domingo, 6 de enero de 2013

La lluvia

Te hablaré de la lluvia lejana,
de la que empapaba mi aliento
y adormecía el alma.
Era una lluvia discreta, silenciosa,
lenta como el tiempo.
Permanecía a mi lado en perpetua compañía,
en otoño eterno.
Hasta que amaneció.

Cada gota tiene un destino, un fin último.
Quizá fuera despertar los sentidos,
quizá limpiar los latidos.
Calando hasta los huesos
despertó mi corazón dormido.
Se abrieron puertas desconocidas,
ocultas entre las goteras de la tristeza
y se mostró el mundo.

Te hablaré de la lluvia de primavera,
la que embriaga los sentidos
y aviva los aturdidos sentimientos
del letargo de la melancolía.
En la tímida caída respetando los espacios
que nos unen y nos separan,
me recuerdan a cada paso
que estoy, que sigo viva.

Vuelven a revolverse las mariposas
tintando los verdes campos de azules
entre amapolas encendidas de pasión,
amarillos girasol indicando el camino
y al final... Al final te encuentro.
«¿Dónde has estado todo este tiempo?
Deja el paraguas y camina conmigo,
la llovizna será nuestro sino».

1 comentario:

La Gatera dijo...

Y es que la lluvia tiene algo especial...

¡Saludetes gatunos!