
Me he cansado de disimular, ya no puedo seguir con esta farsa en la que la única víctima de mis propias mentiras soy yo.
Ya no soporto ni a mi sombra que, incansable, insiste en seguir por este camino que ya no lleva a ninguna parte.
Mis pies ya no pueden seguir de puntillas al borde del precipicio, el peso de mi tristeza ha terminado por mostrarme la realidad: ya no sé quién soy, no recuerdo cómo era, ni siquiera el sonido de mi risa. Me he convertido en el papel que los demás querían que interpretara; me he quitado la máscara, me he mirado al espejo y no me he reconocido. Lo único familiar de mi pasado sigue siendo la tristeza...
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