miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sublevación librera


Cuando llegué al piso apenas tenía trastos. Compré algunas cosas que necesitaba para la cocina: cubiertos, vasos y una botella de cristal. Para el salón conseguí reunir el valor suficiente para comprar ―por primera vez en mi vida― un ramo de flores (pompones, creo que se llamaban), y es que nunca me han gustado las flores cortadas; para calmar mi conciencia, completé la decoración con una planta y su correspondiente maceta. Esa todavía dura. Para el dormitorio, sábanas y edredón, y algunas perchas a la espera de camisas y vestidos que colgar. Y para los baños, toallas nuevas, cepillo de dientes, dentífrico, jabón y el imprescindible papel higiénico. El despacho salió mejor parado: mesa y estantes regalados, todo a juego en un gris plomo.
Al poco tiempo hice la mudanza y me traje la mayoría de mis cosas. Estuve todo un fin de semana colocando y organizando ropa, calzado, muñecos, detalles... Infinidad de ellos, esos que hacen mi piso de alquiler una casa más propia. Pero algo que no termina de cuadrarme son los libros. No porque no los quiera, todo lo contrario, es solo que cada vez que paso por delante del mueble del salón parecen hablarme. De primeras los ordené por tamaño: de mayor a menor, pero mezclar a Isabel Allende con Fernando Sánchez Dragó causó un gran revuelo entre los autores, los propios y los ajenos. Ante tanto jaleo no tuve más remedio que reubicar las obras por autor con cuidado de no mezclar ciertos elementos, pero Stieg Larsson y el Marqués de Sade con tanto presumir de ser los más leídos empezarón a levantar envidias entre los que se encontraban en única publicación. De nuevo la batalla, de nuevo reordenación. Decidí tomar como medida de cautela el ordenarlos por estilo: a un lado la ilustración, a otro la lírica, más allá la narrativa y la final la dramática. De momento parecen contentos, no se han vuelto a quejar; la única, Ana María Matute, a la que le gustaría estar más cerca de Jimmy Liao (creo que envidia su imaginación).
¡Por fin! Problema resuelto.
Esta misma mañana, al entrar al despacho, todos mis manuales se han puesto en pie de guerra. Aquellos dedicados a aplicaciones de software propietario han dejado de hablarse con los de sofware libre; Blogger y WordPress ni se miran las portadas; y no os digo nada del enfado que tiene el manual Cómo crear una web docente de calidad con los dedicados a la Web 2.0. Menos mal que don José Martínez de Sousa ha puesto un poco de orden y coherencia en este sinsentido; eso que sus libros no han levantado la voz ni cuando no se ponían de acuerdo en ciertas normas tipográficas.
Mañana, sin más espera, me dedicaré a poner paz, que para eso soy la «jefa de mi casa». Ya estoy cansada de tanta discusión y, sobre todo, de tanto cambio.
Miedo me da pensar que todos mis pendientes felinos se pongan a maullar una de estas noches.

1 comentario:

P. Shada dijo...

Esto está muy bien.
Revisa algún punto y seguido en vez de coma y algún la en vez de al y está, supongo que perfecto.
No creo que tus gatitos...