jueves, 22 de julio de 2010

El mercado de abastos

Regreso al mercado de abastos. Majestuoso gigante compartiendo la plaza junto al Ayuntamiento y el Pasaje, y al frente, cerrando el cuarteto, a Don Quijote y Sancho.
Ese lugar, aunque renovado, sigue siendo uno de los vínculos a mi infancia...
Regreso como respuesta a la llamada de un amigo preguntando por los sentimientos que aquel lugar me infunde. Atravieso sus puertas y algo cambia: su luz, el decorado, la pintura en las parades..., pero la esencia permanece. Avanzo por los pasillos viendo las mismas caras, ―más viejas y ajadas―, pero amarradas a la misma mirada, a la misma sonrisa... Los olores, los colores, las voces de oferta. Y me miro y soy yo con 8, 9 ó 10 años, con la lista de la compra en una mano y apretando las perras en la otra para no perderlas.
Visitar este lugar es volver a mi pasado y, a veces, es necesario.

Se nos ve en la cara

Lucas y yo quedamos esa mañana para ir juntos a la oficina de trabajo a solicitar las prestaciones por desempleo. Íbamos a primera hora para evitar las eternas colas que se formaban a la hora de pasar el control del paro.
Cuando llegamos al edificio ya había bastante gente esperando en la puerta y como si se tratara de las rebajas, en cuanto abrieron las puertas, todos corrimos hacia dentro como desesperados. Buscamos la ventanilla correspondiente; según los carteles luminosos, había una donde rezaba: «Prestaciones por desempleo aquí», y para allá nos fuimos.
Éramos los primeros en la cola. Justo cuando una señora habría la ventanilla, el texto del cartel cambió: «Prestaciones por desempleo, ventanilla 2». Obedientes, nos trasladamos a la ventanilla 2. Allí el funcionario nos pidió un documento que no teníamos y automáticamente la indicación volvió a cambiar: «Prestaciones por desempleo incompletas, ventanilla 6». Medio refunfuñando nos trasladamos a la ventanilla. «A la tercera va la vencida», pensé. Pero no, ni tercera ni cuarta ni nada; estuvimos toda la mañana allí, de funcionario a funcionario, de ventanilla en ventanilla... Y es que la frase cambiaba cada vez que la leía; está claro, el luminoso debía tener trampa.
Después de tanto rotar, de tanto esperar, nos cansamos y nos fuimos a casa.
―Estoy seguro de que había alguien observándonos, cambiando los mensajes.
―Sí, se nos ve en la cara que íbamos a pedir las ayudas. Ya lo dice el refrán: «Contra el vicio de pedir, está la virtud de no dar».

Aprender jugando

La semana pasada murió Carlitos, mi hermano pequeño. Mi madre, en un vano intento de quitarle importancia al asunto, me contó la historia de que se había ido volando por el balcón con su disfraz de Superman, ―detalle que a mí me vino estupendamente―. Creo que alguien debería decirle a mamá que, aunque tenga solo siete años, me entero de las cosas.
Ya lo dice mi profe del cole: «También se aprende jugando», y a mí esto de experimentar me está empezando a gustar. La semana anterior oí en la tele una noticia que hablaba de la resistencia de los niños ante grandes caídas. Casualmente vi de pasada una película que iba de algo parecido, se llamaba «Piel dura». En la peli un niño se caía desde un noveno piso y salía completamente ileso del accidente.
Aquella tarde fatídíca, Carlitos corría pasillo arriba, pasillo abajo, con su recién estrenado disfraz. Le propuse un juego y accedió, pero algo salió mal: murió. Está claro que algo falló en mi experimento. He llegado a la conclusión de que el próximo «conejillo de indias» debe ser menor de tres años; de momento, la altura del piso se cumple sin problemas.

Juan y Juanito

A Juan le resultaba agradable salir de paseo hasta en los días más desapacibles. Esa mañana hacía mucho frío, pero necesitaba salir a dar su vuelta diaria, cumplir con la rutina para no verse siempre encerrado entre sus cuatro paredes. Se colocó el traje de los domingos y dispuso al ama de llaves para que preparara a Juanito, su mascota.
Ya en el parque, la poca disposición de su «pupilo» a continuar con la marcha llamó la atención de los que allí estaban. Juanito había parado el paso y no dejaba de quejarse de lo cansado que estaba.
Al otro lado del jardín, discutían las dos policías que desde el fondo observaban la escena con cara de incredulidad.
―¡Qué descaro tiene el loco del pez! Sacar así a su mascota, con el frío que hace hoy. No sé en qué estaría pensando.
―Hija, todos tienen derecho a salir a la calle.
―Y míralo, así sin tapar ni nada, metido en su pecera con el agua a temperatura ambiente. Y el otro con gorro y abrigo, ¡qué exceso!
―Para que luego digan que se parecen las mascotas a sus dueños, no será en la igualdad de condiciones a la hora del paseo.
―Pues no sé si habrá fijado, pero a la entrada del parque hay un cartel donde dice bien claro: «Prohibida la entrada a humanos».
―Entrar, lo que se dice entrar, no ha entrado. De momento solo están dando la vuelta por fuera.
―Bueno, tú estate pendiente por si nos toca ir y llamarle la atención.
Las dálmatas, miembros de la ley y el orden, no terminaban de acostumbrarse a los caprichos de las mascotas humanas.

martes, 20 de julio de 2010

Los pilares de la amistad

Sinceridad.- de los términos «sin» y «ceridad», dícese de la relación que no desea cera para corregir sus imperfecciones.
Humildad.- del latín «humilis», dícese de la persona baja, cercana, sin más aspiraciones que llegarnos a la altura de los talones.
Generosidad.- dícese de la persona que muestra completo desinterés por los demás.

AMISTAD.- del latín «amicus», relación entre dos personas o más derivada del esfuerzo por corregir las irregularidades, las bajezas y el desinterés de los unos por los otros.

A la cuarta va la vencida

Sabes que te quiero, lo sabes, ¿verdad? Pero debes entender que nuestra relación está basada únicamente en la amistad, y te juro que para mí eres mi mejor amigo, el mejor que se puede desear. Yo es que era muy joven cuando te conocí, cuando nos casamos; tenía la cabeza en otro sitio, estoy segura, y confundí la amistad con el cariño, por eso te digo...
Esta es la última vez que te soy infiel, te lo aseguro. Tú eres la mejor persona del mundo, quien mejor entiende mis problemas, mis necesidades, y sabes que yo sigo, a pesar de ti, buscando a mi «príncipe azul».
No te enfades, si yo te quiero, te lo juro, pero es que no eres del color indicado. La primera vez que te puse los cuernos lo hice para probarme a mí misma lo mucho que te amo... y no hicieron más que confirmar lo que ya sospechaba: eres mi mejor amigo. La segunda debo reconocer que fue porque me picó el gusanillo y es que Gaspar está muy bueno, lo siento, es así, tú serás mi mejor amigo pero hace ya algún tiempo que asoma barriga cervecera, poco estética para mi gusto. La tercera vez pensé que sería para siempre, pero el muy idiota está casado. Y ahora, a la cuarta, va la vencida.
Perdona, pero he de reconocerte que te he sido infiel.

Casa con vistas

Álvaro llevaba mucho tiempo dándole vueltas a una idea: quería independizarse, se había cansado de vivir con sus padres y es que ya con 45 años iba siendo hora de vivir por su cuenta.
Miró y remiró ofertas en inmobiliarias, la web, los anuncios de particulares... y nada, todo se salía del presupuesto. Además él no quería cualquier cosa, estaba acostumbrado a amplios espacios y habitaciones con mucha luz.
Un día de playa empezó a escarbar en la arena sin una idea concreta, simplemente sacaba arena del mismo sitio y le daba forma en otro. Pensó entonces, «¿Por qué no construirme un castillo de arena a mi medida?», porqué no. Allí había mucho espacio, mucha luz, sería el primero en ver amanecer y el último en ver llegar la noche. Tendría brisa fresca todos los días y siempre el mejor sitio en la playa.
Empezó por el salón para poder invitar esa misma noche a sus padres a cenar en su nueva casa.

Lemuel Polo o Marco Gulliver

Marco Polo, el famoso explorador veneciano, tras viajar por la ruta de la seda a China y volver contando fantásticas historias, fue apresado y llevado a prisión tras diecisiete años de aventuras. El encierro fue terrible para él y tras varias semanas decidió escapar de la cárcel.
Un buen día, mientras los guardias andaban despistados, Marco aprovechó para arrastrarse entre los barrotes de la puerta del huerto y echó a correr campo a través. Al llegar al acantilado, sin pensarlo dos veces, se lanzó al mar.
Hay quien lo dio por muerto, pero muchos dicen que tomó el nombre de Lemuel Gulliver y volvió a embarcarse con rumbo hacia nuevas aventuras. Incluso hay quien asegura que fue él quien encontró el Dorado...

El extraño caso del vuelo JK 450


Oscara era una gatita blanca de un año con penetrantes ojos azules que un buen día apareció en el avión de Spanair que cubría el trayecto Madrid - Barcelona, alguien debió olvidarla y como nunca conseguían atraparla, la tripulación decidió adoptarla mientras no molestara a nadie.
Rafa, el azafato, le puso el nombre de aquel gato del geriátrico de Rhode Island por su extraordinario parecido; como resultó ser hembra, le añadió la «a» al final para zanjar el problema. Y fue precisamente él el primero en caer en la maldición... La misma tarde de su muerte, Oscara había estado durmiendo plácidamente sobre su regazo; cuando Rafa bajaba del avión, tropezó en el tercer escalón y la caída fue fatal.
Todos pensaron que quizá se repetiría la historia de aquel extraño gato, pero también podía ser casualidad. El pasado sábado leí en el periódico que el vuelo JK 450 tuvo un accidente donde el único superviviente fue una gata de penetrantes ojos azules.

De paseo por Ikea

Ese sábado no teníamos nada que hacer y decidimos coger el coche e irnos «de excursión» a Ikea. Me encantan los grandes centros comerciales y, sobre todo, este que tiene de todo y a buen precio, del que siempre sales comprando algo de lo que necesitas y mucho de lo que no.
Nos encontrábamos paseando cual domingueros por el pasillo número 4, en la sección de muebles de baño marca Godmorgon, ideal para aseos por los que pasa un alto índice de tráfico humano. Mi marido, Manuel, como buen ingeniero que es, se acercaba a los muebles y abría todos los cajones, observaba los detalles de la instalación y, si podía, hasta lo desmontaba para volver a montarlo después y saber así si era o no el ideal.
En una de estas «pruebas de resistencia» ―y lo digo más por mí que por el mueble―, Manuel se quedó paralizado mientras miraba al frente cual espejo inexistente. Alguien, al lado opuesto del expositor, también se había quedado perplejo al verlo. Eran como dos gotas de agua, altos y delgados. Llevaban el mismo corte de pelo, modelo de gafas y una ropa muy parecida. Ambos levantaron lentamente la mano y se saludaron amablemente.
De las muchas ideas que me rondaron es que podrían ser hermanos, separados al nacer en plan «peliculero», o quizá un doble de esos que dicen que circulan por el mundo. Los dos sonreían como niños hasta que al fin Manuel rompió el hielo y empezó a hablar:
―Hola, mi nombre es... es. ―Arrancó entre balbuceos y antes de que pudiera acabar el otro hombre empezó a hablar en un idioma incomprensible.
Automáticamente los dos callaron, se saludaron de nuevo y continuaron con sus quehaceres con si nada hubiera ocurrido.

domingo, 18 de julio de 2010

Tu poesía me alimenta


Sabes que tus besos me saben a versos,
tu cariño a poesía que me alimenta
y en cada caricia, en cada abrazo,
escribes el soneto más perfecto.

Tú, escritora de sentimientos,
eres madre de todas mis rimas,
eres la elegía más hermosa,
hasta en la tristeza me consuelas.

Caminas entre olas de palabras,
eres la sal de la mar dando sabor
a todo lo que nos rodea, a cada línea
que dictas con tu inspiración divina.

Alimentas mi espíritu en madrigal
y regalas las miradas más profundas
en cada juramento definido,
en cada punto y aparte,
en cada nuevo alejandrino.

Dedicado a P. Shada

jueves, 15 de julio de 2010

De porqué os quiero y no os quiero

A mi señor Don Quijote,
Hoy y aquí, mi señor, desde la aldea del Toboso, que no es Reino de Caballeros como vos os empeñáis en decir ni yo princesa de cortes encantada por un hechizo... Desde aquí, con estas palabras, solicito vuestra atención.
Desde la misma tinta de esta misiva os suplico sobre mis intenciones hacia vos, mi amante, ―que no mi amado―, que son más para predicaros sobre un amor que hacia vosa merced se profesa. Y no os confundáis mi señor, que yo no soy esa a la que tan alegremente llamáis «la señora de mis pensamientos»; una servidora se llama Aldonza Lorenzo y, en secreto, vive prometida desde hace algún tiempo con un buen mozo del pueblo.
Quizá os habréis confundido, quizá tantas aventuras tildadas de locura caballeresca os hayan nublado la mente porque la que aquí os escribe, aunque os agradece en el alma tanto halago, debe reconoceros que tiene poco de la tal Dulcinea; vosa merced ama a un fantasma.
Es cierto que tras la segunda carta que vuestro escudero Sancho Panza me trajo os convertí en mi «amante», pero entendido desde el que dice de las cosas en que se manifiesta el amor, y es que, como a cualquier moza, empezó a gustarme eso de hacerme sentir doncella atrapada, protagonista de historias hasta que la fama rebasó fronteras. Pero os recuerdo que de linajes nada, no soy más que una humilde posadera.
Tras su última visita, después de unas pintas en la posada, Sancho y yo hermanados por las circunstancias compartimos ciertos secretos.
Dejadme ahora, por un momento, ser yo quien dicte vuestra historia y leed con alma de poeta esto que a continuación os relato. Situaros por un momento en vuestro lecho, una de estas noches de estío, con la única luz de la vela en la mesilla. Cerrad los ojos e imaginad que vuestro amante se acerca al catre; estáis de espaldas, solo podéis percibir su silueta recortada al fondo y su olor dulzón. Cuando al fin llega hasta vos se sienta a vuestro lado, ¿no sentís el calor de una caricia suave? Todo el cariño del mundo reunido en un único toque... ¿No detendríais la historia? ¿No pararíais el tiempo para que ese amor fuera eterno? Vuestro corazón late con la fuerza de cien caballeros en combate, sois un dios en vuestro terreno.
Ahora, abrid los ojos. Vuestro amante, señor mío, no soy yo, sino Sancho.
No os sorprendáis mi señor, sabed que el amor no entiende de edades y, a estas alturas, tampoco de religión; y mi patrón dice muy a menudo que sabe de otros para los que el amor tampoco distingue de sexo. ¿Acaso importa si el amor más puro es del mismo color?
No hace falta ser muy diestro para percatarse de la mucha admiración que Sancho siente hacia vos, un sentimiento íntimo que ha hecho más profunda su amistad. Y ésta, unida a la verdad, a sus palabras, lo ha convertido en vuestro héroe complementario hasta el punto de abandonar el sentido común para entregarse a la sinrazón de vuestras andanzas, participando de vuestras locuras. Él es el amante perfecto: os es leal, os respeta y venera, os ama incondicionalmente, a pesar de que sabe que jamás será gobernante de ninguna ínsula tal y como vos le prometisteis; si no, pensad, ¿de qué iba a seguir a vuestro lado?
Pero no es mi intención romperos el alma, como os digo solo soy mensajera. Sancho de esto nada sabe, y entiendo que no permanecerá lejos mientras leéis mi carta. No nos odiéis a ambos, si esa es vuestra decisión, repudiadme a mí por rechazaros y por destapar el gran secreto de voso escudero. Él os ama como hermano, como amigo, pero sobre todo, como hombre valeroso y sincero.
Siempre fiel a vosas palabras, vuestra «amada».
Aldonza Lorenzo
Si así lo preferís, Dulcinea del Toboso

¿De qué color eres?

Aquel día el paseo resultó extraño, por alguna razón todas las personas con las que me cruzaba fijaban su mirada en mí con cara de asombro, con los ojos abiertos como platos y la boca abierta exhalando un pequeño suspiro a modo de grito reprimido.
No creo que fuera terror... No soy tan fea ―creo―. Tampoco podía ser tristeza porque a nadie vi llorar...
A cada encuentro yo me miraba hacia abajo, de un lado a otro, esperando encontrar lo que provocaba esa reacción en los demás y por más que busqué no encontré nada. Observaba mi reflejo en los escaparates y nada, no había nada raro en mi indumentaria y tampoco tenía ojeras que entristecieran mi rostro, así que no entendía lo que estaba pasando.
Cuando llegué a casa lo primero que hice fue mirarme en el espejo y lo entendí todo. Iba desnuda, desnuda de apariencias y malos sentimientos, mostrándome como realmente soy: blanca, libre, feliz... Era mi transparencia y mi sonrisa de plenitud lo que sorprendía al resto que, hasta ese momento, no me había dado cuenta de que eran grises.

lunes, 12 de julio de 2010

Doña Quijota y Sancha Panza

Dicen las malas lenguas que de don Quijote y Sancho Panza nada, que «ambos» eran «ambas», que se cansaron de estar metidas en sus casas y obedecer a sus maridos, aunque claro, de doña Quijota no se conoce varón, se entiende que la tal Aldonza Lorenzo sería más bien Lorenzo Aldonza, porque haberlo lo había...
Y no es tan descabellado que aquellas buenas señoras se lanzaran a la aventura siendo dignas precursoras del movimiento actual feminista, ¿por qué no? ¿Alguien puede demostranos lo contrario? Pues en un mundo de hombres, escrito, inventado y dirigido por ellos no quedaba más que el tal Cervantes fuera también una «manca» en lugar de un «manco», Princesa de Ingenios, ya que dicen las mismas malas lenguas que su padre no tuvo varón y crió a su hija como tal.
Quién sabe, si de momento ni siquiera se ponen de acuerdo con su lugar de nacimiento.

La inteligencia de Bimbo

Es bien sabido que un primo lejano de Bambi con el que guarda buena relación, viviendo de niño en la selva, un día se vio atrapado entre dos felinos cuya intención era merendárselo.
Bimbo, que así se llama el ciervo en cuestión, tuvo que echarle imaginación al asunto...
―Antes de hincarme el diente, deberíais saber que cuanto más limpio más rico estoy.―Les dijo Bimbo a los dos guepardos.
Ambos se miraron y sin pensarlo dos veces se pusieron a lamer al animalillo hasta que quedó reluciente. Tanto tiempo estuvieron aseándolo que al final se quedaron sin saliva...
―Vamos a beber agua a la charca, estamos sedientoss. ―Dijo uno.
―Ni se te ocurra alejarte porque te encontraremos rápido, somos los más veloces. ―Dijo el otro.
Y se fueron tranquilamente, con la lengua colgando como un trapo a saciar su sed. Justo cuando estaba fuera del alcance de su vista, Bimbo echó a correr hasta perderse en el horizonte. Cuando los felinos volvieron se lamentaron de haberlo lamido con tanto ahínco, ahora sin su olor natural era imposible rastrearlo...

El día después

Después de la victoria del equipo español en la final no quedaba otra que celebrarlo a lo «Noche-vieja», bebiendo y bailando hasta el amanecer.
Yo juraría que había vuelto a casa, de hecho recuerdo entrar a gatas hasta el dormitorio y dejarme caer en la cama con intención de dormir toda la semana, pero al despertar no reconocí el sitio.
Me acerqué a un espejo de pie enorme que había junto a la ventana del cuarto mientras desperezaba mi cuerpo, aún llevaba la ropa de ayer, y me miré en él. No podía creer lo que estaba viendo... ¡Me había convertido en una rubia macizorra de largas piernas y pechos prominentes. El espejo reflejaba todos mis gestos, todos mis movimientos hasta que al fin me pregunté cómo era eso posible y mi supuesto reflejo contestó con sonrisa picarona: «¿Desea algo más el caballero?»