miércoles, 23 de febrero de 2011

Querida Rosa

¿Cómo va la vuelta a la normalidad? El camino no es fácil, ¿verdad? Supongo que es cuestión de tiempo y, sobre todo, de paciencia.
Creo que no nos vemos desde septiembre u octubre del año pasado; en mi última visita os conté lo de mi padre y ahí se paró el tiempo en nuestra relación. En mi memoria, últimamente más de pez chico que de ballena, guardo la imagen a modo de instantánea, pero asociada a sentimientos, sonidos, olores. Es curioso cómo funcionan las cabezas.
A lo largo de todo este tiempo que nos separa han ocurrido muchas cosas, entre otras, lo de tu enfermedad y tu ingreso en el hospital. Cómo siento no haber ido a verte, pero mi ánimo no estaba precisamente en todo lo suyo en esos días. Os avisé a todas cuando mi padre murió y fuiste de las pocas que respondió a mi mensaje. Es curioso cómo funcionan los corazones...
Y ahora cuando parece que las aguas vuelven a su cauce, me veo postrada en el sofá, con las ganas que tenía de verte. Tenemos ese café pendiente, ya lo sabes, pero, si no te importa, podíamos pactar previamente de lo que no hablaremos: de enfermedad, de muerte y de tristezas varias, que bastante hemos tenido, ¿no te parece? Además, si como dices «quieres recuperar tu vida», espero de buen grado que me mandes a la porra en cuanto me veas :-)
Ayer mismo estaba pensando en la primera visita que mi marido y yo hicimos a tu consulta. Llevábamos a Gris, ¿recuerdas?, después de pasar su primer celo y con intención de que nos salvaras a los tres de aquel suplicio. ¡Menuda bronca nos llevamos! Y sobre todo, ese comentario tan tuyo mientras recogía al animal de la mesa: «Qué guapa es la gata, pero qué mala leche tiene la jodía»; eres quien mejor la ha definido siempre.
No sé si sabrás que este nexo que me une a ti, este hilo invisible (como mi madre lo llama) tiene fecha de inicio ―espero que no de fin―, el 11 de Agosto de 2009, cuando Peque se durmió para siempre. Hay algo en mi interior que me dice que en aquel momento se creó un vínculo entre las dos; después de un año de lucha constante para que mi gatín saliera adelante, ese día en el que ambas escribimos su final, sé que era la Rosa «persona» además de la «veterinaria» la que me agarraba de la mano mientras salía de la clínica para volver a mi casa con el trasportín vacío. ¡Cuánto te agradezco aquel gesto! No sabes lo importante que fue para mí.
Bueno, eso que había dicho que no tocaría ciertos temas, perdona. Tienes permiso para, cuando me veas, mandarme a la porra y darme un cachete, lo tengo merecido por ingrata.
En fin, que ya sabes lo que te dije en mi anterior mensaje: que te queremos, que te esperamos y que toda esa paciencia que no gasto en mis dolores de cabeza, la reservo junto con mis animales hasta que vuelvas a estar en guardia, porque ¿a quién mejor podría confiar sus vidas que a ti? ¿en qué manos mejor que en las tuyas pueden estar? Si hasta te confié mi integridad cuando fui a que me quitaras los puntos que me dieron en la pierna que, por cierto, sí que dolió, pero poco.
No me alargo más, no voy a darte consejos ni directrices, esta carta solo es para recordarte lo mucho que vales, lo mucho que me importas. Creo que conozco a pocas personas que se tomen su trabajo con tanta intensidad, con tanta fuerza y que, además, sean PERSONA con todas las letras.
Descansa amiga mía, que tienes a otra buena persona cubriendo tu baja, y descuida que los demás estaremos ahí cuando vuelvas al combate.
Un abrazo fuerte, tu amiga.

1 comentario:

Sangre dijo...

Hola querida amiga...un abrazo en silencio...pero con el gusto libre del amigo viejo...que tampoco te olvida aunque viaje lejos a veces y solo te relea sin hacer ruido...

Besos. Carlos