martes, 28 de junio de 2011

Amarnos en silencio



―Dime, mi niña, ¿qué palabras describen tus silencios?

―Miradas pícaras, sonrisas dulces, caricias que despiertan tus sentidos y aumentan la temperatura de tu cuerpo.

―Interesante plática.

―Y las tuyas, ¿qué misterios esconden?

―Mis vocablos, quedos... Responden a gritos, deseosos de tus palabras, con besos indiscretos que recorren tu anatomía, con abrazos interminables y al final, sueño con tu cuerpo, silueta dibujada en mi cama.

―Quizá, querido, deberíamos tener una cita y concretar ciertos aspectos de este mutismo.

―Sí, estoy de acuerdo. Deberíamos mantener una larga y profunda conversación.

―Ssssssss, no más palabras.

domingo, 26 de junio de 2011

Reivindicaciones felinas


Mi nombre es Java, soy una gata, pero no por eso carezco de sentimientos y mucho menos de calor. Desde que empezó el verano, concretamente esta ola de ardor, mi compañera Gris y yo iniciamos una campaña para llamar la atención acerca de lo mal adaptado que está nuestro hogar a esta situación. Reivindicamos nuestro derecho a dormitar sobre un suelo fresquito, independientemente del sitio y la hora.

La primera medida la emprendimos conjuntamente. Cuando nuestros dueños pasaban cerca de nosotras, Gris y yo empezábamos a emitir sonidos extraños, maullidos alargados como quejas interminables, pero estos humanos no saben reconocer un lamento ni aunque se lo pintes. Su reacción: cogernos en brazos y hacernos mimitos mientras coreaban a la vez: «Mi gatita, qué liiiiinda».

No funcionó. Además Gris decidió abandonar, según ella no soporta hacer el ridículo de esa manera. Pero yo permanecí fuerte y decidí tomar una aptitud algo más radical. Hace un par de sábados, justo cuando mi humana pasaba delante de mí, me arrojé al suelo y estiré las cuatro patas hacia el cielo... Vale, igual exageré un poco. Y claro, la reacción tampoco fue la esperada: mi madre me cogió entre sus brazos y corrió como una desesperada escaleras abajo con dirección al veterinario. No se dio ni cuenta de que bajaba en pijama y, lo que es peor, cuando el especialista de guardia dijo que no tenía nada y por eso le cobró noventa euros... En fin, me miró con cara de pocos amigos y me castigó con un baño de agua bien fría cuando llegamos a casa. La temperatura era la adecuada para paliar los efectos del calor, pero recordad, sigo siendo gato.

Cuando me liberé de la toalla corrí por el pasillo como una desesperada para quitarme la humedad que quedaba. Gris me miró y empezó a reírse panza arriba como una loca. Ojalá la hubiera visto mi dueña y se la hubiera llevado también al veterinario, yo pagaba gustosa otros noventa euros si me hubieran dejado mirar mientras le inyectaba algún calmante. Pero no, ella se libró, como siempre.

Estaba claro, nuestro sufrimiento no tendría fin hasta que empezara a refrescar hacia Septiembre. Ya había tomado esta batalla por perdida cuando, ajá, mi dueño se dio cuenta de que el aparato del aire acondicionado que tiene en el despacho (la única habitación donde no nos dejan entrar) no funcionaba. Si él se quejaba estaba todo resuelto. Para rematar la faena y hacerlo sufrir un poco ―solo porque supiera lo que es estar constantemente cubierto de pelo― decidí hacer una pequeña aportación a su insoportable acaloramiento: desde entonces cada noche me subí a la cama con muuuucho cuidado y me pegué a él como una lapa. No tardaba ni cinco minutos en removerse, yo solo necesitaba tres segundos para bajarme de la cama y ocultarme; que volvía a retomar el sueño... Pues otra vez que me subía. Dos noches, solo dos noches hicieron falta para que ayer a primera hora fuera a encargar otro aparato de aire. Y digo «otro» porque el que tenía en el despacho lo han arreglado y el nuevo lo han puesto en el dormitorio, así que desde anoche ya podemos dormir cómodas y fresquitas en la cama.

Ahora solo me falta superar otra barrera: aprender a utilizar el mando a distancia.

sábado, 25 de junio de 2011

¡Felicidades Ángela!


Escritora de cuentos,

creadora de seres de fieltro

de sonrisa amplia y mirada clara,

eres nueva en mi historia,

ahora protagonista de esta,

una entre cien palabras.

Creo que el destino estuvo acertado

al cruzar nuestros caminos,

ahora cuento con un cuento

de recuento de palabras

con una amiga cuentacuentos

que los cuenta a cientos.

No puede ser de otro modo,

eres ilustradora de sueños,

aplicada compañera de risas

alimentando las tardes con torrijas,

propias o ajenas, no importa.

No cambio ni un solo gramo de azúcar

por todo lo que compartimos juntas.

Felicidades por este y los que vengan.

viernes, 24 de junio de 2011

Amor platónico


Volví a soñar contigo. Últimamente apareces con frecuencia escondido entre los personajes de mis sueños. Te has colado en mi subconsciente y ahora no puedo sacarte de mi cabeza. No importa el tono de mi ensoñación, siquiera los sentimientos, siempre estás ahí para ayudar a levantarme si caigo, para sonreír si yo río, para poner el hombro si lloro... Dando luz a mi obscuridad y despertando antiguos deseos. Cómo es posible que una única palabra tuya, aquel reencuentro, hiciera temblar mis cimientos de modo que siendo tan solo una ilusión me crea a tu lado el resto de mi vida.

Reflexión matemática sobre la unidad

Un día alguien viene y dice: «Mira, esto es lo que hay». Aceptas, porqué no, en ese momento te parece la opción adecuada. Firmas un contrato. Con los años hay ciertos elementos de la fórmula que han dejado de funcionar, entre otros, el signo más pierde la verticalidad y ahora solo resta. Y vuelves a plantearte de nuevo tu vida, qué haces, ¿te apartas de la función y te unes a otra ecuación? A mí siempre se me dieron mal las matemáticas, fui por letras puras. Ni los versos ni las rimas han sabido librarme del dilema de la soledad.

jueves, 23 de junio de 2011

La despedida

Se sacó la alianza del bolsillo de la camisa y la dejó sobre la mesa. Ella le miró fijamente, no era capaz de decir nada. Sobre su mejilla, una única lágrima cayendo suavemente.

[Quisiera contártelo todo, pero no puedo]... El hombre le habló sin mediar palabra.

[Ojalá entendieras mis motivos, pero qué puedo decir para que lo entiendas]... Ella intentaba argumentar en silencio mientras se levantaba de la silla apartándola con las piernas. Permaneció allí quieta, solo unos segundos. No se miraron, no se despidieron.

―Perdóname.

[No, perdóname tú]... Pensó sin levantar la mirada y dejándola marchar para siempre.

domingo, 19 de junio de 2011

Mi dolor ha vuelto

Ha vuelto. Anoche creí oír sus risas escondidas en las esquinas obscuras del pasillo, pero ante su prolongada ausencia pensé, ilusa, que eran ecos del pasado en mi cabeza. Pero no, ha vuelto. Debí hacer caso a mis instintos primeros y tomar medidas... ¡Cómo fui tan tonta de pensar que se marcharía para siempre! Ahora viene cargado de odio a enfrentarse a mis remedios, a anclarme de nuevo en la obscuridad. ¿No ves cómo se apaga la luz a la vez que avanzan mis letras?
Me voy de nuevo, rendida, con la batalla inicial perdida, a mi cama. Rescataré aquellos sueños malditos de soledad, agarrotada en el último rincón de mi conciencia y sin respirar, no quiero ningún ruido. Ojalá se canse pronto de mí, ojalá me dejara para siempre.
En esta primera derrota, merecida por confiarme, me armaré otra vez de calmantes y paciencia. Si lo vencí una vez, volveré a hacerlo. Pero, de momento, me voy con mi sueño a otra parte.

sábado, 18 de junio de 2011

Los versos verdes



Aquellos hombres vestidos con sus trajes elegantes, escritores ilustres, reconocidos y con premios importantes, se confabularon contra la joven. Les bastó leer su segundo cuento para darse cuenta de que ella, pequeña e insignificante, sin apenas letras, les robaría su estatus. Tenía tal talento que ni entre todos, ni aún sumando cada línea de sus obras, eran capaces de alcanzarla.
Ella, hija de Leto, sin intención de arrebatarle nada a nadie, se vio atrapada entre el deseo de compartir sus historias y las envidias de los antiguos creadores. Tuvo miedo y a pesar de ello siguió inventando. Y ellos continuaron destruyendo todo lo que escribía, robándole cada idea, cada rima en cada verso; sentados cómodamente en sus tronos, egregios cual deidades, seguían idiosados por aquellos que desconocían la existencia de la muchacha.
Cansada de vivir a la sombra de sus propias palabras en manos de otros, decidió revelarse. A partir de aquel momento, cada noche salía en busca de una pared, un muro blanco virgen de expresión, donde dejaba marcados en tinta verde, entre hojas y ramas de pintura, pequeñas historias y algunos versos, numerando cada sentimiento.
Después de unos días y cientos de sensaciones fueron los propios habitantes de su pueblo los que esperaban su llegada, blanqueando antiguos edificios ya abandonados, disponiendo para ella multitud de folios en blanco deseosos de conocer algo más de sus increíbles personajes, de la amalgama de pensamientos que tan amablemente compartía la desconocida artista nocturna.
Los sabios se indignaron, ante tal osadía cargaron su vergüenza de tizas negras con intención de borrar todas y cada una de las letras verdes. En su primera intención, un niño que los observaba desde la ventana empeñados en sus malos deseos, comenzó a reír señalándolos con el dedo. Ellos, descubiertos, quisieron ocultar sus rostros pintándolos de oscuro con sus propias herramientas, pero la negrura de sus malos propósitos se extendió por todo su cuerpo.
Aquellos hombres son ahora sombras que acechan en la oscuridad de la noche, comidos de odio, olvidados sus nombres, que esperan el momento para atrapar a la muchacha. Pero ella, ha tomado el relevo, porta hermosos trajes de colores, distinguida escritora, generosa con los que la leen recogiendo cada mirada como premios incomparables por todo lo que despiertan sus obras.

Celos

María volvió a cruzarse con él, supo que jamás la amaría, nunca la miraría a los ojos como a su mujer. Sintió celos, la inquietud alimentó su obsesión y decidió matarla; si la eliminaba, ella tomaría el lugar que le correspondía. A la mañana siguiente esperó cerca de la casa, aún no había amanecido cuando la mujer salió cerrando con cuidado la puerta para no hacer ruido. María se acercó y sin mediar palabra le asestó varias puñaladas, le quitó las llaves y entró, subió despacio al dormitorio, se puso el camisón y se acostó al lado de su amado.

En silencio

Al verse atrapada entre tantas palabras que la amenazaban, actuó: se sacó un silencio de la manga y todos quedamos mudos, el griterío calló. Sssssssilencio.
El más viejo se acercó a ella y le preguntó su nombre, pero no dijo nada, solo levantó los hombros y enarcó las cejas al mismo tiempo.
Las mujeres, azoradas al pasado, permanecían al fondo, murmurando de brujas mientras seguían alimentando un montón de ramas secas.
Desandamos lo andado, volvimos atrás, el tiempo de la ignorancia y el miedo a aquello que se sale de la norma, a lo extraordinario. Y ella realmente lo era.

jueves, 16 de junio de 2011

Soy paloma

Tocó mi cintura y me convertí en paloma.

Mis alas se movieron intentando abrazar su deseo,

pero en la confusión del aleteo

él pensó que quería libertad y me dejó ir.

Confundida por el caos de sentimientos,

me dejé atrapar por el viento

perdiendo todo aquello que anhelaba,

apartando de mi vida lo que tenía.

Ahora, atrapada entre el pico y mis patas

solo tengo mis remos para huir

del amor y el desamor que me dejaron

amarrada a este cuerpo de pequeña tórtola.

Cómo decir con palabras lo que solo son arrullos,

que volaría de nuevo a tus manos.

¿Te cuento un secreto?

Los secretos, ellos fueron el origen de aquel desatino. Nacieron inocentes, cual mentiras piadosas, para esconder hechos apenas confesos, nimios, ínfimos, tan tontos que por no tener no tenían ni razón de ser. Pero allí estaban, creciendo al mismo ritmo que amanece y antes de ponerse el sol se hicieron inmensos, ocupando toda su boca. Los secretos, prendados de palabras inconclusas, afectaron para siempre su relación y en lo que dura un día rompieron su estructura, desatornillaron todos los ejes y los dejaron desnudos: a él con su decepción y ella... A ella, la acompañan sus cábalas escondidas de recuerdos.

lunes, 13 de junio de 2011

Sólo preguntaba

¿Cómo? ¿Sólo vives de recuerdos? ¿No fabricas otros nuevos?

¿Dónde? ¿Detuviste tu camino solo porque se acabaron las baldosas amarillas? ¿Quieres que las pinte de colores frescos?

¿Adónde? ¿Adónde dirigiré mis pasos si no sabes hacia lugar que dirigirás los tuyos?

¿Por qué? ¿Por qué este desatino, desvarío sin sentido? ¿Por qué dejaron de brillar tus ojos cuando miran los míos?

¿Cuándo? ¿Habremos de encontrarnos de nuevo? ¿En qué momento, dime, para no perder más tiempo?

¿Quién? ¿Te ha robado otro el corazón que era mío?

¿Cuál? ¿Cuál es el motivo que te obliga de borrarme de tu memoria?

¿Mujer o piedra?

Una mujer llorando... Al fondo se oyó: «¡Qué sorpresa!» Otro soltó el tópico de: «Estará con la regla». ¿Acaso todas las lágrimas de féminas se deben a un desarreglo hormonal? Qué sabrán los tíos de esto. Y si llora, ¿qué? Puede que no sea más que un desorden de ideas, un caos de sentimientos que se empeñan en salir todos de golpe. Deberían poner un dispensador de números en el corazón que aporte algo de orden. ¡Qué asco de sentimentalismos! Reclamo mi derecho como buena mujer a ser piedra en ocasiones y a llorar cuando me salga de los cojones.

Te echo de menos

Se queda dormida entre mis brazos. Apoya su cabeza y sus pequeñas manos fundiendo sus sueños con mi cuerpo. Sus ilusiones corren como ella, alegre, por mi sangre, acelerando el ritmo de mi corazón. Y la veo feliz, saltando entre flores persiguiendo algo que no alcanzo a distinguir. Me levanto en su misma ilusión vestida de recuerdos y la persigo entre la hierba. Cuando por fin la alcanzo lo encuentro a él, allí tumbado, durmiendo plácido a la luz del verano. Laura me mira y deja caer una lágrima sobre su mejilla... «Ya cariño, yo también lo echo de menos».

Soy en verso


Jamás te tuve,
jamás te tendré.
Te escapas como un sueño,
etéreo entre los dedos.
Porque eres palabras
en mis silencios.
Te leo y separo
las comas y espacios
intentando adivinar
en cuál de tus versos
se esconde tu alma
y mi corazón se acelera
cuando descubre
un «te quiero».
Jamás fuiste mío,
ni ahora te tengo.
Pero de entre tus versos
descubro algo:
me siento libre,
sin ataduras
y quisiera volar
hasta posarme en tus manos.
Porque...
Soy de lo que tengo
la mitad
desde que te leo.
Soy de lo que escribo
el doble
desde que te anhelo.

jueves, 9 de junio de 2011

Solo una observación

Si encuentras en tu camino a alguien que te ofrezca ayuda desinteresadamente, una persona amable en sus formas y maneras, educada en todos los aspectos, que comparte contigo sus conocimientos sin esperar nada a cambio... Guárdalo como un tesoro, aunque no sea más que un simple desconocido que te abre la puerta al entrar o te cede su asiento en el autobús. Porque seres de esos quedan pocos y si tal y como dicen en el proceso de supervivencia de la raza solo permanecerán los más fuertes, espero que se refieran a los de corazón. Espero entonces encontrarme con ellos.

sábado, 4 de junio de 2011

Donante de corazón

De la sección de anuncios por palabras: «Necesito donante de corazón. Grupo sanguíneo: 0-negativo. Sé que es un tipo raro de sangre y es que románticos cada vez quedamos menos. Por favor, necesito trasplante urgente por encontrarme en peligro de muerte o receta que cure el músculo roto y las heridas del alma. Estoy abierto a terapias alternativas, ya no me importa edad, religión ni sexo; lo único que deseo es que me amen como merezco, respeten y adoren mi cuerpo. A cambio me comprometo a ofrecer cualquier miembro de mi esqueleo. Para localizarme sigan el rastro de clinex usados».

Seres de humo

Anoche tuve un mal sueño. Tomé consciencia en mi fase REM y me encontré de pie, en medio de una sala blanca, rodeada por un montón de cuerpos sin rostro, seres grises que emitían un leve susurro al acercarme a ellos. Quizá eran almas atrapadas en humo intentado pedir ayuda, pero no era capaz de entender nada. Estaba allí, no podía escapar y por más que corriera en cualquier dirección siempre había más y más entes oscuros. He despertado con la respiración entrecortada y el corazón en un puño; me ha costado darme cuenta de que eran ellos, los silencios.

viernes, 3 de junio de 2011

Neuro-maniática, ¿alguien da más?

Me han dicho muchas cosas en mi vida, pero jamás me habían etiquetado de «neurótica». Reconozco que soy algo maniática e, incluso, un pelín obsesiva, pero nunca me había planteado que mi inestabilidad emocional pudiera catalogarse con similar adjetivo. No es que me pensara perfecta, ni mucho menos, si acaso, perfeccionista. Más bien diría que los cambios de intensidad en mis emociones son el resultado de la alteración hormonal que sufrimos todas una vez al mes. Así que no, no me considero especial, ni tan siquiera una neuro-maniática por más que se empeñen algunos. Soy simplemente una mujer de taitantos.

El perfume

Me ha atrapado su aroma; desde que dejé de fumar los olores se han vuelto esenciales: me es más fácil recordar a alguien por su olor que por su nombre. Y su perfume me ha embriagado. He estado todo el tiempo detrás de ella, a pesar de que llevaba un paso más lento. La cadencia de sus pasos, la suavidad de sus caderas y su aroma, sobre todo eso... Todo me ha hecho pensar en ella como la mujer más hermosa del mundo, quizá la mujer perfecta, mi ansiada media naranja. Lástima que nuestros pasos no llevaran al mismo destino.

miércoles, 1 de junio de 2011

Una decisión importante


Alicia seguía pensando en la pregunta que un rato antes le había formulado su madre: «¿Qué quieres ser de mayor?». Paseaba pensativa acariciando las flores y haciéndose preguntas en alto, suponiendo cómo sería ser veterinaria o maestra...
―Seré veterinaria; cuidé muy bien de los gatitos de Mificú cuando nacieron y le echo de comer todos los días a los peces del estanque, pero no me gustan los perros, me ladran siempre al verme pasar. El san bernardo gordo de la señora Aurelia ya me ha robado varias veces el bocadillo... No, creo que lo de veterinaria no va conmigo.
Cambiaba de opinión al mismo ritmo que caía la tarde.
―Ya lo sé, seré maestra y enseñaré a otros niños como yo a jugar al pillar, a saltar a la comba y a rezar a las cuatro esquinitas de su cama cada noche, pero no me gustan las mates, se me dan fatal las restas y mi maestra dice que es muy importante saber esas cosas... No, creo que tampoco seré maestra.
A Alicia se le agotaban las ideas.
―¿Y policía? Llevan un uniforme muy chulo y ayudan a las personas; el otro día un agente ayudó a mamá cuando un chico muy tonto le intentó quitar el bolso, pero no me gusta su cara, están siempre tan serios... ¡Jopé!
La niña golpeó el suelo con el pie enfadada. No le agradaba verse atrapada en ese dilema. Debía decidir algo ya, además siempre tenía una respuesta para cualquier pregunta que le hacían. «Mamá siempre dice que soy muy ocurrente», pensó, pero, ¿por qué no se le ocurría nada? Se dejó caer enfurruñada.
Después de un rato sentada a la sombra de un gran árbol, jugando con un palito a desorientar a una hilera de hormigas y deshojando margaritas, la niña se levantó sonriendo y echó a correr hacia el porche donde su madre tejía. Atravesó el amplio jardín sin percatarse de que el riego ya estaba encendido y llegó a la entrada de la casa con sus pequeños zapatos manchados de barro.
―Mamá, ya sé lo que quiero ser de mayor, ―dijo la niña llena de emoción mientras se apoyaba en las rodillas de la mujer.
Clara, que hasta ese momento trabaja concentrada en su labor, levantó la vista y la observó.
―Pero niña, ¿dónde has estado? ¿Has visto cómo traes el vestido? ¡¿Y los zapatos?!
Alicia se quitó inmediatamente los zapatos y los dejó en primer peldaño de la escalera, al tiempo que se sacudía la falda del vestido.
―Mamá, no te enfades conmigo. He estado toda la tarde pensando en lo que me has dicho.
La madre, que adoraba a su pequeña, le pidió que se acercara y le dijo con una amplia sonrisa en la cara:
―¡Sorpréndeme!
―Quiero ser palabra ―dijo firmemente la pequeña.
La mujer reaccionó sorprendida. Alicia era la pequeña de sus cinco hijos y ninguno de ellos, cuando les había planteado la pregunta, contestó algo similar...
―¿Palabra? Eso no es una profesión.― Respondió Clara con cariño para evitar causar una decepción a la niña.
―Sí, definiré cada acto, cada acción que las personas lleven a cabo y mi voz se oirá en todo el mundo. Llevaré la palabra «paz» a lo más alto y «respeto» a su pleno significado.
Alicia estaba encantada, gesticulaba exageradamente mientras relataba a su madre los argumentos que el día de mañana la convertirían en una gran «palabra». Su madre apartó la colcha de ganchillo en la que trabajaba y dejó las lanas en un cesto de mimbre a su lado. La pequeña se acercó a ella buscando una muestra de aceptación, sin dejar de sonreír, ilusionada. Clara la recibió en sus brazos con todo el amor del mundo y la subió con cuidado a sus rodillas.
―Pero, cariño... ―acarició la barbilla de su hija y dirigió su mirada hacia ella―, no se puede ser palabra.
La niña se separó por un momento, disgustada y a modo de reto le dijo a su madre:
―Vamos, ponme a prueba.
Clara dudó un momento; empezó a pensar en algún ejemplo que descuadrara a la futura profesional del léxico.
―Bien, veamos, ¿cómo sería «beso»?
Alicia le sonrió, se acercó a su madre y le dio un beso en cada mejilla.
―Veo que controlas el tema, ―dijo su madre mientras le dedicaba una mirada pícara―, probemos con otra... ¿Y «abrazo»?
La niña, como ofendida, volvió a ponerse en pie, firme y seria y le increpó a la mujer...
―¡Jo, mamá, me las pones muy fáciles, búscame algo más difícil!
―Bueno, mientras se me ocurre algo, ven y dame ese abrazo.
Alicia, haciéndose un poco la víctima, se acercó a su madre con paso lento y apretando la boca. Ambas se fundieron en un momento de esos a los que acompaña un somero contoneo al ritmo de sus latidos. Verlas allí, cuando ya solo quedaban en el cielo las últimas gamas de azul, era una hermosa imagen que a Clara le hubiera gustado capturar en una foto. Abrazaba a su hija con tanta ternura, y la niña suspiraba en su hombro mientras suavizaba el gesto de su cara.
Por fin, se apartaron la una de la otra. Alicia quedó frente a su madre y esta le dijo:
―Dime, futura «palabra», ¿cómo definirías este cariño que acabamos de darnos en silencio?
La niña titubeó. El reto era importante, eran demasiados sentimientos para englobarlos en un solo término.
Se volvió despacio y caminó durante un rato por el porche.
Micifú apareció por la baranda del fondo, seguida de dos de sus pequeños. Alicia que aún no encontraba la respuesta a la pregunta de su madre, se entretuvo con los gatitos.
―Cariño, vamos dentro a preparar la mesa.
―¡Espera mamá, por favor, esto es importante!― Dijo mientras dejaba de nuevo en el suelo a la gatita más pequeña de la familia.
Clara aprovechó para terminar de recoger los ganchillos y las lanas. Justo antes de terminar de plegar la colcha, Alicia se acercó a ella con paso firme.
―Lo siento, mamá, no puedo,― dijo la niña un tanto compungida―. No hay única palabra que defina todo lo que te quiero.
Sonrió a la mujer y volvió a sentarse sobre sus rodillas. Estuvieron allí un rato, a pesar de ser la hora de la cena. De pronto, el gesto de Alicia se tornó sereno, se ve que al fin había encontrado la respuesta a la pregunta que su madre le formuló a primera hora de la tarde. Y afirmó sentenciosa:
―Mamá, ya sé qué quiero ser de mayor, ―volvió a sonreír―, seré «silencio».
Clara se quedó aún más extrañada que antes, pero confió en su hija y la dejó continuar.
―Sí, seré «silencio», así podré decir mucho más sin tener que emitir un solo sonido.