lunes, 31 de octubre de 2011

500


 «Quinientas palabras al día», ese fue el consejo de un gran filólogo y mejor escritor, de un buen amigo, después de confesarle que en mi estado, que no sé bien cómo definir, no soy capaz de escribir de nada. Siempre he tenido una idea, una historia que contar, pero con tanto cambio en mi vida ando un poco perdida. Intento poner orden en mis tareas, volver a la rutina, pero no puedo. Todo ha cambiado, yo he cambiado. No soy la misma de hace ni unos meses, ni siquiera de hace años. Cada día intento buscar algo distinto, incluso pensé en dejar la escritura, pero no puedo, es lo único que me anima a seguir adelante, aunque no tenga nada que contar.
Estos últimos días han sido difíciles, he pasado del desamor al amor y del amor al desamor más rápido que nunca, y todo, por pequeño que sea, siempre deja huella. A veces me odio a mí misma, queriendo protegerme levanto barreras sin darme cuenta. No me gusta estar aislada, soy social por naturaleza, pero tengo miedo, siempre lo he tenido. Entregarse por completo es complicado porque pienso que habrá algo de mí que no le gustará a la otra persona, y ahí empieza mi tarea de constructora.
Pero dejemos ese tema ahora.
Esta mañana he estado en el entierro de mi tío. Lo quería, claro que lo quería, pero la tristeza de la despedida ha sido más dolida por tener a mi padre en mi memoria. El jueves que viene hará un año que falleció. «No debí ir al hospital a verlo...», no debí, me trajo demasiados recuerdos, pero necesitaba despedirme porque no pude hacerlo de mi padre. A los que queremos, estén o no, hay que recordarlos siempre... No creo en el más allá, ni en Dios, ese recurso no me vale. Ojalá tuviera fe, envidio a quien la disfruta, ahora no creo en nada. Durante la misa no he podido evitar coger el folleto de La Virgen del Rosario y corregirlo; tres faltas de ortografía para acallar al cura que besaba la biblia que leía.. Las despedidas, siempre eternas, el «Ya nos veremos en mejores circunstancias», pero es tan difícil reunir a tantos. Mi hermana dice que algunos primos quieren que nos juntemos todos en el cumpleaños de mi abuela, pero ¿seguiremos todos en abril?
Pero dejemos ese tema también.
En noviembre haré en curso en Madrid, en la Escuela de Escritores. Seguramente mucho de lo que me cuenten ya lo sabré, pero, lo reconozco, solo es una excusa para salir de aquí, de mi vida, creerme que puedo hacer algo distinto, al menos intentarlo. Tomar una hoja en blanco y escribir, siempre tuve buena letra y a veces con esto de las teclas se me olvida.
Me parece muy triste dejar pasar los días llorando las heridas, no cerrarán, pero al menos dejarán de doler. Utilizaré las palabras a modo de tirita, intentando crear nuevas historias con fines más o menos felices, dependendiendo del día.

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