martes, 18 de diciembre de 2007

Cuento de Navidad

Llega el frío, otro invierno que invita a quedarse en casa y ver los días pasar.
El silencio, el vacío de los pasillos y esta obscuridad en la que está sumida mi casa desde que te fuiste, se empeñan en recordarme lo sola que estoy. Ya ni siquiera acompaña el susurro del viento, ni el rechinar de la vieja puerta del salón...
Me angustia pensar que podría morir y nadie se enteraría.
Mi corazón se encoge de pena cada vez que hago recuento de aquellos a los que echar mano en los malos momentos... Nadie, no hay nadie en mi vida; contigo se acabó todo lo hermoso, todo lo bueno, todo lo que me importaba.
Mañana es Nochebuena. Las calles llevan desde primeros de mes engaladas con adornos y incómodas luces que no me dejan dormir. Este derroche de todo, ¿por qué se empeña en mundo entero en cambiar la cara? ¿por qué me sonríe mi vecina y me desea felices fiestas cuando el resto del año no es capaz de mirarme a los ojos?... Esta hipocresía lo único que hace es agriarme más las fiestas.
Estoy sola y no le importa a nadie.
Creo que bajaré a comprar una pizza para la cena de mañana, y por cumplir con la tradición, algún polvorón.