miércoles, 25 de julio de 2007

Despedidas

Como un rayo,
atravesaste mi alma y la partiste en dos.
Ahora, camino despacio para no perder nada de mí,
consciente de que cualquier paso en falso
supondrá el olvido.
Me torné en azules,
frío cristal el que ahora envuelve mis días.
Torpe, trato de recordar sonrisas,
pero el hielo me impide moverme
sin saberme herida.
Ya no calienta suficiente tu cariño,
algo se ha perdido entre los dos.
Y es que hay despedidas
en las que no hace falta un adiós.

Piedra

Hace tiempo alguien me dijo que en lugar de latir fuerte un corazón en mi pecho, yacía una piedra inerte en su lugar...

Ahora, ahora sí. Ahora quisiera ser piedra. Quisiera no sentir, no ser nada. Pasar desapercibida; no quiero ser piedra preciosa ni adorno de salón, sólo una piedra cualquiera.
Quiero sentir ese extraño placer del que provoca dolor sin conciencia, convertirme en arma arrojadiza, lanzarme a tus pies para que tropieces, ―no importa si lo haces siempre en mí―.
Dejar que me mezcan las suaves olas, o que el río me lleve donde a él le apetezca.
Quisiera engarzarme a otras piedras y formar caminos infinitos que te lleven donde quieras, pasar a formar parte de un todo sin ser nada más que una insignificante pieza del puzzle.