miércoles, 20 de febrero de 2008

Lápida de fría piedra

Decidí dejar de respirar, aguardar con calma el fin, contando los latidos que, cada vez más lentos, se empeñaban en empujar al corazón.
Esperaba con impaciencia el momento en que viniera el de negro con la lista de mis pecados a ajustar cuentas; deseaba con toda mi alma que se encendiera a lo lejos la luz que iluminara mi camino al cielo, reencontrarme con los míos... Pero nada de eso sucedió, en su lugar, las voces fueron perdiendo fuerza, dejé de oír mi respiración, y en vez de luz, una inmensa negrura llenó mis ojos sin reparo alguno.
Sentí morir, sentí que todo se acababa y que al final no había nada. Mi corazón, en un último esfuerzo se encogió de pena al darme cuenta de que no hay más allá, de que después de la muerte solo hay muerte, y el recuerdo...
Mi cabeza se concentró en esa idea. ¿Quién me recordaría cuando ya no estuviera?
Qué trabajo tan tonto... toda la vida esforzándome por ganar un peldaño hacia lo más alto, cuánto tiempo perdido en rezos y plegarias, pudiendo haberlo invertido en buscar la felicidad. Cuánto me he conformado, cuánto me he castigado... Y al final, no hay nada, solo silencio y una lápida de fría piedra que con el tiempo perderá las letras.
Ya no hay marchar atrás. Se acabó mi vida.

1 comentario:

La gata que no esta triste y azul dijo...

Joder que pesimista... al final lo unico que tenemos es la vida y no la vivimos....