martes, 29 de junio de 2010

Qué seré de mayor




La niña seguía pensando en la pregunta que un rato antes le había formulado su madre: «¿Qué quieres ser de mayor?». Paseaba pensativa acariciando las flores y haciéndose preguntas en alto, suponiendo cómo sería ser veterinaria o maestra... Después de un rato sentada a la sombra de un gran árbol, la niña se levantó y echó a correr hacia el porche donde su madre tejía.
―Mamá, ya sé lo que quiero ser de mayor, ―dijo la niña llena de emoción mientras se apoyaba en las rodillas de la mujer.
―Sorpréndeme.
―Quiero ser palabra ―dijo firmemente la pequeña.
―¿Palabra? Eso no es una profesión.
―Sí, definiré cada acto, cada acción que las personas lleven a cabo y mi voz se oirá en todo el mundo. Llevaré la palabra «paz» a lo más alto y «respeto» a su pleno significado.
―Pero, cariño... ―la madre acaricia la barbilla de su hija y dirige su mirada hacia ella―, no se puede ser palabra.
La niña se separa por un momento, medio enfurruñada y a modo de reto le dice «ponme a prueba». La mujer duda un momento mientras busca algún ejemplo que descuadre a la futura profesional del léxico.
―Bien, veamos, ¿cómo sería «beso»?
La niña sonríe, se acerca a su madre y le da un beso en cada mejilla.
―Veo que controlas el tema, ―dice la madre mientras le dedica una sonrisa pícara―, probemos con otra... ¿Y «abrazo»?
―Jo, mamá, me las pones muy fáciles, búscame algo más difícil.
―Bueno, mientras se me ocurre algo, ven y dame ese abrazo.
La niña se acerca a su madre y ambas se funden en un momento de esos a los que acompaña un somero contoneo al ritmo de sus latidos.
―Dime, futura «palabra», ¿cómo definirías este cariño que acabamos de darnos en silencio?
La niña titubea, son demasiados sentimientos para englobarlos en un solo término.
―No puedo mamá, no hay única palabra que defina todo lo que te quiero. ―Sonríe mientras se sienta sobre las rodillas de su madre―, creo que seré «silencio», así podré decir mucho más sin tener que emitir un solo sonido.

Mi muerte, su salvación

Se ha acabado la tormenta de tormentas
dejando paso al silencios de silencios.
Suena el eco de los recuerdos y
las palabras «bien-sonantes»
se empeñan en ser tinta de teclado.
Pero no puedo...
Hoy solo siento rabia e impotencia
por eso dejo sitio a todos los desalmados...
Entrad, malditos, entrad todos en mis sueños
y en el culmen de vuestros pecados
pondré fin a mi vida para llevaros.
Y después...
Solo habrá paz para los que fueron maltratados,
obligados a la inmundicia y la tristeza.
Volverán a anidar en nuestro pecho
y declararnos su lealtad incondicional.
Ellos, los de siempre, los olvidados
unirán su canto de sirena al unísono
para recordarnos que están ahí antes que nosotros,
que merecen todo nuestro respeto.
Sí, mi muerte será su salvación
porque limpiaré el mundo de odio,
me llevaré todos los malos sentimientos.

martes, 22 de junio de 2010

El sonido de mi voz

Anclada en el silencio, tras varios días encerrada entre mis cuatro paredes, mi voz ha decidido mudarse. Se ha rebelado porque desoí sus quejas, hice oídos sordos a sus lamentos, utilicé mi armadura ante sus gritos hasta que prácticamente la anulé. Se ha cansado de su soledad y de la mía, ha cogido su maleta, repleta de las palabras aún no dichas, y se ha ido sin avisar...
Soy la única responsable de haber silenciado mis sentimientos y ahora temo que también decidan marcharse. Dejaré de sentir, de ser quien soy. Y podría pasar, porqué no, que mis ojos, por temor a descubrir esa cruel realidad, se apagaran para siempre sumiéndome definitivamente en la obscuridad.
Debo poner remedio a la tormenta, debo encontrar las sonrisas que antaño decían tanto de mí. Debo volver a pintarme de colores y barrer bajo la alfombra este cúmulo de siniestras tentaciones. Hay un futuro, no muy lejano, donde mi voz se levantará orgullosa sobre el resto para gritarle al mundo: aquí estoy yo.
Lo que me preocupa, ciertamente, es que no sé es ni la reconoceré cuando la encuentre :-/

miércoles, 16 de junio de 2010

Como un mal sueño

Tengo dos miradas que ofrecerte. La que no dice dice nada, que está cansada de sobrevivir a este recuerdo, y la que lo da todo sin esperar más que tu sonrisa a cambio.
Y cuando te vas prefiero cerrar los ojos para no enfrentarme a la indecisión, al miedo de no controlar lo que mis ojos puedan decir... o no decir. Así que, anclada en el silencio, ahora he decidido abrazar la oscuridad y esperar a que todo pase, como un mal sueño.

Despedidas

¿Sabes? He inventado una nueva despedida. Esta vez no llorábamos ninguno de los dos, no había tristeza porque el amor es más grande que la distancia... Y aún sabedora de esta abrumadora verdad, ni la más ingeniosa de mis ideas, ni el más lírico de mis escritos han conseguido engañar a mi corazón: las despedidas son tristes las pintes como las pintes.

Dime

De todos los silencios espero con sensación agridulce aquellos que ya conozco, que ya saboreamos tristemente tantas veces. Espero con quietud porque llegarán irremediablemente a cubrir de nuevo con su manta caliente las noches y a ocultar las sombras de día convirtiéndonos en personajes planos de mirada perdida.
Y vosotros, los que respiráis por costumbre, por rutina, seguiréis siendo del mismo color, mientras, yo, desdibujándome de nuevo, lucharé por cada bocanada de aire.
Vivo en la incertidumbre, rodeada de vacío, dejando que la distancia crezca aún contigo a mi lado.
Qué será de mí, dime.

domingo, 6 de junio de 2010

Cambio de color

No entiendo porqué nos empeñamos en vestir a la parca de negro cuando el final del trayecto es claro, cuando el último suspiro se escribe en blanco, el color de la paz.
Somos nosotros, los vivos, los que disfrazamos de tristeza las despedidas, los que nos ataviamos de oscuro y lloramos salado a nuestro seres queridos, los que ya nunca volverán a sentarse a nuestra mesa ni a compartir nuestro pan.
Insistimos una y otra vez en nublar esos días en los que ya no volveremos a verlos, y guardamos silencio en su memoria cuando hay muchas cosas hermosas que recordar. Deberíamos redecorar las funerarias, iluminar bien los tanatorios y cambiarnos de color, vestir sonrisas y compartir con todos los momentos que disfrutamos en vida. Nada de frías lápidas de mármol, porqué no usar pizarra para que cualquier día del año pudiéramos escribir con una tiza aquello que queramos, cambiar el epitafio en cada visita...
La muerte no debería ser algo sombrío sino hermoso.

jueves, 3 de junio de 2010

miércoles, 2 de junio de 2010

Conversación a la luz de la luna


Anoche no podía dormir, hacía mucho calor.
Me senté frente a la ventana de mi dormitorio y levanté la persiana. A las cuatro y media de la madrugada la única luz que había era la de una luna llena que aún asomaba, casi tímida. Me acerqué con la vana esperanza de que correría algo de aire, pero solo había calor en el ambiente, así que volví de nuevo a mi asiento.
Hubiera querido pronunciar algún sortilegio que me hiciera caer en un sueño profundo, pero nunca he creído en la magia. Pensé en tomar algún brebaje, alguna infusión, pero a quién le apetece un caldo caliente con esta temperatura...
Miré el reloj casi desesperada pensando en lo lento que pasa el tiempo hasta que llega la hora de levantarse, pero «¿y si me levanto ya y me voy a trabajar?». ¿A dónde iba a ir a esas horas? Empezaba a desanimarme más aún, ya no sabía cómo colocarme, ninguna postura propiciaba el sueño. Entonces oí a mi Gris llamando a la puerta. Ella no suele pedir permiso para entrar, siempre llama a la puerta y espera en silencio a que le abramos. Y allí estaba, la sentía al otro lado de la puerta pidiéndome con una voz suave, casi susurrando, que la dejara entrar.
Le abrí y entró. No sé qué pasó, pero cuando se tendió a mi lado, justo sobre el reflejo lunar, comenzó a hablar con una fluidez pasmosa... Habrá a quien esto no le sorprenda, pero ¿qué pensarías si tu gata te mira a los ojos y te pregunta con toda claridad qué te pasa? Imaginad mi cara de asombro. Ella me miró fijamente y me volvió a preguntar: «¿Qué, qué pasa?».
No me froté los ojos, no me hacía falta aclarar nada, ni la mente, me pellizqué para asegurarme de que no dormía.
―¿Qué te ocurre que estás inquieta? Te he sentido de levantarte desde el sofá del comedor. ―Me dijo tranquilamente y cuando acabó, mientras esperaba mi respuesta, empezó a acicalarse el pelaje.
―No sé mi niña, que no me duermo, este calor... ―respondí sin mirarle simulando naturalidad.
―Oye, tranquila, tiéndete que yo velaré tus sueños...
Me volví a mi sitio, en el lado derecho del colchón; ella se acercó con cuidado y empezó a ronronearme suavemente al oído. Ya no recibía el influjo de la luna, supongo que por eso no volvió a dirigirme la palabra, aunque en su intenso consuelo percibí todas las palabras de cariño que se sabe...