Su boca, dientes de ajo, despiden el hedor de la miseria al hablar. Sus palabras atraviesan mis oídos como pequeños alfileres retorciéndose en mis conductos auditivos. Y trato de tragarlas... Metal empobrecido llega hasta mi estómago. Me espera una larga digestión.
1 comentario:
Hola profe me quedo por tu casa, duras las palabras , debe ser un interlocutror poco agradable en compañía. Abrazos
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