Volví a desear el silencio, el más absoluto de todos,
con la obscuridad por compañera, con la parca como fin.
Volví a querer desaparecer, con la mirada perdida,
contando cada movimiento de la aguja del reloj.
Volví a aguantarme las lágrimas, a convertirme en piedra,
pero no funcionó porque mi corazón sigue latiendo,
aunque siga siendo a contratiempo,
aunque siga siendo a contraviento,
aunque siga siendo a contraluz...
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