Salió detrás del atracador a pesar de saber que iba armado. Le persiguió a través de avenidas y callejones hasta que al final se detuvieron a tomar aliento.
―Devuélveme al anillo―, suplicó.
El ladrón se volvió despacio y miró al muchacho a los ojos. Lentamente se echó mano al bolsillo y en lugar de sacar la alianza, sacó su pistola. El chico se echó a temblar.
―¿Realmente crees que merece la pena cambiar tu vida por una alhaja?―, le preguntó impasible el delincuente.
El muchacho se abrió la camisa, se apoyó contra el arma y le dijo: «Dispara».
No hay comentarios:
Publicar un comentario