Álvaro llevaba mucho tiempo dándole vueltas a una idea: quería independizarse, se había cansado de vivir con sus padres y es que ya con 45 años iba siendo hora de vivir por su cuenta.
Miró y remiró ofertas en inmobiliarias, la web, los anuncios de particulares... y nada, todo se salía del presupuesto. Además él no quería cualquier cosa, estaba acostumbrado a amplios espacios y habitaciones con mucha luz.
Un día de playa empezó a escarbar en la arena sin una idea concreta, simplemente sacaba arena del mismo sitio y le daba forma en otro. Pensó entonces, «¿Por qué no construirme un castillo de arena a mi medida?», porqué no. Allí había mucho espacio, mucha luz, sería el primero en ver amanecer y el último en ver llegar la noche. Tendría brisa fresca todos los días y siempre el mejor sitio en la playa.
Empezó por el salón para poder invitar esa misma noche a sus padres a cenar en su nueva casa.
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