Días que podrían ser como
otro cualquiera; fríos, cálidos.
Días que cobran sentido si
estás con la persona adecuada.
Días que se pierden entre
las hojas, otros que quedan guardados para siempre en la memoria.
¿Será hoy uno de ellos?
«Solo lo dirá el
tiempo»... Se empeñan en dictar las palabras, pero mis manos están
inquietas, necesitan decirlo todo.
«Tempus fugit»,
irremediablemente... Se empeña mi cabeza pensante en ubicar los
nuevos resgistros fabricados entre los antiguos, sobre ellos, pisando
sobre lo vivido.
Son muchos, viejos-nuevos
sentimientos los que trastocan los cimientos de este pensamiento aún
amarrado a la rutina del pasado.
… Un paseo por una ciudad
desconocida, tatuando el empedrado sobre mis pies oxidados.
… Ver apagarse el día
cuando aún no ha empezado, caminando sin rumbo fijo.
… Sus miradas, sus besos,
su risa; simplemente él.
… Y al final de día vivir
un recuerdo que no sé si es mío, en compañía de quien no es mi
gente, en un lugar extraño y con cada canción un recuerdo. Quisiera
decir que todos fueron buenos, pero sigue el dolor latente. Me siento
extranjera en mi propia tierra: no entiendo el idioma, no percibo el
olor ni llegan a mis oídos los acordes. «Solo es un recuerdo, uno
nuevo», me repito. Instantáneas. Miradas furtivas. ¿Cuánto habré
de esperar para no sentirme anónima en mi nueva vida?
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