lunes, 26 de septiembre de 2011

Amor de sal

Se encontraron paseando por la playa. Aquella tarde las olas rompían con fuerza y el ambiente húmedo y frío apenas invitaba a caminar por la arena, pero Adela, siempre fiel a sus costumbres, salió a disfrutar de su mar.
Carlos, sentado sobre una toalla vieja, perdía su mirada hacia el infinito tintado de grises esperando a su particular sirena. Apenas se movía, solo su pelo se dejaba enredar por la brisa.
Cuando ella pasó cerca de él, un golpe de aire le hizo perder el pañuelo que llevaba al cuello. La corriente caprichosa lo hizo caer a los pies del hombre, el carmesí de la prenda le hizo volver a la realidad. Tomó el fular y se dejó embriagar por el perfume que desprendía, fue en ese instante cuando ambas miradas se cruzaron, fue justo en ese momento cuando supo que había encontrado el amor de su vida.

1 comentario:

Sangre dijo...

Precioso relato, ojalá estuviera en el lugar de mi tocayo en él, para encontrar a mi amor verdadero junto al mar, quizás ya la encontre aunque no fuera en sus orillas,y no se llame Adela...ni este ahora a mi lado...qui lo sa.

Un abrazo querida Ariola.