martes, 31 de mayo de 2011

Perdida

Cristina se rindió. Se sentó sobre la arena, cansada de deambular por la playa en busca de una respuesta que no llegaba. Agarró sus rodillas y lloró en silencio mientras atardecía. Había perdido a su madre, su ser más querido. No podría volver a casa, sola. Trataba de distraerse observando a los pocos bañistas y paseantes que aún quedaban. Un hombre se acercó a ella, pensó que su príncipe azul venía a rescatarla...

―Hola, ¿te has perdido?

―Sí, estoy buscando a mi mamá.

El voluntario de Cruz Roja la cogió de la mano y le secó las lágrimas.

lunes, 30 de mayo de 2011

Tus versos entre mis cosas

Me dijo que me amaría siempre, pero entre nosotros se interponía algo más que la edad. Ni su familia ni sus amigos comprendían cómo pudo enamorarse de mí: una alumna veinte años más joven que él, con la cabeza llena de pájaros. Durante los primeros meses conseguimos hacer oídos sordos a todos los que se empeñaban en separarnos, y funcionó. Nos amamos, nos prometimos amor eterno.

Cuando ayer saqué del bolso una nota suya en la que rezaba «Encontrarás tus cosas entre mis versos, perdóname», supe que todo había terminado. El primer verso que me dedicó indicaba justo lo contrario.

Tus rimas

Derramas palabras en tus versos
regando las flores de mi vientre,
despertando de nuevo mariposas
sin ser de ello consciente.

¿Qué nos separa, dime?
Salvo la distancia y el tiempo.
¿Qué somos ahora, dime?
Sino amantes desconocidos
compartiendo un amor eterno.

De tus poemas surgen sentimientos,
¿o son el fin, origen de lo no-nuestro?

Y es que tus palabras, inocentes,
de las que no conozco ni su olor
son caricias complacientes
que ya forman parte de mí
dotando a mi alma de otro color.

Déjame entonces que confiese
sin más rodeos ni rimas
cuánta pasión despiertas
cuando viertes tu tinta.

domingo, 29 de mayo de 2011

El siguiente

Volvió a su puesto y presionó el botón mientras pronunciaba con la misma cadencia que el resto, «El siguiente».
Un muchacho alto de flequillo desmechado se sentaba frente a ella con cierta tristeza.
―¿Trae el impreso 35?
―Ni he oído hablar de él...
Ella, saltándose la norma de escurrir el bulto y pasarle el marrón a otro, decide buscar entre sus papeles el impreso citado. Sin mediar palabra, lo rellena y le añade los anexos necesarios para que al muchacho le den la ayuda que solicita.
Él sonríe y le dice: «Le deseo una vida larga y feliz».

La última palabra la tiene El Creador

Adela nació de los sueños,

mecida entre palabras y algunos versos,

mamó ilusiones y creció feliz

junto a otros de los cuales

ya no recuerda su nombre.

Fue protagonista de un sinfín de aventuras,

creció entre flores,

respirando fragancias de pasiones.

Maduró convirtiéndose en la mujer más hermosa.

Tuvo amantes, amores y desamores,

a los que entregó su corazón.

Decidió tomar rumbos inesperados

y a todos sorprendió

cuando decidió ir por su cuenta.

Pero el Creador es caprichoso

y por ese lance no pasó,

decidió castigarla y su vida terminó,

dejándonos el corazón desolado,

cuando Él pronunció la palabra:

«Fin».

domingo, 22 de mayo de 2011

Rima asonante

Y «amar, amor...» amando,
paseando por tus versos
renuevas mariposas en mi vientre.

Se despiertan palabras que olvidadas
en rima libre, desordenadas,
se empeñan en acceder
disfrazadas de verso asonante
a la rima más absurda
del desconocido amante.

La distancia entre los vocablos,
cada punto y a parte,
todas y cada una de las comas
como caricias suaves
recorren el folio de mi cuerpo en blanco.

¿Quién?

―Sara, no te vayas...
Ramón le rogaba a su esposa entre sollozos mientras ella agarraba fírmemente su maleta y salía por la puerta sin mirar atrás.

―Te lo ruego, te suplico... No me dejes.

La mujer se detuvo. Él sorbió con fuerza y se recompuso. Ella, sin volverse a mirarlo, le preguntó: «¿Por qué?». Ramón dudó solo un instante y respondió convencido:

―Te necesito, cariño ¿Quién mantendrá la casa? ¿Quién cuidará de los niños? ¿Quién me preparará la ropa cada mañana? ¿Quién hará la compra? ¿Quién llevará el gato al veterinario?...

―¡Pero mira que eres toooonto!

3, número de mal agüero

Sale todas las mañanas plantando siempre primero el pie derecho, evita pasar bajo escaleras y jamás acaricia un gato negro. Enrique es conocido entre sus amigos como Tyche, diosa griega de la suerte. Esto le cabrea más por el guiño femenino que por el cachondeito de la fortuna siendo como es un supersticioso de cuidado. Prefiere confiar sus pasos a la mística y la magia que atribuir los logros a sus méritos propios, y cuando las cosas van mal siempre tiene una explicación lógica: cuando cogió el ascensor esta mañana hizo más de tres paradas antes de llegar al bajo.

Nombres de amor


Amador, «dícese del que ama». Siempre pensó que sus padres quisieron vengarse de su inesperada llegada asignándole un nombre que él consideraba ridículo. Además, rozando los sesenta jamás había amado, no sabía de sentimientos ni tenía intención de buscar a sus años quien le guiara en ese campo. «¿Amar? Quién lo necesita», se repetía cada mañana.
Amada, «persona amada»; la más desdichada entre todas mis vecinas. Según ella, jamás tuvo tiempo para dedicarse a buscar a novio y con el tiempo se convirtió en una solterona.
Ambos viven puerta con puerta y por fin hoy se han cruzado sus miradas.

domingo, 15 de mayo de 2011

Maldigo la esperanza

Alimenté la esperanza que necesitabas, te regalé la que yo sentía; a pesar de mis buenas intenciones, quiso la suerte castigar con muerte su destino.
No quiero ni imaginar cómo has de sentirte. Parte de mi corazón está contigo, acompañándote en la tristeza del duelo y ofreciéndote cobijo.
Llora lo que necesites, ahoga el desconsuelo. Trae a tu memoria solo los buenos momentos y amárrate a ellos con todas tus fuerzas, aún te quedan.
Y perdóname, no debí alentar tu fe, pensé que hacía lo correcto y solo aportaba más silencio.

Déjame que maldiga la esperanza por alimentar tu desaliento.

lunes, 2 de mayo de 2011

Perfectos amantes


No me dejes. No pases página, ahora es nuestro momento.
Ya dejamos atrás bastantes espacios en blanco entre los dos.
La inspiración ha llegado con tu presencia, quédate a mi lado.
Desnúdate, destapa tu boca y déjate llevar.
Permíteme amarrarme a tus labios, tan suaves.
Acaríciame, desliza tus curvas con la misma ternura con la que me susurrarías al oído tus palabras de amor.
Recórreme como amante inesperado.
Sujétame con cariño y hazme tuya.
Deja que sienta el tono de tus versos sobre mi piel.
Porque... al fin y cabo, tú tinta y yo papel, seremos siempre los perfectos amantes.

domingo, 1 de mayo de 2011

Felicitación maternal

Querida mamita,
Te escribo para decirte, para recordarte, que te quiero. Que la distancia y el tiempo que nos separan refuerzan los hilos invisibles que me unen a ti.
Quisiera regalarte todo aquello que desees, poner a tu disposición cualquier cosa que necesites, pero ya sabes que tampoco voy sobrada de recursos. Así que de momento tendrás que conformarte con mis palabras y el cariño que te profeso que, mientras mantenga el aliento, siempre te tendrán presente.
Si alguna vez herí tus sentimientos, perdóname; jamás quise ofenderte
Te subscribo mi lealtad incondicional y mi admiración.
¡Feliz día de la Madre!

Reencuentros

Bastaron unos pocos silencios para saber que lo nuestro había terminado. Tantos años compartiendo el mismo techo, la misma cama, el mismo camino día a día. Nos habíamos vuelto dos desconocidos sin saber cómo. Aquella tarde recogí lo más necesario, algunas fotos y mis cuadernos de notas. Saqué la maleta y me dispuse a colocarlo todo. Fue entonces cuando encontré tu primera carta con aquel mechón de pelo. Me senté a leerla y descubrí que, a pesar del tiempo y las diferencias, deseo seguir a tu lado aunque eso suponga volver a empezar de nuevo las veces que sea necesario.

Una esperanza

A mi señor don Quijote,
Aquí sigo en mi hacienda, paciente, esperando a que vosa merced vuelva a pesar del paso de los años y los malos agüeros que se empeñaron durante largo tiempo en predecir que habíais muerto. Pero el otro día mi esperanza despertó de nuevo cuando se acercó a la posada un viajero que juraba y perjuraba que os había visto por tierras de Salamanca. Y con aquel juramento firme, que bien recompensé con una jarra de vino, mi corazón empezó a latir de nuevo con la misma fuerza que antaño.
Inmediatamente mandé un mensajero con escuetas palabras a nuestra hija. Sí, nuestra Isabelica que está hecha una moza y que hace solo unos meses contrajo nupcias con un joven caballero de Albacete. Se han casado enamorados, como Dios manda, como yo hubiera querido para vos y para mí, pero me conformé con guardar en secreto nuestro amor y casarme con el Mateo para esconder nuestro pecado. La joven pareja es valiente, con la cabeza en su sitio, y aunque él no posea más que unas pocas tierras, llevan los bolsillos llenos de esperanza. De momento, me han brindado la oportunidad de ser abuela de un nieto que viene en camino. Espero que lleguéis a conocerlo.
La avisé de que su padre sigue vivo y enseguida que recibió mi misiva, decidió volver a casa a esperaros. Ella, más que yo, siempre ha deseado teneros a su lado, pues en el fondo sabía que por muy bueno que fuera el Mateo, ese hombre no era su padre. Oyó mil historias sobre vos y soñaba con encontraros, con ser rescatada por el gentil y valiente don Quijote de la Mancha. Siempre tuve miedo por ella, no quería que tuviera lo peor de ambos: mi fealdad y vuestra locura. Pero mi temor fue recompensado por el buen Dios que la dotó de todo lo mejor de la mujer que vos amasteis, la señora Dulcinea del Toboso, la belleza y la bondad; y de vos, don Quijote de la Mancha, del que jamás conocí vuestro verdadero nombre, heredó la valentía y el honor.
En pocos días estaremos juntas de nuevo; empezaremos los preparativos para recibiros a vos. Sí, para recibiros a vos y a Sancho, si fuera necesario. Porque envié varios emisarios en vuestra busca con intención de entregaros esta carta y haceros saber que aún os amo, que mi corazón es vuestro y que si en algún momento de la vida que os queda decidís volver, sabed que os estamos esperando.
Aprendí a hacer oídos sordos a los insultos y desprecios de aquellos que no confiaban en nosotros; al ama de llaves y a vuestra sobrina, la Antonia, las convencí de que vos habíais muerto para que os dejaran en paz de una vez porque, según las malas lenguas, estaban empeñadas en daros caza y encarcelaros para siempre como a un loco. Los vecinos ya os han olvidado pues tienen siempre a otros con los que ocupar sus espíritus maldicientes. Así que, como veis, solo quedamos nosotras, vuestra esposa por derecho y vuestra legítima hija, esperándoos a que volváis para conformar la que siempre fue vuestra familia.
Si aún os quedan andanzas por vivir y damas que rescatar que os retengan en tierras lejanas, entenderé que retraséis vuestra vuelta, pero devolvedme al menos, aunque sea una fantasía, esta carta con la respuesta clara que a continuación os dicto.
Antes de transcribir vosas palabras, dejadme recordaros que os amo y que os esperaré siempre, incondicionalmente, vuestra señor, Dulcinea del Toboso.
«A mis señoras, Dulcinea e Isabel,
Sabed que no he muerto, que continuo firme en mi empresa de defender mis ideales y hazañas caballerescas.
Dulcinea, decidle a mi hija que la amo, que estoy orgulloso de ella y que ese hijo que espera será digno y noble caballero, como corresponde a nuestro linaje.
Esperadme ambas a que vuelva a vuestro lado pues es mi último propósito.
Con amor, vuestro esposo y padre,
Don Quijote de la Mancha»