lunes, 31 de octubre de 2011

500


 «Quinientas palabras al día», ese fue el consejo de un gran filólogo y mejor escritor, de un buen amigo, después de confesarle que en mi estado, que no sé bien cómo definir, no soy capaz de escribir de nada. Siempre he tenido una idea, una historia que contar, pero con tanto cambio en mi vida ando un poco perdida. Intento poner orden en mis tareas, volver a la rutina, pero no puedo. Todo ha cambiado, yo he cambiado. No soy la misma de hace ni unos meses, ni siquiera de hace años. Cada día intento buscar algo distinto, incluso pensé en dejar la escritura, pero no puedo, es lo único que me anima a seguir adelante, aunque no tenga nada que contar.
Estos últimos días han sido difíciles, he pasado del desamor al amor y del amor al desamor más rápido que nunca, y todo, por pequeño que sea, siempre deja huella. A veces me odio a mí misma, queriendo protegerme levanto barreras sin darme cuenta. No me gusta estar aislada, soy social por naturaleza, pero tengo miedo, siempre lo he tenido. Entregarse por completo es complicado porque pienso que habrá algo de mí que no le gustará a la otra persona, y ahí empieza mi tarea de constructora.
Pero dejemos ese tema ahora.
Esta mañana he estado en el entierro de mi tío. Lo quería, claro que lo quería, pero la tristeza de la despedida ha sido más dolida por tener a mi padre en mi memoria. El jueves que viene hará un año que falleció. «No debí ir al hospital a verlo...», no debí, me trajo demasiados recuerdos, pero necesitaba despedirme porque no pude hacerlo de mi padre. A los que queremos, estén o no, hay que recordarlos siempre... No creo en el más allá, ni en Dios, ese recurso no me vale. Ojalá tuviera fe, envidio a quien la disfruta, ahora no creo en nada. Durante la misa no he podido evitar coger el folleto de La Virgen del Rosario y corregirlo; tres faltas de ortografía para acallar al cura que besaba la biblia que leía.. Las despedidas, siempre eternas, el «Ya nos veremos en mejores circunstancias», pero es tan difícil reunir a tantos. Mi hermana dice que algunos primos quieren que nos juntemos todos en el cumpleaños de mi abuela, pero ¿seguiremos todos en abril?
Pero dejemos ese tema también.
En noviembre haré en curso en Madrid, en la Escuela de Escritores. Seguramente mucho de lo que me cuenten ya lo sabré, pero, lo reconozco, solo es una excusa para salir de aquí, de mi vida, creerme que puedo hacer algo distinto, al menos intentarlo. Tomar una hoja en blanco y escribir, siempre tuve buena letra y a veces con esto de las teclas se me olvida.
Me parece muy triste dejar pasar los días llorando las heridas, no cerrarán, pero al menos dejarán de doler. Utilizaré las palabras a modo de tirita, intentando crear nuevas historias con fines más o menos felices, dependendiendo del día.

viernes, 28 de octubre de 2011

Despedida

Amanezco con el corazón dormido, con la pena escaldada de tanto frío y descubro que entre todos los habitantes de este planeta existe alguien con un amor inmenso, dispuesta a darme un pellizco...
No puedo decir grandes  cosas de ella, apenas la conozco, pero me ha ofrecido de su boca los versos de Benedetti y con ellos me despido hasta que recupere fuerzas; de momento solo me quedan las palabras de Audrey B. que siempre tendrá un lugar en mi corazón.

―Mis disculpas si a alguien ofendí, mis agradecimientos a quien compartió conmigo―
Ariola

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

jueves, 27 de octubre de 2011

Tapiaré los armarios

Porque quiero y no quiero
Porque no sé cómo querer...
Porque quiero aprender
Y no tengo quien me enseñe

Porque solo sé odiarme
Maltratar este pobre corazón
Alejando a mis seres queridos
De lo poco que soy yo

Tengo tanto que entregar
Perdí la cuenta de los besos
Sin destino, sin rumbo ni acierto
Volverán de nuevo a su cajón

Colgados los vestidos
Junto al alma y la razón
Tapiaré las puertas del armario
Abandonándome al olvido

Quizá cuando vuelva el sol
Rescate las ganas de seguir adelante
De momento me quedaré en un rincón
A seguir llorando mi error

Corazón roto

Las dudas, siempre las dudas... ¿Autodefensa o autodestrucción? Despedida inapropiada, correos de impaciencia, mensajes con palabras equivocadas... Y ahora solo la sensación de haberlo perdido todo sin tener nada.
Me pensaba experta en tristeza y silencios, pero estas lágrimas que derramo tienen un sabor más amargo, uno que apenas recordaba. Son la sangre de mi corazón roto.

miércoles, 26 de octubre de 2011

La belleza del silencio

Del calor más vivo al frío más intenso
Y vuelta a empezar
Es complicado esto de respirar
A pesar del esfuerzo

Olvidaré de nuevo las palabras
Pues solo me causan dolor
Olvidaré otra vez el amor
Seré solo mar en calma.

Echaré a las mariposas de mi vientre
Y tejeré brocados con su seda
Seguiré viviendo mientras pueda
Con el corazón durmiente

Ya no esperaré respuestas
A más preguntas sin sentido
Rescataré el sonido de mis latidos
Aceptaré la crueldad impuesta

Ahora permaneceré callada
No volveré a decir jamás «te quiero»
Porque no, ya no puedo
En silencio estoy más guapa

Fábula del Pavo y la Liebre


Érase que se era un liebre joven y asustadiza a la que no le iba muy bien el vida. Un día, perdida en una zona de matorral, justo en la linde del reino donde habitaba, oyó un gorgoteo...
―Gordogordogordogordogordo...
―¿Quién anda ahí? ―Preguntó Liebre sin salir de su escondite.
―Gordogordogordogordogordo... Soy yo, Pavo.
Liebre, temerosa, permaneció al abrigo de las sombras, pero la curiosidad le hizo insistir.
―Dime, Pavo, ¿qué andas buscando? Aquí no hay más tierra seca.
―Gordogordogordo, solo quiero un poco de conversación.
Pavo y Liebre hablaron durante largo tiempo entre gorgoteos y pequeños chillidos, ella siempre en su escondrijo y él pegado a la linde.
Un día, Liebre, confiada, salió a su encuentro, y Pavo, engalanado con un peculiar plumaje a cuadros, le correspondió.
―Vaya no te esperaba tan diminuta.
―Ni yo tan grande.
Durante unas horas el tamaño pareció no importarles, conversaron sobre sus respectivos familiares, los decretos del gobernador, los impuestos y la vida cada vez más difícil en aquellas tierras. A la hora de la despedida, Liebre, sin poder desprenderse de su timidez, le dijo:
―Ya hablamos.
A lo que Pavo respondió...
―Gordogordogordogordogordo...
Pero nunca llegó otra conversación. Los días siguientes Liebre esperó y esperó como Penélope a Ulises, tejiendo y destejiendo su labor, y entre vuelta y vuelta, le dejaba notas de amor a los pies de la valla que marcaba los límites del reino. Con el tiempo y el silencio de Pavo, Liebre empezó a alejarse cada día un poco más de su madriguera, volviendo la mirada a cada paso por si volvía a encontrarlo.
Liebre no esperaría veinte años como hizo el personaje de La Odisea, ella solo viviría diez más y con suerte...
Un día, el azar quiso que Liebre supiera de la supervivencia de Pavo al margen de la suya propia. Lloró amargamente por ese y por otros motivos que ahora no vienen a cuento. ¡Qué sola se sentía la pequeña liebre! Cuando hubo acabado con las lágrimas, se percató del Mar que la rodeaba. Y allí se quedó, preguntándose durante una temporada: «¿Qué hago? ¿Aprendo a nadar o perfecciono la costura?».

Moraleja: Las dudas no son buenas cuando no sé sabe cuánto tiempo queda por vivir...



martes, 25 de octubre de 2011

Amor infinito

Aquella noche el mirlo encantador volvió a llamar a mi ventana. Me pidió que le abriera, venía con frío y cansado de agitar sus alas.
―Morirás de pena si entras ―le dije a través del cristal que nos separaba.
―Al contrario, llenaré de luz tu vida. Déjame entrar ―insistió.
Giré el asa y, sin más, le descubrí la puerta a mi corazón. A la vez que él entraba, una brisa fresca envolvió mi tristeza llevándosela para siempre.
―Ahora cierra, no pienso moverme de tu lado.
Allí se quedó sin más jaula que mi amor.

lunes, 24 de octubre de 2011

Hija de Indra

En cuanto la oí, abrí la ventana de par en par para poder verla...
―¡Has vuelto! Te echaba de menos.
―Y yo a ti. Anoche te oí llorar y supuse que me necesitarías.
Despertó mi mejor sonrisa. Me levanté con prisas y me preparé para salir a la calle. La Lluvia me recibió con los brazos abiertos...
―No te apenes alma mía, estoy a tu lado. ―Dijo maternal.
―No sabes la falta que me hacía tu abrazo.
Caminamos juntas durante largo tiempo. Conversamos; nadie como ella sabe de la tristeza. Me recomendó seguir llorando, «llorar es humano», decía melancólica.
―No tengo nada, estoy sola. ―Confesé― ¿Por qué has tardado tanto?
―La soledad no es mala, pero el vacío... No caigas, alma mía, de eso no hay escapatoria.
Me agarró de la mano y detuvo mi paso. Ella, hija de Indra, condenada a vagar eternamente llorando su pena, posó sobre mí sus ojos humedecidos por las lágrimas.
―Amé a un mortal y por ello me sentenciaron a esta vida.
―Lluvia, yo amo y eso me condena, déjame ir contigo.
Dudó, también ella estaba cansada de la soledad. Me deshice del paraguas y me volví hacia el cielo levantando los brazos para poder amarrarme a la nube más cercana. «Llévame contigo», repetí.
―No puedo. Si volviera a ser feliz dejaría de llover y sería vuestra destrucción. Allá donde hay desiertos amé.
Lloré. Ella me envolvió con su manto para protegerme del frío y me acompañó a casa. No cruzamos ni una palabra, solo hubo cariño para consolarnos. Llegó la hora de la despedida.
―No te vayas aún, te necesito.
―Alma mía, me quedaré a tu lado hasta que agotes tu lamento, hasta tu último suspiro. Este año haré una excepción, por ti.
―Entonces lo inundaremos todo.
―No querida, lloraremos hasta que vuelva a haber vida.
Me abrazó hasta humedecer mi corazón. Le correspondí sin prisa, entregándole el poco calor que aún me quedaba. Fue un intercambio hermoso: ella me concedió la capacidad de la lluvia primaveral y yo le transmití mi humanidad.

Llorando en silencio

Lloro...
Lloro ahora que nadie me ve
Por una profunda tristeza retenida largo tiempo
Aliméntandola cada día con esperanza y recuerdos
Hasta que ha dicho basta

Lloro...
Lloro por todos mis errores que son muchos
En pequeñas heridas aferrándose a mi cuerpo
Maltratando mi alma
Arrancando las costras para que sigan doliendo

Lloro...
Lloro porque quiero volverme desierto
En el vano intento de dejar de sentir
Pero siempre quedará un oasis despierto
Recórdandome que sigo siendo frágil.

Lloro...
Lloro aprovechando cada lágrima
Derramadas en múltiple composición y sin orden concreto
Amor, desamor, amor, desamor
La soledad ha vencido al corazón

domingo, 23 de octubre de 2011

Desconectar

Está decidido. Ya me he puesto en contacto con una amiga. Solo falta decidir los días. En breve me iré de aquí, dejando lo que me rodea. Necesito desconectar...

Reflexiones sobre mi melancolía

Ayer tuve una conversación muy interesante con mi madre. Después del teatro, la acompañé hasta su casa en un paseo de unos veinte minutos. Me da la sensación ―dime si me equivoco― de que le gustaría hablar largo y tendido conmigo, pero no encuentra el momento oportuno. No lo hay, para mí no. Desde siempre me ha costado horrores abrir mi corazón. Agradezco enormemente a todos los que me rodean, especialmente a mi familia, que no me hayan preguntado abiertamente «¿Cómo estás?». A día de hoy, después de casi dos meses de mi decisión de abandonar mi vida anterior y de unos cuantos años sumida en una tristeza indeterminada... A día de hoy, me echaría a llorar como una cobarde.

Hablamos de melancolía, supongo que es porque me ve sumida en ese estado. Ella había oído en la radio hablar a algún entendido en el tema clasificándola  en activa y pasiva. Me llamó la atención, me dio una idea para un relato, al menos para iniciarlo.

Después de una larga noche de esperas e insomnio en el que prácticamente había olvidado el tema, me fui a la cama llevada por el aburrimiento. He dormido apenas 4 horas; me levantado de nuevo impulsada por el mismo motivo y, a pesar de tener tarea en casa, me he sentado a mirar el correo. Nada. Otra vez la larga espera. Y en la indecisión de ponerme a recoger (que no me apetece nada) o ponerme a escribir, ha vuelto de nuevo la conversación a mi cabeza.

En un principio, había pensado redactar algo relacionado con el silencio, pero me canso de leerme en ese aspecto. Así que me puesto a leer acerca de la melancolía esperando encontrar la clasificación de la que me hablaba mi madre. No la he encontrado, pero la información en la red me ha dado suficientes argumentos para definir, en cierto modo, lo que siento.

Es curioso el origen de la palabra... «del griego clásico μέλας "negro" y χολή "bilis"», bilis negra. No me entretendré en dar demasiados detalles, para eso consulten la Wikipedia. Lo primero que me ha venido a la cabeza fue un sueño que tuve el otro día. Moría, de mi cuerpo se iba desprendiendo la piel a jirones y debajo de ella solo había negro. Pensé que se trataba de esa obscuridad, del silencio, de mi propia sombra que al fin se había apoderado de mi cuerpo ―mis genes de escritora―. Ahora, empiezo a pensar que estoy enferma de melancolía.

No soy amiga de los fármacos, si acaso de la aspirina, así que no me daré a las pastillas pues en esencia no soy una persona triste, todo lo contrario. Conozco el origen: el estrés, la decepción sentimental, el miedo, la pena... Y reconozco los síntomas: inhibición, falta de esperanza, pérdida de interés, del apetito, de peso, cansancio y problemas de sueño.

Sé que es algo pasajero. En algún momento surgirá la chispa, el motivo por el que volveré a ser de nuevo yo misma, siempre con la sonrisa puesta, con un chiste en la boca, dispuesta a hacer reír, a trabajar, a moverme las 24 horas del día. Recobraré las fuerzas y las ganas de continuar. No, necesito prozac, conozco la cura: amar y ser amada, es lo único que quiero en esta vida pues es lo único que siempre me ha impulsado a hacer todo lo que hago.

Re-defino mi estado: Melancolía transitoria.


P.D. Y dicho esto, me voy a recoger el piso. Primer paso para la recuperación: mantenerme ocupada.

Sangre de mar

Tus palabras llegaron en el ansia de la espera
Llenando de nuevo el vacío al que acostumbro
Has despertado mi última sonrisa de la madrugada
Recordándome tu amor por mi escritura

He repasado tus últimas rimas
Y me he hecho protagonista de ellas
Desearía despertarme mecida en tus versos
Saboreando la sal de tus estrofas

Esta noche me dejaré arrastrar por las olas
Seré sirena en la arena de tus playas
Esperando el conjuro que me convierta
En el personaje principal de tu próxima historia

Mamita linda

Tus palabras, siempre tus palabras...
Tus versos, tus rimas
Tus cuentos en teselas
Tus sonrisas que nacen de las mías
Y a la inversa
Tu mirada, blanca y sincera
Tus manos, tus abrazos, tus besos
¡Hasta tus lentejas me alimentan!
Madre, te quiero

sábado, 22 de octubre de 2011

Ida y vuelta numerada

1. El frío llega empeñado en mantenerme caliente
2. Las nubes no tratan de ocultar mi sonrisa
3. El día se ha levantado optimista
4. A pesar de las dificultades
5. Seguiré en la senda
6. Dirigiéndome
7. Hacia...
8. Ti
8. Tú
7. Mira...
6. Sigue pensando
5. Mientras siga habiendo
4. Esperanzas en palabras quedas
3. Sonrisas, miradas y manos inquietas
2. Me empeñaré en dirigir mis torpes pasos
1. En la misma dirección en la que vayan los tuyos

Recuperada en versos sin rima

Las palabras caprichosas
Nos acercan y alejan
Disparan directo al alma
Desarmando el corazón

Veleidosas se disfrazan
Ocultando sentimientos
Y volubles como el viento
Nos transforman en la nada

Rechazo la futilidad
Pues no era mi intención
Reclamo la esencia
De lo no pronunciado

Liberaré en acertado
Cada pensamiento
Pues no quedan más
Que las intenciones

Le gritaré al viento
Que fuiste mío...
Que fui tuya...
Sin un solo beso

Reclamaré mi derecho
A recuperar la ternura
A cada paso
En cada verso

Rescataré mis anhelos
Volveré a decir «te quiero»
Cueste lo que cueste
A pesar de mis miedos

viernes, 21 de octubre de 2011

Alma mía

La una y cuarto y aún no habían abierto el acceso a la vía. Estaba en la fila, la cuarta o la quinta, dependía de si la señora con la chaqueta de cuadros que se había acoplado a mi izquierda se colaba o no. La gente se empezaba a impacientar, el tren seguramente llegaba con retraso. La chica que encabezaba el desfile de viajeros llevaba un buen rato intranquila. Miraba a todas partes, consultando el reloj y el móvil constantemente. Es fácil que esperara a su compañero de viaje y el retraso la inquietara, pero había algo más, una tristeza que asomaba tímida tras sus gafas de sol. Cuando la empleada de Adif le pidió el billete, ella se volvió una última vez a mirar a su alrededor y fue entonces cuando comenzó a llorar. Recogió el papel y accedió a las escaleras mecánicas tapando el reloj con la manga del jersey y apagando el móvil, rindiéndose a la inevitable ausencia de su esperada despedida.
Me retrasé, tal y como esperaba, la señora de cuadros se me adelantó y con ella toda su familia. Esperé con cierta impaciencia pues sentía una curiosidad, innata en mi alma de escritor, por saber de la chica. A media altura de descenso al andén la localicé, subió al vagón 4. Consulté de nuevo mi billete, perfecto, compartiríamos espacio y tendría ocasión de estudiarla con la prudencia de un espectador «casual».
Poco antes de alcanzar la entrada, pisé un agujero y mi tacón derecho salió disparado. No llegué a caer, pero el montón de papeles que llevaba en la carpeta mal cerrada cedieron y fueron a parar al suelo. El revisor entre medias sonrisas se acercó para ayudarme.
―¿Está bien señorita? ―Dijo mientras se agachaba a recoger algunos folios.
―Sí, no se preocupe. El único que ha sufrido daños ha sido el zapato.
―Tome, creo que están todos.
Le di las gracias amablemente y para evitar el bochorno de andar a dos alturas decidí poner de puntillas mi pie derecho e intentar disimular en lo posible el accidente. Quién sabe, quizá fui carne de cañón para algún otro escritor... Mientras recomponía los documentos, vi cómo un muchacho bajaba la escalera saltando de tres en tres los escalones, mientras escribía algo en un cuaderno. «Eso requiere concentración, dudo que ahora mismo fuera capaz siquiera de escribir algo sobre la marcha», pensé y reanudé mi camino deseosa de reencontrarme con la muchacha.
Llegué a mi asiento empezando a resentirme del tobillo. «¡Dichosos zapatos! Los tiro en cuanto llegue a casa». Ella estaba en el grupo de asientos junto al mío, pegada a la ventanilla. Miraba hacia fuera, todavía protegida por los cristales oscuros, disimulando como podía las lágrimas. Le ofrecí un clínex que tomó con agradecimiento, me sentía mal al verla tan pequeña en el asiento, casi encogida. «¿Estás bien?». Simplemente giró la cabeza a un lado en silencio. Le hubiera tomado la mano, le hubiera ofrecido mi hombro para llorar, pero me sentía violenta. Me senté a su lado, olvidando mi trabajo, por si necesitaba algo.
Ayudé a la pareja de ancianos que se sentaron frente a nosotras a subir la maleta, justo cuando me colocaba la chaqueta vi al chico pasar de largo corriendo. La megafonía anunció la inminente salida del tren. Ella apartó la mirada del cristal, secó sus últimas lágrimas y empezó a desenredar los cascos de su reproductor de MP3. Lo puso a todo volumen. Conocía esa sensación tan bien... El aislamiento forzado, la huida.
Alguien empezó a golpear la ventana desde fuera, era él. Había ida a buscarla, era su despedida, pero ella estaba concentrada en su música. La avisé.
Fueron solo unos segundos. Cuando todos nos volvimos hacia él, un guardia de seguridad lo cogió por la chaqueta y empezó a increparle mientras le empujaba de vuelta a la estación. Ella empezó a temblar, no sabía si levantarse, hizo ademán un par de veces, pero el forcejeo del chico y que el tren había empezado a andar hizo que se mantuviera en el sitio. Lo perdimos de vista. Silencio.
Fueron solo unos segundos después... Volvió a aparecer corriendo y en un último esfuerzo plantó la mano en el cristal y entre ambos una cuartilla arrancada de un cuaderno donde se leía en letras mayúsculas...


Mis pies en el metro

Una hora de trayecto. No había apenas nadie en el vagón. Viajé todo el tiempo concentrada en mis pies cruzados al final de mis piernas. Apenas consumí cuatro palabras con mi compañera de viaje, me costaba fabricar sonrisas; con la sensación de verme de nuevo alejada de la conversación, del momento, incluso antes, durante la charla en la cena. Solo fui capaz de coger la cámara e inmortalizar cualquier rostro que no fuera el mío, y de veras que lo siento más por mis amigos que por mí.
Volví a mis pies, a mis propios pasos, a la decisión que me había llevado hasta ahí. Me veía atrapada entre los hierros, en la necesidad de volver al silencio. ¿Quién soy? ¿Qué he hecho? ¿Podría haber salido peor?
"A ver, céntrate, mira las puntas de tus botas manchadas con la tierra de los jardines del Palacio Real, disfruta ese paseo de nuevo". Sí, esa era la opción adecuada, trasladarme otra vez a la buena compañía, a la charla sobre arte, a las miradas perdidas y... "¿otra vez miras el móvil?". Esperaba una llamada, por qué no.
Intentar averiguar cómo fue su tarde, si lo pensó tanto como yo... Él lo tenía más fácil: "El siguiente, por favor". Definitivamente necesito un trabajo ya, algo en que ocupar la cabeza. "En cuanto llegue cogeré el manual y me pondré a leer sobre mayúsculas y minúsculas".
"Minúscula" es quizá la palabra que mejor me defina... "No, céntrate de nuevo, ¡por Dios, si calzas un 41!"
Y vuelta al vagón. ¿Me dejarían viajar eternamente al precio de un único viaje? Cambiaría de asiento de vez en cuando y, quizá, cuando estuvieran todos desgastados y sin color me bajaría para descubrir hacia dónde me dirigen mis nuevos pasos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Codo con codo

A veces el amor surge en los momentos más inesperados: esperando el metro, saliendo del cine o trabajando codo con codo. ¿Puedes imaginártelo? Él sentado a su derecha, trabajando en el portátil, y ella, justo a su lado, en su ordenador. En algún momento, hace un rato, ha surgido la chispa y ambos, con sutileza, intentan evitar lo inevitable... El más liviano de los roces, uno solo es suficiente para encontrarse frente a frente, en silencio, adelantándose cada vez más lento y, justo cuando los labios de ambos están a punto de rozarse, él le da un beso de esquimal.

lunes, 17 de octubre de 2011

Si fueras poesía

Eres hombre por orden alfabético...
Agradable, bueno, correcto, discreto, expectante, fiel, guapo, halagador, inquieto, Javier, kilométrico, luchador, misterioso, natural, ocurrente, perfecto, quimera, respetuoso, sincero, tolerante, único, valiente, (con «w», «x», «y» y «z» no encuentro, lo siento).
Pero, ¿y si fueras poesía?

Hasta mañana

Me dijiste hasta mañana desde la puerta, asomando discretamente el tirante caído de la camiseta. Lo supe inmediatamente, lo leí en tus ojos. Esperé unos minutos que se hicieron eternos a que dispusieras la cama y descansaras tu cuerpo sobre ella. Me levanté sin hacer ruido, sin apagar el televisor. Me encanta observarte a escondidas mientras colocas la almohada y luego estiras tus brazos en un último intento de alcanzar las mariposas que colgué del techo.
Sé que te hacías la dormida. En tu boca asomaba una sonrisa entre tímida y pícara. No hizo falta más, esa noche fuiste mía.

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¿Cómo se reinventa una vida?
¿Cuánto se tarda en recuperar
La ilusión, la respiración, el aliento?
Oigo mucho hablar de sentimientos,
Yo misma escribo sobre ellos,
Pero cuando solo tienes un borroso recuerdo,
¿Cómo los reconoces de nuevo?

Hay que retomar la cartilla,
Aprender a escribir de cero,
Con mejor letra cuidando cada tilde,
Cada expresión para no entorpecer el argumento.

Tendré que acostumbrarme de nuevo
A que me sonrojen, a la sonrisa de tonta,
A las manos unidas y los besos inesperados.
Hace tanto... que dudo si recordaré cómo hacerlo.

No me vale lo de «tiempo al tiempo»,
Los segundos son solo eso.
Yo quiero retomar los placeres
De sentirme viva a cada momento,
Amar y entregar todo lo que tengo.

¿Pues qué es una vida sin sentir
Que puedes compartir todo lo bueno?

domingo, 16 de octubre de 2011

viernes, 14 de octubre de 2011

Auto-retrato complicado

Llorona, emotiva, sensiblera, soñadora hasta la extenuación.
La cara me delata, expreso demasiado sin decir palabra.
Intento aprender de mis errores y asumirlos, que por algo son míos.
Me gusta el chocolate hasta decir basta, y siento debilidad por los olores.
Guardo hasta el más pequeño detalle, por ínfimo que sea, que traiga un buen recuerdo: la entrada de la última obra de teatro, el primer dibujo de mi sobrino Carlos, un pendiente huérfano del otro...
Cualquier cosa me hace feliz: la sonrisa de un niño, un paisaje, una caricia.
Jamás he pedido regalos caros, las cosas se acaban rompiendo o perdiendo, prefiero la primera sonrisa del día o un abrazo a destiempo.
Me encantan los animales, hasta los polluelos y mira que son feos.
Visto «raro», como suele describirlo mi hermana, no sé de colores, estilos o modas, me pongo lo que me apetece, me gusta ir cómoda.
No sé llevar tacones ni vestido, no me maquillo ni madrugo.
En la cama me muevo mucho, me cuesta coger la postura,
hablo en sueños, ¡si hasta río y me despierto!
Ahora no tengo planes, no sé ni lo que haré dentro de un minuto.
Recuerdo siempre a mis seres queridos, los llevo muy dentro del alma.
Echo de menos muchas cosas, anhelo ante todo tener a alguien a mi lado.
Soy buena amiga ―creo― y a quien quiero lo cuido con esmero.
Generosa, bondadosa, educada, y tímida aunque alguno no lo crea.
Me cuesta decir ciertas cosas, abrir mi corazón porque está cansado de dolerme.
Siempre espero sinceridad, la necesito, no me gustan las medias tintas.
Para ser manchega no me van mucho las gachas; no tengo mal comer pero últimamente me falla el apetito.
Nerviosa, inquieta, siempre con una idea en la cabeza.
Empeñada en hacer sonreír siempre a todo el que me rodea.
Intento enfrentarme a mis miedos, pero no puedo evitar huir de las arañas.
El año pasado aprendí a nadar, pero no he vuelto a practicarlo.
Me compré una bicicleta, pero me sigue faltando el escudo antitortas.
Hablo por los codos cuando algo me entusiasma y guardo silencio por respeto.
Tiemblo cuando algo me altera y prefiero llorar a escondidas para que nadie sepa lo vulnerable que soy.
A veces deseo un destino incierto, otras que ya estuviera todo escrito para poder consultarlo.
De las taras genéticas no hablaré y quien esté libre de ellas que tire la primera piedra.

¿Quién puede enamorarse de alguien como yo?

Echando de menos

No debería repasar recuerdos ni rescatar fotografías. He dejado mucho en este tiempo y hay cosas que aún siguen doliendo. Porque no tengo niños, he querido y quiero a mis animales como si estos lo fueran, mimándolos y dándoles todo el cariño del mundo.
Se me ha roto el corazón al encontrar fotos de mi Peque, aquel gatín pequeño abandonado en una caja de cartón, asomándose por los agujeros que amablemente le habían dejado para respirar. Era lo más bonito que había visto nunca y me enamoré de él en cuanto me miró a los ojos con esa carita, de lado, como sonriendo. Solo estuvo conmigo un año, 365 días de lucha constante con la terrible leucemia que acabó llevándoselo de mi lado...
Y a Bichi, que no hace ni un año que consumió sus fuerzas, agotado por los años y la inconsciencia de un veterinario al que le importaba más ganar dinero que la vida del animal. A él lo disfruté durante 4 años entre juegos, risas y medicación. Menudo, siempre más ligero de lo normal, era la alegría de mi vida. Pero se fue entre mis brazos, sin que pudiera hacer más que llorarlo.
Me empeño en repasar los buenos momentos, esos en los que se echaban a mi lado, se quedaban dormidos sobre mi pecho o apoyando su cabeza en mi mano.
Ahora, en esta soledad forzada, pienso y repienso si hice lo correcto en cada caso. Creo que fueron felices, a mí me hicieron pasar muy buenos ratos. Pero... Si su recuerdo hace daño, ¿no sería mejor no haberlos querido tanto? ¿Se puede anclar uno a esos sentimientos sin esperar sufrir por ellos?

¿Algún consejo?

Quién sabe cómo nos hará actuar este sentimiento de mariposas alborotadas tan callado durante largo tiempo... Ni yo misma soy capaz de definirlo a pesar de creerme dueña de las palabras.
Hay muchas pistas que dirigen hacia un único término: la emoción, las expectativas, la sonrisa... Siempre la sonrisa, la tuya.
¿Hay alguna pauta para el primer encuentro cuando ya se ha iniciado en el orden inverso? Si hay palabras sabias que sugieran algo, serán bien recibidas, de momento habré de conformarme con la impaciencia.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Tu ausencia, tu regreso

Invierto el tiempo en cosas nimias, en lecturas más o menos entretenidas y escrituras apenas productivas. Acabé mi tarea, recogí el piso, planché la ropa y puse otra lavadora... Y sí, el tiempo pasa, pero sin poder evitar contar cada minuto del día a la espera de una mínima señal de vida.
Te mentiría si no dijera esto, pero son tantas las expectativas. Has curado una herida abriendo otra sin darte cuenta: tu ausencia pesa más que mi tristeza.
Soy experta en silencios, no te creas, y me he propuesto firmemente soportar este en el que me veo inmersa porque sé que a tu vuelta nos esperan sonrisas nuevas.

Con luz propia


Aquella mañana algo distinto adornaba la avenida principal, la gente con la que me cruzaba rebosaba felicidad. ¿De dónde provenía aquel sentimiento? Todos parecían estar contagiados por la misma enfermedad, manifestaban los mismo síntomas: el brillo en la mirada, sonrisas inmensas y manos entrelazadas. Parejas, padres e hijos, pequeños o mayores, todos parecían estar infectados por el extraño virus.
Según bajaba hacia la plaza, un olor dulzón fue haciéndose cada vez más intenso, hasta que al final di con la fuente. Allí estaba ella, joven, hermosa, desprendiendo una luz propia, el origen de todo aquello. El que se acercaba a mirarla quedaba prendado de su belleza y, al instante, solos o en compañía quedaban marcados por el don.
Sentía curiosidad, necesitaba verla, preguntarle el porqué de esa alegría. Ella, adivinando mis intenciones se volvió hacia mí y me dijo con voz cálida: «Simplemente estoy enamorada».
He de reconocerlo: el silencio no compensa a todas horas...

martes, 11 de octubre de 2011

Vivir en gélido

¿Cuándo llegará el otoño lluvioso y frío?
Mi corazón lo anhela.
¿Cuándo los abrigos y bufandas?
Necesito ocultar mi pena.
Espero con impaciencia el invierno
Para unirme a él hermanados
En congelar los sentimientos.
Apagaré la calefacción y tiraré las mantas,
Convertiré mi vida en gélida morada
Hasta que vuelva la primavera,
E ivernaré cual oso en mi álgida caverna
Hasta que la sensibilidad muera.

Si solo es cuestión de tiempo,
¿Cuánto habré de esperar el olvido?
Y si solo es cuestión de tiempo,
¿Debo mantener la esperanza
De ver nacer flores nuevas?

Silencio

Hoy no hay más palabras para cerrar el día que las que no tienen voz, aquellas que jamás volverán a salir de mi boca porque puse un muro entre ellas y vuestras pupilas. Volveré a guardar en ingratos secretos lo que me sigue doliendo y lo que siento en fervor. Y en esa dicotomía dejo para terminar la única palabra que mejor define mis sentimientos: silencio.

lunes, 10 de octubre de 2011

Desazón

Sssssss...
No más llamadas,
No más mensajes
Ni paseos.
No más palabras huecas,
Ni ánimos,
Ni esperanzas,
Ni música,
Ni malas noticias.
Estoy taaan cansada...
Tengo la horrible necesidad de estar sola,
De emborracharme,
De olvidarme de todo, de todos,
De irme lejos
Y no saber volver.
Liberarme de esta desazón que me ahoga,
Que me tiene atrapada
Qn pensamientos confusos.
Ahora solo quiero silencio.

Definición de enamoramiento

«Palabrotas»: según estudios, el hipotálamo envía mensajes a diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina. Hasta ahí bien. Cuando se produce en el cerebro la feniletilamina el cuerpo responde con la secreción de dopamina  (neurotransmisor responsable  de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer). También segrega norepinefrina y oxitocina y comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales. Serotonina, dopamina, endorfinas, oxitocina, vasopresina... y todo esto para resumir el estado de enamoramiento (previa consulta en la Wikipedia, claro). 

Anda, dímelo

Diré una cosa, solo una vez, lo he oído demasiadas veces y decirlo a la ligera hace que pierda su significado. No es algo sencillo, nunca es fácil.
―Dime.
Me gustaría, pero me da miedo y, a la vez, lo evita, es una locura. No puedo ocultarlo ni fingir lo contrario. El camino es largo, ¿lo has visto? Habrá dificultades, siempre las hay.
―Dime...
Dudo y no dudo. Ojalá hubiera un mapa que indicara la ruta, que explicara cómo superar los obstáculos. Esto es peor que escribir una novela.
―Niña, dime que me quieres.

Falsa intensidad


Las días se enlazaban con las noches por costumbre, continuando con la antigua tradición de no parar el tiempo. Pero las veinticuatro horas se me hacían eternas. A pesar del trabajo, de los intentos por mantener las rutinas, mi vida había dado un giro de 180º, algo inevitable cuando se pone fin a una relación intensa, repleta de sueños incumplidos, de intenciones silenciadas en el último rincón del armario. Durante años había aprendido a vivir a otro ritmo que no era el mío y, de pronto, algo vino a poner orden en el desorden desembocando en la inevitable separación. Me fui de casa dejando atrás todos mis recuerdos, las fotografías... Dejaba tantos años de compartir inútilmente. No hubiera querido que fuera así, rompiendo una familia, una historia aparentemente hermosa, pero a veces las cosas no salen como uno espera...

En los primeros días sentía la necesidad de hablar con alguien, de llenar ese vacío tan grande que me había quedado y entonces llegó él. Con una vida paralela a la mía, separado y con dos hijos. Me hablaba de ellos con pasión de padre, de su historia ya casi olvidada y de sus ganas de iniciar una nueva. Y surgió algo, un sentimiento hermoso y, a la vez, aterrador. Una extraña intensidad empezó a guiar mis pasos, mis decisiones, teniéndolo a él en cuenta para todo y me vi inmersa de nuevo en la misma marea, pero en distinto mar. Me llamaba a diario convirtiendo en sonrisas mi boca fría, planeando por los dos un devenir que, la principio, se me antojó perfecto. Me enviaba mensajes al móvil a cualquier hora del día, email cargados de propósitos ya conocidos y empecé a sentirme absorvida por un presentimiento, algo me decía que no era ni él ni el momento. Me asaltaron las dudas y puse nombre a lo que me conmovía: «falsa intensidad».

Le pedí que me concediera unos días para pensar y los fijamos de mutuo acuerdo: «Hablamos en un par de semanas». Necesitaba volver a mi espacio, a mi silencio, saber si le echaría en falta. Siempre recuerdo una cita de Jorge Luis Borges, Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única, y en poco tiempo supe que no tenía esa sensación. Después de unos días, había recuperado algo parecido a la normalidad. Volví a recuperar el sueño, los horarios, la dieta. Todo volvía a tener su sitio, a pesar de faltarme parte del corazón. Me di cuenta de que él no era, en realidad, la persona que estaba esperando.

A pesar de mi solicitud él insistía en seguir quedando, sin importar la hora, a cenar en familia, ir al cine o dar un paseo, cualquier excusa valía. Me sentía incluso molesta por tener que rogarle que cumpliera el acuerdo, de tener que silenciar el móvil para evitarle, pero la falsa intensidad me había mostrado la verdad: a veces se siente por la simple necesidad de cubrir una carencia sin ser objetivos.

Una amiga me dijo que en el amor no hay objetividad, que es algo absurdo mantener la cabeza fría cuando el corazón está caliente, pero ni eso sentía. Mi corazón latía tranquilo y nada lo alteraba.

Faltaban solo dos días para cumplir el plazo acordado. Casi le había olvidado cuando anoche, en medio de una conversación, sonó el teléfono con un número privado. Descolgué, era él:

―Hola cariño, estaba pensando... No sé, ¿te apetece ir mañana a cenar a ese restaurante chino que hay a la salida de mi trabajo? Pienso mucho en ti, en nosotros. Mi hijo el mayor ha preguntado por ti, le he dicho que cualquier día de estos te presentas con un Chupa Chups, de fresa, claro, que son sus favoritos...

Hablaba sin parar como si nada pasara, como si nos hubiéramos visto aquella misma tarde. Apenas me dejaba interrumpirle. Cuando hubo un silencio esperando respuestas a todas y cada una de las preguntas que me había hecho, solo pude decirle: «El miércoles hablamos».

Sé lo que es la falsa intensidad, la he vivido y no quiero caer en el mismo error dos veces.

domingo, 9 de octubre de 2011

Cita de William Blake



Ver un Mundo en un grano de arena,
Y un Cielo en una flor salvaje,
Sostener el infinito en la palma de tu mano,
Y la Eternidad en una hora.

WILLIAM BLAKE

La verbosidad de la espera

«Espera»...
... expectativa: esperanza, posibilidad.
... dilación: demora, tardanza, dilatación.
... aguardar: esperar, creer, dar tiempo, atender, respetar, detenerse.
... permanecer: mantenerse.
... quedar: estar, subsistir, concertar una cita
... aguantar: sostener, reprimir, contener.
... perseverar: mantenerse constante, durar permanentemente...
... confiar: dar esperanza, esperar con firmeza y seguridad.
... ilusionarse: forjarse ilusiones.
... desear: aspirar, anhelar, sentir.
... creer: pensar, juzgar, dar asenso.
... concebir: comprender, comenzar.

Cita de Safo



... dormirías sobre el pecho de una blanda amiga...
... yo te buscaba y llegaste, y has refresca­do mi alma que ardía de ausencia...

SAFO

La verbosidad del querer

«Querer»...
... desear: aspirar, anhelar, sentir.
... ansiar: desear.
... apetecer: tener gana de algo, gustar, agradar.
... aspirar: atraer, originar, pretender, inspirar, alentar, respirar.
... ambicionar: *ver ansiar.
... pretender: querer, cortejar.
... amar: tener amor.
... estimar: apreciar, juzgar, creer.
... adorar: *ver amar elevado a la enésima potencia.
... venerar: respetar.
... enamorarse: prendarse.
... decidir: resolver.
... disponer: deliberar, preparar.
... determinar: fijar, distinguir, resolver.
... procurar: conseguir.
... pedir: *ver desear, apetecer.

sábado, 8 de octubre de 2011

Quiero...

Vi tus ojos, derrotados de cansancio,
y aun así me reflejé en ellos.
Tu mirada, entre tímida y sentida,
dice «bastante» y me reconforta saber
que tus ojos dicen lo mismo que los míos.

Quiero conocer las palabras de tus manos,
intercambiar sentimientos en cada caricia.

Quiero leerte mis cuentos y recitarte poesías,
necesito tu risa que tanto me alimenta.

Quiero acompasar nuestros pasos
y dirigirlos en único sentido, siempre unidos.

Quiero compartir los sueños y despertar,
cada mañana, a tu lado sin importar la hora.

Y seguir ambos dictando entre palabras
una gran historia que aún está por escribir.

Para Ariola

Qué supone la distancia cuando tu corazón está junto a otro,
qué supone el tiempo cuando la brevedad se hace intensa.

El cariño rompe todas las barreras sin importar latitud ni longitud.
Allá dónde te halles mi cariño siempre irá contigo, mi querida Ariola.

viernes, 7 de octubre de 2011

A la tormenta


Se acerca la tormenta poderosa
Cargada de obscuras intenciones
A iniciar la batalla.

Resuenan a lo lejos soldados valientes
Dispuestos a empuñar las armas.

Tiene pendiente recuperar las plazas
Que le arrebató el largo verano,
Deseoso de recuperar su feudo
Anegando de vida los secos campos.

Volverá la lluvia y con ella la esperanza
De resucitar a los muertos caídos en desgracia.


Los girasoles

María había pasado los últimos años sumida en la tristeza. La suerte no había estado de su lado en ninguna de sus facetas: su pareja la dejó por otra, se había quedado sin trabajo y había perdido a uno de sus seres más queridos. «¿Puede ir peor?», se preguntaba constantemente.
Aconsejada por su familia, decidió vender su piso en la capital y trasladarse de nuevo a su pueblo de origen. Pero la sensación seguía siendo la misma, se sentía una extraña allá donde iba, había estado muchos años fuera y no conocía a nadie, salvo a los más cercanos y algunos amigos de la infancia. Todos tenían ya su vida hecha y ella, en la soledad de un piso alquilado, se sentía sin historia propia.
Una mañana, paseando con su madre por la calle principal, se cruzaron con una pareja de ancianos que iban cogidos de la mano, dedicándose sonrisas a cada momento. Su madre le contó que ambos eran viudos, se habían conocido en las clases de baile de salón hacía cinco años y desde entonces se habían hecho inseparables. Tuvo la necesidad de volver atrás en sus pasos, de volver a encontrarlos pues la sensación fue tan hermosa, tan esperanzadora que a partir de ese momento decidió iniciar una nueva vida.
Los comienzos no fueron fáciles. Había olvidado rápidamente los horarios y las rutinas, apenas le quedaba nada de su pasado que quisiera mantener al día. Lo único a lo que se sentía realmente unida era a sus cuentos, a su afán por la escritura. Permanecía horas sentada delante del ordenador escribiendo pensamientos, ideas sueltas, inconexas, pero que ella le servían de liberación. Con el tiempo buscó nuevas obligaciones con las que cumplir, recuperó el orden del sueño y la necesidad de la responsabilidad. Empezó a cuidarse con más esmero, manteniendo todo lo que le rodeaba con la misma alegría con la que intentaba comenzar cada mañana. Compraba flores y las repartía por todas las habitaciones, abría las ventanas para dejar entrar el aire aunque fuera frío, necesitaba tanto sentirse viva...
Apenas unos meses después, María volvía a ser ella misma. No había conseguido recuperar toda la alegría que antes tenía, pero sus ojos ya no transmitían aquella lejana tristeza, había vuelto a vestir de colores y se sentía mejor, más segura, aunque seguía echando el falta la compañía, el cariño, tener a alguien a su lado que le hiciera sentir más plena.
Celia, su mejor amiga desde la infancia, decidió que era el momento de buscarle una pareja y empezó a ejercer de Celestina. Invitaba a María a acompañarla cada vez que salía a tomar un café o unas cañas. Le presentaba a sus amigos, previa selección, con intenciones que nuestra protagonista ya conocía. Después, en las charlas a solas, reían conversando acerca de las citas. La intención de su amiga era buena, pero ella tenía demasiado miedo para volver a entregar de nuevo su vida a otra persona. A pesar de su juventud, las inseguridades, tanto tiempo arrastradas, habían hecho mella y le era difícil deshacerse de ellas.
Una mañana, cuando se disponía a salir de casa, encontró junto a su puerta una rosa con una nota. Se quedó quieta, sorprendida. Recogió la flor y leyó en alto: «Tienes la sonrisa más hermosa». Sin firma, aquello hizo sonrojar sus mejillas y despertar una sonrisa. Volvió al interior y colocó la rosa con cuidado en un vaso con agua. La nota la guardó en la cartera. El resto del día pasó como cualquier otro, pero cada vez que encontraba un momento, estuviera donde estuviera, sacaba la nota y la releía. «¿Quién será?», se preguntaba.
A la mañana siguiente se encontró con otra sorpresa, esta vez era una margarita y en la nota ponía: «Tienes la mirada más intensa». María salió hacia el rellano de la escalera esperando encontrar al autor, pero no había nadie. Colocó la margarita junto a la rosa que aún lucía con intensidad y sacó la dedicatoria del día anterior para comparar la letra, no había duda, se trataba de la misma persona, pero de quién...
Recibió flores, cada una distinta, durante días, cada una con palabras nuevas, cada cual más hermosa que la anterior. Compró un florero más grande y dejó de guardar las notas en la cartera; las puso todas por orden sobre el corcho de su despacho, cogidas con chinchetas del color que le correspondía a cada flor que su admirador secreto fue dejando.
¿Cuándo acabaría? ¿Cómo acabaría? María deseaba cada vez más conocer a la persona que le había hecho recuperar la sonrisa que la acompañaba hasta el día siguiente con la esperanza de encontrar un nuevo detalle. Decidió tomar la iniciativa. Una noche, antes de acostarse, dejó en la puerta de su casa, pegado al pomo un possit en el que simplemente ponía: «Mis favoritas son los girasoles pequeños». A la mañana siguiente salió aún en pijama hacia la puerta, pero no había nada, solo su nota colgada. La recogió con cierta desilusión, con tristeza y volvió a su rutina, haciendo un esfuerzo por olvidar. Aquel día se hizo el más largo en mucho tiempo, empezó a dudar de su idea. «He sido una estúpida, no debí hacerlo».
A la mañana siguiente, poco antes de su hora de salida, llamaron al timbre. Pensó que sería el cartero y abrió el portal  sin preguntar. Apenas un minuto después sonó el timbre de su puerta. Cuando abrió, un enorme ramo de pequeños girasoles apareció frente a ella. Tardaron unos segundos en reaccionar. Él apartó las flores y ella, sonriendo, le invitó a pasar.

Recuperando la sonrisa

Después de unos días de desidia he encontrado el tratamiento adecuado por prescripción médica... Recuperar la sonrisa, amplia, de esas que duran todo el día y se extienden a la noche a pesar de estar dormida.

jueves, 6 de octubre de 2011

Cargando las pilas

Ya sé que es lo que falla en mi ecuación: la música. Ayer en mi desvelo busqué algo distinto, he dejado de oír tristezas y me he pasado a las lindezas. A eso de las tres y media de la madrugada me levanté de la cama, cansada de dar vueltas, y me puse a bailar con los cascos puestos (solo lo siento por los vecinos de abajo, pero no fue nada de flamenco así que supongo que no se enterarían).
Qué torpe he sido, en los momentos de bajón no corresponden más coplejas ni melancolías. Así que se aceptan sugerencias :-)

Querido Antonio

Haciendo cuentas son ya trece años los que te conozco. Desde el primer día de clase conectamos, ¿recuerdas? Estuvimos juntos los tres años de carrera compartiendo lo bueno y lo malo, los refrescos en cafetería, los nervios en los exámenes...
Después fuimos cada uno por nuestro lado, pero sin dejar de vernos, compartiendo proyectos e ilusiones nuevas en un café, un paseo, una cena... A pesar de la distancia, siempre conseguimos robar un rato para decirnos secretos al oído, para llorarnos penas y reírnos juntos.
Te conozco bien, te quiero a pesar de los defectos (los tuyos y los míos). Eres y siempre serás un gran amigo con un gran corazón. Y ahora, entre tu nueva vida y la mía, siguiendo en esos caminos separados y con más dificultades para vernos, seguiremos compartiendo secretos, llantos y risas como siempre.
Te deseo lo mejor, tú puedes, siempre has podido, solo te falta ese pellizquito de fe. Si me dejas, te lo doy un día de estos :-)
Te quiero y siempre te querré.

Síntomas


Abatimiento.
Dudas constantes.
Cansancio generalizado.
Inapetencia, Insomnio.
Necesidad constante de llorar,
por cualquier motivo o sin razón.
Tendencia al aislamiento.
Palabras con cuentagotas,
con ánimo fingido para no contagiar
esta dolencia insolente.
Viviendo solo dos horas al día.
¿Qué me pasa doctor?

Espero con impaciencia...
... la lluvia que nos negó Septiembre, quizá la tibieza de sus caricias calmen este dolor.
... el cariño que apacigüe mi desdicha y despierte sentimientos a flor de piel.
... las palabras adecuadas, unas manos que tomar, alguien a quien amar.

¿Cura la aspirina mi padecimiento? Es lo único que tengo en el cajón.

Mi definición de «poema»

 Un poema es la expresión perfecta del sentimiento que de otra forma jamás seríamos capaces de comprender...

(Inspirado en la definición de T. Tranströmer: «Un poema no es otra cosa que un sueño en la vigilia»).

Gracias Clarisa :-)

Ahogamiento por tristeza

Cuánto se puede llorar, ¿es que no se agotan las lágrimas? ¿Tantas tenía atrapadas? Empiezo a inundar el piso sin darme cuenta... Empecé notando la humedad recorriendo mi cara, mi cuerpo hasta llegar a los pies con un escalofrío extraño. Cuando empecé a chapotear en mi propia tristeza decidir llorar lágrimas cálidas, ayer derramé tantas... Pero no frenó la crecida, mi mar empieza a cubrirme las rodillas, se hace difícil avanzar.
Empezaré a buscar el flotador y a sustituir el pijama por el bañador. No vale de nada de nada limpiar los desagües, están atascados con palabras malditas, no dichas ni pronunciadas, de esas que se escapan en los suspiros.
No sé cómo acabará este anegamiento, ¿acabaré ahogándome en mi propia tristeza entre aguas templadas?

Atontaciones

Para empezar el día repaso el anterior y obligatoriamente debo de llamarlo «atontaciones» porque son algo más que simples anotaciones...

  • Llorar de emoción por «algo indefinido, hermoso, pequeño pero intenso».
  • Reclamar el único y verdadero significado de las palabras.
  • La necesidad de seguir castigando mi cuerpo, mi boca, mis oídos, mi corazón...
  • Dormir solo dos horas hace que el día sea aún más largo de lo que ya es.
  • Ser incapaz de centrarme por tener la cabeza en otro sitio sin saber cuál es.
  • No tener planes para hoy ni para mañana...
  • El miedo repicando insistente que me impide tomar decisiones.

Desvelo entre dudas

Un nuevo desvelo ha venido a robarme el sueño.
Pensé que eran las heridas que no terminan de cerrar,
Quizá la pena que aún perdura a pesar de la distancia.
Pero no, esta vigilia es distinta, inusitada,
Porque alguien me dijo algo inesperado.
Y ahora, sin poder conciliar con mi narcosis
Me debato en lucha contra mis sentimientos.
Si alguien conoce el remedio para amainar la batalla,
Para volver al silencio, a la palabra escrita,
Por Dios que lo diga, que este arrebato me tiene encendida.
Necesito un descanso, solo un minuto,
Para recuperar mi vida perdida entre dudas.
Me castigo con la suma de mis palabras,
intento matar sentimientos a cañonazos,
pero siempre fallo mi objetivo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

En requerer

Alimentando mi alma de palabras ajenas,
Encontré un «te requiero» que me llegó al alma.
A veces quisiera ser el blanco de tales intenciones
En versos o prosa definida,
No soy exquisita en tales menesteres.

No recuerdo ninguna carta de amor
En la que fuera yo la protagonista.
Y quisiera tanto que me quisieran,
Que me dedicaran las estrellas...
Pero aguardaré tranquila que todo llega.

Llorando

Se puede llorar por muchas razones...
Últimamente lloro a menudo, llevaba mucho conteniendo tristezas. Motivos hay muchos... El adiós, las no-despedidas, los recuerdos rotos, la nostalgia.
He redescubierto un motivo más: la emoción. Pero no una cualquiera; una que nace del corazón, esa que pone el vello de punta, que recorre el cuerpo con un escalofrío dulce, la que despierta una canción especial, una mirada, una sonrisa, la compañía de aquellos a los que quiero (con o sin locura).
Son esas lágrimas que surgen de palabras ajenas, de manos limpias, de intenciones blancas. De invitaciones que solo el tiempo hará realidad, de planes, de sueños...
Esas las guardo para rescatarlas en los malos momentos, para que me ayuden a recuperar las sonrisas tan necesarias.

Nuevas anotaciones

Por orden:
1.- Nuevas tareas, nuevas ocupaciones.
2.- No soy un monstruo ni mala persona.
3.- Giro de 180º, sin prisa pero sin pausa.
4.- Poniendo nueva banda sonora a mi vida.
5.- Continúa la cuenta atrás, cada vez con más expectación.
6.- La esperanza de que escojan mis escritos en algún concurso.
7.- Seguir escribiendo, sea lo que sea, hasta anotaciones mínimas.
8.- Desnudarse por el pasillo tiene su encanto.
9.- Ocupar toda la cama, aunque sea pequeña, me hace sentir la reina de mi casa.
10.- Enviar besos que siempre alimentan :-)

Hay más, paciencia, que todo llega.

Reflexiones sobre el tiempo

De las 24 horas que tiene el día me quedo con las primeras...
Porque el día empieza de noche, ahora empiezo a entenderlo.
Acostarse con una sonrisa en la cara y despertar con ella al día siguiente
Es señal inequívoca de que algo va bien.
Lástima que el resto sean taaaaan largas.
Y de ellas siempre rescato los paseos,
Las charlas con mi familia ―que alimentan como la poesía―
Y algún que otro momento en que curo mi autoestima.
Si pudiera cambiaría la concepción del tiempo...
¿Acaso nunca te han dado un beso o un abrazo que debían ser eternos?
¿Por qué no detener el reloj justo en el instante en el que te dicen algo hermoso?
Sí, ahora entiendo eso de «aprovechar el tiempo»,
Disfrutar cada momento ―si es intenso― se hace indispensable.
Unas pocas horas enriquecen el resto.
¡Y porqué no decirlo en verso!

Te echo de menos

Echo de menos tus palabras,
tus canciones,
tu risa,
a ti.

martes, 4 de octubre de 2011

Palabras malditas

Tengo y no tengo nada.
... Una esperanza tan pequeña
Que apenas alcanzo a verla.
... Nostalgia por recordar los sueños
Que ni siquiera sé si fabrico.
... Palabras que se atascan
En el cielo de mi boca.
... Una historia acabada,
Otra por empezar.

Vuelvo de nuevo a la desidia de los recuerdos,
Que alimentan su boca y revuelven mi cuerpo.

Ya no quiero pensar,
Me he cansado de repasar los motivos
Que me han llevado a este folio en blanco.

Ya no quiero sufrir la soledad,
Tu soledad tan compartida.
Prefiero este nuevo espacio
Por escribir en nuevos versos,
Que ahora solo me sale poesía...

... Sin rimas, sin ritmos,
Como los latidos del corazón dormido.
... Con lectores traviesos
Adivinando dedicatorias.

Y si solo me quedan palabras
¡Malditas sean!

Olvidaré mi nombre

No te vayas...
Espera, no sé bien el qué,
Supongo que a mí.
Espérame.
Necesito la risa que nace de la tuya,
Eres un misterio por desvelar.
Despiertas sentimientos olvidados.
Busco la letra de todas tus canciones,
La estrella que ilumine tus noches
Para entregarte mi vida,
Tal y como dicta Pablo Alborán.
Déjame desenredar tu pelo,
Leerte mis poesías,
Entregarte cada palabra
Que ahora son tuyas.
No te vayas, 
Aún tengo mucho por escribir,
Los bolsillos repletos
De amor y buenas intenciones,
Son tuyas si las quieres.
Y si te vas...
Llévate mi nombre,
Yo lo olvidaría para siempre.

Viviendo atrapada

Vivo atrapada entre cuatro paredes.

Con mi mirada al frente, apenas me reconozco,
con la tristeza flotando a mi alrededor,
con la muralla de mi boca cerrada,
atrapada entre palabras no dichas.

A la espalda, mi figura se desdibuja,
llevo una pesada carga, como losa,
abriendo antiguas heridas,
anclándome a la marea caprichosa.

Ofrecería mi perfil bueno, pero ya no tengo.
Soy dos personas a cada lado,
intentando huir cada una en opuesto
rompiéndome el alma en dos.

Vivo atrapada entre mis cuatro paredes,
cayendo sobre mis pies como una madeja,
deshaciéndome a cada paso en tejido maltrecho.
Vivo atrapada en mí misma.

Primeras anotaciones

Solo anotaciones en mi particular cuaderno en blanco:

  • «guisante» y «movida», quedarán para siempre como término médicos aceptados.
  • «expectación», para darle un toque curioso a mis días.
  • «insomnio», espero que pasajero.
  • «las palabras», siempre esenciales, bien escogidas, con el toque literario fluyendo por mis versos, por mis cuentos.
  • «silencio», constante y necesario.
  • los atardeceres de este particular otoño.
  • una llamada perdida.
  • alguna que otra promesa por cumplir.
  • amanecer mañana con la firme intención de hacer bien la tarea.
  • «reír», aunque sea a última hora del día.
  • una ¿inesperada? cuenta atrás que alarga cada segundo.
  • comprar un bolígrafo de cualquier color.

Esperando la inspiración

Llevo los bolsillos llenos de versos,
de palabras calladas, ahogadas de silencio,
que insisten en salir en armonía,
escritas en rimas dedicadas.

En el derecho guardé lo justo
para saciar mi sed y calmar mi hambre.
En el izquierdo, solo pasiones quedas
que desean cobrar formas nuevas.

Pero, ¡Ay de mí!
Con el paso del tiempo y el olvido,
el peso de las estrofas
ha roto el fondo de romances.

No sé qué persiste, no estoy segura.
Quizá solo intenciones en semilla
aún por florecer como las mejores rimas.
Espero expectante la inspiración.

Todo llega en el momento más inesperado.

lunes, 3 de octubre de 2011

Solo unos versos

Me ha sabido a desaire, su desaliento, su mirada esquiva.
Ha pasado por mi lado y sus ojos simplemente se han apartado
sin añadir siquiera un abrazo a la despedida.

Hubiera bebido los vientos por él
hasta emborrachar todos mis sentidos.

Hubiera dado mi vida si me la hubiera pedido.

El sonido de mi voz

Te hablaré de cómo el silencio fue haciéndose fuerte a mi alrededor,
de cómo se fue comiendo la obscuridad descubriendo otra realidad,
paralela, confusa y a la vez hermosa, que me hizo ver que había otro camino,
no sé si a la verdad, si a un desafío aún por descubrir. Solo sé que ahí está,
que ahí estoy yo, que me he atrevido a dar un paso hacia el vacío.

Te hablaré de cómo el silencio se hizo íntimo amigo mío,
de cómo sus palabras sonaban aún más fuertes que las mías
porque por mucho que quisiera gritar pidiendo ayuda
nadie se dio cuenta de que estaba allí, sola, sentada en cualquier rincón,
esperando una caricia, una muestra de cariño. Habría bastado con tan poco...

Te hablaré de cómo el silencio fue mi único alimento durante mucho tiempo.
De cómo frito, vuelta y vuelta, pasado por agua o solo en remojo,
sin aderezo ni otros elementos, era mi único sustento. Y vivir del aire,
sin más motivo ni adorno, sin besos y ni amor, es como morir de inanición.
Jamás supe de nadie que muriera de silencio, pero todo es ponerse.

Te hablaré de cómo el silencio es mi nuevo compañero de piso,
pues inseparable en mi vida, mi cama y mi plato, es ahora mi único amante.
Aprendí a disfrutar de él, de todo lo que no da, del tiempo que me ahorra,
olvidando palabras malsonantes y recordando que aún queda vida.
He descubierto mi voz y lo sé, ahora lo sé... es hermosa, siempre lo fue.

Love song


Sobre la mesa encontró una nota que ella dejó antes de marcharse:
«Encontrar la palabra adecuada, una canción, una imagen... con la única intención de hacerte sonreír; es tan fácil estar cerca de ti. Casi puedo oír el eco de tus pasos acercándote, sentir tus brazos rodeándome para robarme un beso... Te lo daré si me lo pides».
Solamente habían compartido el café, previamente toda su vida por escrito, después algún cariño furtivo y una despedida inevitable. Ambos reanudaron su vida esperando la señal para volver a encontrarse, hasta entonces los atardeceres pintarían a placer el final de sus días.

sábado, 1 de octubre de 2011

El plan


Me iré. Mi plan se está cumpliendo.
Me esforzaré en olvidar las sonrisas, todas,
Hasta las que nacieron de las mías.

Guardaré cual tesoro cada abrazo,
Cada beso de mi madre y de mi hermana,
Cada detalle de aquellos a los que amo.

Me llevaré en un bolsillo
Tus miradas reclamando mi boca,
Tendiendo tu mano para rozarme al pasar.

Me inquieta no saber qué será de ellas,
Perder el sonido de su ronroneo en el tiempo
Sería como perder mis sietes vidas de un tiento.

De las pequeñas, su dormir enroscado
Y la dulzura de su silencio,
Quedarán en mi corazón grabado.

Sí, el momento se acerca.
Esperaré a la primavera para cerrar la maleta
Atorada de recuerdos, mentiras y verdad.

Cerraré de olvidos los candados
Que marcarán el paso obligado
Hacia el final, mi final.

Lloraré no haber combatido en la batalla
Cual digno caballero y portaré por siempre
La vergüenza en la rendición del velo.

Aún quedan largos días para que vuelva la luz.
Aún alguna esperanza por desentrañar.
Aún queda mi sombra y quedas tú.

Si llega de nuevo la noche al día
Antes de haber recuperado mi nombre
No habrá vuelta atrás. Mi plan corre.