miércoles, 20 de febrero de 2008

Rúbrica

¿Qué nos ha pasado? ¿En qué momento perdimos la fe? ¿A qué altura del camino olvidamos nuestros nombres?
La verdad es espesa,
la verdad duele,
la verdad hiere
y en ocasiones mata.
Pero fuimos hombres de palabra y de eso siempre queda algo, aunque solo sea la rúbrica.

Atardecer


Mira por la ventana, aún es de día.
Mientras no llegue la noche, el reloj en su incesante tic-tac nos recordará que es imparable, que sólo avanzamos, que los recuerdos no hacen retroceder en el tiempo, sólo son un empeño insulso, innecesario, en martillear nuestro corazón con lo que ya no tiene remedio.
Seguir adelante es nuestro único camino, aprovechar la vida mientras siga habiendo luz.

Lápida de fría piedra

Decidí dejar de respirar, aguardar con calma el fin, contando los latidos que, cada vez más lentos, se empeñaban en empujar al corazón.
Esperaba con impaciencia el momento en que viniera el de negro con la lista de mis pecados a ajustar cuentas; deseaba con toda mi alma que se encendiera a lo lejos la luz que iluminara mi camino al cielo, reencontrarme con los míos... Pero nada de eso sucedió, en su lugar, las voces fueron perdiendo fuerza, dejé de oír mi respiración, y en vez de luz, una inmensa negrura llenó mis ojos sin reparo alguno.
Sentí morir, sentí que todo se acababa y que al final no había nada. Mi corazón, en un último esfuerzo se encogió de pena al darme cuenta de que no hay más allá, de que después de la muerte solo hay muerte, y el recuerdo...
Mi cabeza se concentró en esa idea. ¿Quién me recordaría cuando ya no estuviera?
Qué trabajo tan tonto... toda la vida esforzándome por ganar un peldaño hacia lo más alto, cuánto tiempo perdido en rezos y plegarias, pudiendo haberlo invertido en buscar la felicidad. Cuánto me he conformado, cuánto me he castigado... Y al final, no hay nada, solo silencio y una lápida de fría piedra que con el tiempo perderá las letras.
Ya no hay marchar atrás. Se acabó mi vida.

jueves, 7 de febrero de 2008

Somos

Sonidos sordos para palabras huecas.
Miradas vacías para bolsillos rotos.
Somos un cúmulo de buenas intenciones
guardadas en el último rincón del alma.

Besos de amante para bocas ajenas.
Dulces caricias en manos marchitas.
Somos silencios que gritan a voces
que de poder, escaparían.

Pasos seguros en el camino erróneo.
Destinos inciertos que desbordan ríos.
Somos de lo que quisiéramos la mitad
y de lo que odiamos el doble.

Canciones con letras sin sentido.
Sentimientos plasmados en papel baldío.
Somos corazones yermos en tierra fértil
que se niega a darnos buenos hijos.

Vientos furiosos que desordenan el pelo.
Lluvia que empapa de pena el corazón.
Somos de los cuatro puntos cardinales,
el centro de nada, el extremo de todo.

El sabor de las palabras

Perdieron el sabor las palabras
y aquello de lo que tanto hablabas
quedó en el olvido.
¿Qué fue de los días
en los que planeamos escapadas al Paraíso?
¿Dónde se han quedado las ganas,
el ímpetu y el deseo?
Hoy por hoy ya no somos
ni sombra de lo que fuimos
y el amor que nos unió
se ha convertido en ramo marchito
de buenas intenciones
y hermosos versos de amor.
Palabras, solo palabras,
insípida expresión de lo que ya no sentimos.
Palabras, solo palabras,
ni olor ni color ni sentido,
solo tinta impresa en el papel,
sólo sonidos sordos,
la mínima expresión de lo que somos.