Ana creció feliz con sus hermanos,
entre juegos y alborozos. Descubrió los colores y empezó a
imaginarse vestida de arco iris.
Ana llegó a los quince radiante como
la primavera en flor, enamorando a todo el que se atrevía a
mirarla.
Ana, cuando más iluminaba, descubrió
el amor junto al que ahora es su marido. Los primeros años pintaba
caminos infinitos que recorrerían algún día, soñaba con viajes a
las nubes a su lado, todo era tan hermoso... Pero de pronto, sin
saber bien porqué, un buen día, empezó a tornarse en grises.
Ana dejó de pintar su vida de rosas y
verdes, perdía luz a cada paso y su sonrisa se apagó para siempre.
Ahora camina sola, con la mirada
perdida, sumida en el silencio y la oscuridad. Los únicos morados
que viste los lleva marcados en su piel; intenta ocultarlos a través
del brillo de sus ojos y la esperanza que aún guardan.
Trato de imaginarla en otra vida.
Quiero pensar que detrás de esa pequeña luz que aún guarda en su
mirada quedan mariposas de colores que en sueños la llevan hasta esa
felicidad tan esperada.
Me gustaría saber si después de todo
lo vivido sería capaz de recuperar todos los colores, si volvería a
brillar con luz propia.
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