domingo, 27 de febrero de 2011

Querida Joaquina

Estoy segura de que en toda regla hay, al menos, una excepción y en esa de «todas las suegras son malas», tú eres un buen ejemplo. Habrá quien piense que miento, exagero o simplemente te hago la pelota para caerte bien, pero gracias a tu forma de ser no me ha hecho falta ninguna triquiñuela para mantener una buena relación durante estos años.
Tu experiencia me ha servido en muchas ocasiones, tú hombro, más aún; y es que aunque no haya llorado en él, sí que me ha servido de apoyo en muchas ocasiones. Has entendido bien las razones de algunos sentimientos y resentimientos que venían golpeando mi corazón desde hacía mucho, me has escuchado cada vez que la rabia me hacía escupir esta desazón y, al fin, seguías ahí después de la tormenta.
De un tiempo a esta parte, desde que te uniste al gremio de los escritores, nos une algo más que las conversaciones habituales. Te atreviste a coger el papel y el boli, a destapar tu particular caja de los truenos y dejar salir mucho de lo que tenías dentro. Ahora que has mejorado notablemente tu redacción y caligrafía, escribes cuentos y versos, y hasta te has animado a escribir una novelilla.
Me siento orgullosa de ti, de tu valentía y de tu empeño. Tengo suerte de tener a gente de tanto talento cerca.
Te dejo, que tengo que preparar la cena. Disculpa si no es una carta al uso, es la primera que te escribo, espero que no sea la última.
Con cariño.

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