos separó en dos.
Volvamos a la unidad tan ansiada
Que no quiero morir sin dicción

Déjame ser tu voz
Y gritemos a los cuatro vientos
Quienes somos tú y yo:
Poemas en flor.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Inspiración, expiración

¿Qué haría yo sin ti?
Sin tu ausencia, sin tu silencio, sin tus palabras huecas,
Sin esa sonrisa atorada y esos ojos muertos de sueño.
¿Me quedaría sin inspiración,
Sin motivo por el que escribir?
¿O quizá no?
Mi inspiración viene con lo más inesperado.
Verás...
Empiezo a no echarte de menos, tampoco te echo de más.
Es solo que la vida continúa contigo o sin ti.
Lo siento, querido, eres prescindible,
Aunque seguirás siendo blanco de mis versos,
Quizá algún personaje en mis cuentos.
Quién sabe.
Ahora sé lo que haría sin ti:
Lo mismo que contigo:
Inspirarme, expirarte.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Tras la tormenta llega la calma

Aún recuerda cuando la tristeza era una opción y no una constante en su vida, cuando aún tenía fe en que tras la tormenta llegaría la calma. Lo recuerda con nostalgia, con la sensación de haber perdido la capacidad de levantarse de nuevo a pesar del esfuerzo. Sabe que nada volverá a ser igual, que el futuro se presenta tintado en un color desconocido. No sabe de mezclas, jamás se le dio bien elegir el tono adecuado para nada que tuviera ver con ella misma.
Ahora, sentada frente al ordenador, solo lee. Repasa todos sus escritos intentando rememorar la sensación de tibieza, pero no lo logra. «¿Cuándo me perdí?», se pregunta una y otra vez intentando hallar la respuesta que no llega. Se detiene ante una lectura inesperada, unas palabras que no le pertenecen, una dedicatoria antigua que pasó por alto en su día.

«Adoro todas y cada una de tus palabras. Si tus sentimientos son sinceros, déjame que tome tus manos para siempre.»

No sabe quién escribió aquello. El enlace del autor lleva a una página caducada y hacer la búsqueda por el pseudónimo es imposible. Mira la fecha: 8 de octubre de 2009. Han pasado más de dos años. Sabe que se agarraría a un clavo ardiendo si ello supone su salvación, y a la vez siente una mezcla entre curiosidad y miedo. «Jamás sabré quién fue». Se rinde y vuelve a la lectura de sus post.
Después de tantos años escribiendo, el tiempo pasa despacio mientras en cada cuento, en cada verso, trae a su memoria cada sentimiento sobrevivido: el amor, el desamor, la muerte de un ser querido, la esperanza, la decepción... y otra vez el amor, y con él, otra vez el desamor.
Se detiene de nuevo, le resulta duro masticar de nuevo esa sensación amarga. Abre otra pestaña en su navegador y revisa el correo; tiene un nuevo comentario en su última publicación. Justo en ese momento llaman al teléfono. Es su primera conversación del día, rozando las once de la noche; su madre, preocupada, le pregunta cómo está, si quiere que vaya a verla... «Mamá, solo he cogido frío, debo estar incubando algo. No te preocupes, ya está aquí mi minino para hacerme compañía. Mañana voy a verte sin falta. Te quiero, lo sabes, ¿verdad?» Odia mentirle, ojalá tuviera el valor suficiente para decirle que está cansada de esperar, de que todos los días sean iguales y de acabar cada jornada más triste que la anterior; pero no puede. Para ella fabrica su mejor sonrisa.
Antes de volver al ordenador, se prepara un café caliente y un par de galletas, su cena más frecuente. La noche será tan larga como el día, dormir lo hace solo por aburrimiento, apenas tiene sueño, apenas tiene sueños. Cuando se reincorpora a la red, recuerda el comentario pendiente y lee.

«Sigo adorando todas y cada una de tus palabras. Sé que tus sentimientos son sinceros, estoy seguro de ello. Déjame pues que tome tus manos para siempre.»

Yesterday


De volver al silencio me encuentro cansada,
Derrotada en las mil mareas en las que nado
Con la espalda dolida por el peso que cargo.
Y a pesar de todo eso, no me queda nada.

De encontrarme otra vez con ella, mi sombra,
Enraizada a la cordura que perdí con el tiempo,
Se burlan de mi locura golpeando contra el viento
Todo lo que siento y, sin querer, vomito por mi boca.

¡Alejáos, insensatos, no merezco vuestra ayuda!
Dejadme morir en paz reviviendo mi pasado,
Aquel tan lejano que apenas he llorado
Cuando era feliz, el de la infancia huesuda.

Reflexiones de última hora

«Solo necesito tiempo...» Le he dicho a mi tocaya totalmente convencida. Ojalá hubiera sido capaz de confesar que mi lista de necesidades es interminable, pero no puedo. Me resisto a negociar la felicidad conmigo misma, pero lo sigo haciendo. En este trance de indeterminada paciencia llevo más de tres meses, y aunque me he recuperado en algunos aspectos, sigo atrapada en muchos otros.
A pesar de la seguridad que ahora me domina, sigo arrepintiéndome en pequeñas dosis de palabras no dichas, de actos contenidos y deseos impronunciables. ¿Se puede continuar una vida anclada a esos defectos? Segura estoy de que el camino no es fácil, que todavía tengo mucho por descubrir.
Un buen amigo me decía el otro día lo que me queda por aguantar... Ni imaginarlo quiero, pero me siento preparada para hacerle frente a todo lo que venga porque de todo lo que compartimos el otro día en la comida, dijo algo más que me llegó al alma. Me describió en una palabra: «fiel». Fiel a mí misma, a mi gente, a mis ideas y valores, incluso a mis contradicciones. Casi me avergoncé, pero se lo agradezco.
Ahora, rozando la una de la madrugada y después de un día agotador, entre risas y caminata, no puedo evitar repasar en global mi vida. Y a pesar de los cambios a mejor, creo que sigo retenida por mis miedos. Con mis niñas dormidas, todas en el sofá-cama, la mochila en la cocina y el paquete de tabaco vacío, creo que mejor me voy a dormir, no quiero pensar más, ni en lo ínfimo ni en lo eterno. Me entregaré a los brazos de Morfeo que, de momento, es el único varón con el que comparto mi cama.

Por orden de llegada...

Por mi hermana y mi amiga,
los policías con los que compartimos el riego,
porque la vida es bella,
la Gran Vía, ida y vuelta, vuelta e ida,
los amigos reencontrados,
el restaurante cerrado,
por el abierto y su tarta de zanahoria,
mi déjà vu,
el Parque del Retiro y su Palacio de Cristal,
los recuerdos imborrables,
todas las risas compartidas,
para el malqueda y los dejados en el tintero,
por el/lo que pudo ser y no fue,
las despedidas,
las horas de tren,
el placer de volver a casa,
y mis niñas...

Por todo eso, ¡me voy a la cama!

martes, 6 de diciembre de 2011

Los cuatro elementos

Soñó que era fuego, caliente y seco,
Amando con pasión a Prometeo.
En rojo ardiente de perdidos deseos
Y silencios encondidos.

Soñó que era tierra, seca y fría,
Creció en melancolía de adversidades
Amamantando a quien dio luz
De alma yerma y marchita.

Soñó que era agua, fría y húmeda
Y se dejó llevar por las mareas
Víctima de las emociones en superficie
Ocultando de invierno su feminidad.

Soñó que era aire, húmedo y caliente,
Sangre viscosa en sustancia pura,
Inspirando la muerte, expirando la vida.
Bebiendo los vientos por Eros.

En la indecisión de los elementos decidió ser Vida.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Vida por vida

Aquel invierno había empezado antes de lo esperado. El otoño duró lo que un suspiro dejando paso al frío, a la noche temprana y el brasero de la mesa camilla. Elena se había trasladado hacía poco a la casa de su abuela. La vivienda, pendiente de muchos arreglos, tenía un patio en la parte trasera al que apenas salía; su suelo, vencido por el tiempo, necesitaba un repaso y con el hielo se hacía especialmente peligroso.
Por las noches miraba por la ventana de su dormitorio helado, cubierta por un mar de mantas gruesas. Deseaba que su destino fuera otro, pero el paro y las deudas con el banco, la habían obligado a volver al pueblo. Vivía aquella casa como su vergüenza última, se sentía igual: achacosa y desvencijada, haciendo un esfuerzo por sobrevivir. Dejaba pasar los días entre los quehaceres de la casa sin hacer un solo ruido, ni radio ni televisión. No leía ni escribía, apenas encendía luces y tampoco salía a hacer la compra, prefería que se la trajeran a casa con tal de no hablar con nadie, ―«Olvidaré mi voz», se decía―; tampoco cantaba, como solía hacerlo cuando era joven. Sus únicos compañeros de fatigas eran los crujidos constantes de las vigas que se quejaban de la humedad.
Una tarde, poco después del café, oyó un ruido fuera. Se asomó al patio, pero no vio nada. De vuelta a la cocina volvió a escuchar como si alguien rascara la puerta trasera. Dudó que fuera un ladrón, qué se iban a llevar si solo tenía miseria. Ante la insistente llamada, dedició abrir la puerta de madera no sin esfuerzo pues estaba hinchada tras la última nevada. Frente a ella, tiritando de frío, había un gatito negro. Ambos se quedaron un rato quietos mirándose. El felino no se atrevió a dar un paso y ella no supo cómo reaccionar. No quería compañía, apenas tenía para mantenerse ella sola, pero el estado del animal, desnutrido y canijo, conmovió su corazón. Con la puerta aún abierta, pasó al aseo a buscar una toalla con la que recogió al pequeño entre sus brazos. Lo secó con cuidado, repasando su frágil cuerpo para asegurarse de que no viniera acompañado. El gatito se quedó dormido con tanto mimo. Cuando empezó a ronronear, Elena dejó escapar la primera sonrisa después de mucho tiempo.
Cuando llegó la primavera todo en aquella casa había cambiado: La mujer había recuperado las ganas de vivir, de hacer cosas, había encontrado trabajo y reformado el tejado para acallar sus protestas; soló el suelo del patio y colocó allí una sombrilla y una mecedora con unos cojines cómodos donde ella y Vida, su gato negro, se echaban la siesta a diario.
La gente pensó que aquel cambio se debía a que Elena se habría hecho novia con algún muchacho del pueblo; pero no, solo ella sabía que el amor incondicional que su gato le entregaba a cambio de haberle salvado la vida era lo que había salvado la suya.

sábado, 3 de diciembre de 2011

En sonrisa constante

Soy en sonrisa constante. No recordaba que ser feliz fuera tan fácil. Ahora todo me resulta agradable y lo que me molesta, lo obvio y a otra cosa. Los primeros meses de cambio fueron complicados, se me juntó demasiado, pero ahora, simplificando, todo toma un aire nuevo. He de reconocer que de entre todos mis sueños mantengo solo uno, pero lo guardaré en secreto, de momento.
Me gustaría contagiarte de esto que me empuja a caminar hacia delante sin miedos ni apreturas, sin pensar en el pasado ni las consecuencias. Cuando al fin nos amemos, querido mío, lo haremos sin medida.

Soñar de tu recuerdo

Quiero olvidarte y no puedo,
Tendría que olvidarme de mí primero.
El amor tiene estas cosas,
Va y viene haciendo renacer la llama,
Abriendo las heridas de nuevo.

Quisiera ser mariposa
Ligera en la nebulosa.
Escapar del sentimiento
Que ahora me tiene atrapada
Marchitando entre las rosas.

Quisiera que me llevase el viento,
Olvidar cada momento
Que nos unió para siempre.
Pero tengo un ala rota,
No puedo levantar el vuelo.

Quedaré dormida en tu regazo
Sin dar un ruido siquiera.
No te molestaré jamás,
No percibirás mi presencia.
Seré invisible ante tus ojos.

Solo déjame soñar de tu recuerdo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

4 minutos



Podía haber cumplido con cualquiera de sus tareas diarias, pero aquella mañana decidió salir a pasear de nuevo; a pesar del frío, el día había amanecido claro y soleado. Se calzó las zapatillas de deporte y cogió el reproductor de música. Con el volumen bien alto para aislarse de los ruidos de la calle, salió sin dirección concreta. Anduvo un buen rato hasta terminar en su sitio favorito: el parque; le encantaba disfrutar de las risas de los niños jugando en los columpios, pero a esas horas y un martes no se cruzó con ningún pequeño. En la zona del fondo aún permanecía la antigua pista de patinaje, rodeada de árboles, casi oculta, y poblada por hierbajos. Como en cada escapada matutina, miró en todas direcciones, ―no vio a nadie―, y pasando por debajo de la baranda accedió al cemento pintado en rojo teja. Se entretuvo un momento buscando en el aparato una canción concreta, nunca sabremos lo que escuchó (ni siquiera yo).
Cuando la música empezó a sonar, comenzó a contonearse lentamente, con los ojos cerrados. Allí, escondida entre las sombras de los pinos, estaban ella, la melodía y su improvisada pista de baile. Sus hombros contagiaron el ritmo a sus brazos y levantándolos despacio, inició una coreografía para la que no había espectador. Sus movimientos suaves, su sonrisa tibia y la punta de sus dedos dibujando lazos invisibles, marcaron el inicio de unos pasos tímidos que poco a poco la convirtieron en la dueña de aquel espacio. Desde el centro de la superficie fue desplazándose hasta cada rincón, regalando con sus manos todo lo que la letra le inspiraba. Durante cuatro minutos no hubo nada más en el mundo...
En el silencio que daba paso a la siguiente pista de audio, se detuvo en seco y abrió los ojos volviendo a la realidad. Comprobó de nuevo que no hubiera nadie cerca; se moriría de vergüenza si alguien la viera. Nadie, de nuevo esa soledad que tanto la consolaba. Salió del recinto sin mirar atrás y volvió a casa con cierta prisa; se acercaba la hora de comer y aún tenía que hacer la compra.
Por la tarde, cuando salía hacia la clase de piano, coincidió en el ascensor con un muchacho. Ella, tímida, como siempre, le sonrió y volvió a perder la mirada en los botones de cada planta. Él, que ya la conocía de vista, se atrevió a iniciar la conversación. No hablaron del tiempo ni de la crisis; el muchacho simplemente sacó de su mochila el mp3, activó el minúsculo altavoz y dejó que sonara «No ordinary love», de Sade.
―¿Son tus cuatro minutos? ―Preguntó sin rodeos.
Ella se quedó cortada, no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran, no sabía qué decir, solo que la próxima vez que fuera a bailar al parque ―si se atrevía― debía comprobar mejor los alrededores.
―Yo... ―No encontraba las palabras adecuadas.
―No te preocupes, guardaré tu secreto. A cambio, concédeme un baile.

Por los cerros de Úbeda

Saturnino Compostizo, natural de La Alameda, siempre quiso ser escritor. Sus padres, de campo de toda la vida, vieron poco productivo que el niño dedicara su infancia a los libros en lugar de jugar o ayudar en casa. Ser el pequeño de siete hermanos y su naturaleza enclenque le libraron de las tareas más pesadas pudiendo dedicar casi todo su tiempo a lo que más le gustaba: las palabras.
Con los años, el muchacho se atrevió por fin a escribir de su puño y letra. Comenzó, como todos, plasmando en ridículas poesías sus desengaños amorosos; por suerte no fueron muchos dado que Satur, como solían llamarlo en el pueblo, era poco agraciado. Sabiendo que lo tendría complicado en el plano personal, decidió pasar a temas más profundos. Las ovejas y la labranza poco le inspiraron, a pesar de ello consiguió reunir en un poemario más de mil versos. Se esforzó mucho, pero el talento no era algo que, a primera vista, había heredado.
Convenció a sus padres para que le dejaran marchar a la capital a estudiar una carrera. Después de casi una década, en la que su esfuerzo principal fue integrarse con sus compañeros, Saturnino se graduó en Hispánicas. Contaba ya alguno más de treinta y sentía un ansia terrible por empezar a escribir a nivel profesional. Volvió a su tierra con la intención de encerrarse en su cuarto y narrar todo aquello que le viniera a la cabeza, pero a los pocos días, con solo un par de folios escritos y el resto del paquete en la papelera, Saturnino empezó a desesperar. Sus padres, ya mayores, se preocuparon por su hijo, todo hombre, sin familia propia ni ingresos. «Soy un escritor maldito», les decía... Escribió prosa y poesía, cuentos y alguna novela, todo lo mandaba a concursos literarios, pero nunca consiguió ningún premio importante, ni siquiera una mención; a pesar de su fracaso nunca se rindió.
Cuando poco le quedaba en la vida, decidió actualizarse y comprar un ordenador, por fin había llegado la era de Internet a su casa, y si antes salía poco, entonces menos. Algo que tampoco ayudó fue su enfermedad: cáncer de estómago. Poco a poco se fue encerrando en sí mismo, concentrándose en su dolor y, a pesar de resultarle bastante inspirador, jamás escribió ni una sola queja acerca de su suerte. Un amigo suyo le recomendó consumir marihuana para controlar las molestias. Saturnino pensó que nunca había probado el sexo ni el alcohol, pero no era tarde para las drogas.
Al primer porro, pues conocía otro medio, las palabras empezaron a fluir con una intensidad desmesurada. Él, que no acertaba a coger el bolígrafo, quiso apuntarlas todas, pero se le escapaban. Fue entonces cuando se dio cuenta de que solo bajo el efecto de la droga conseguía por fin escribir algo de calidad. Su última novela «Por los cerros de Úbeda» recibió los máximos galardones de este año, pero Satur no llegó a disfrutar de las mieles del éxito; murió de sobredosis.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Rojo

Se me olvidó que soy rojo,
Puro y brillante desde el origen,
Honesta en composición,
Cálida en sentimientos,
En pasión ardiente y desbordada
Imperceptible al ojo humano.

Soy rojo carmesí
En transparencia de mi corazón.
Soy bermellón
En la naturaleza de mis palabras.
Soy encarnado
Cuando las heridas no cierran.
Soy púrpura
Cual soldado de terracota.
Soy en rufo
Tras la oxidación de mi alma.
Cereza, guinda o frambuesa
Según te apetezca.

Fortaleza Roja como la Alhambra,
Sangre derramada por los héroes
Tintando la historia.
Incandescente, impetuosa,
Ígnea como el sol.
Escondida tras una faz
De inocente y virtuoso blanco.