martes, 5 de febrero de 2013

Secuencia II (corrección)

II
A media mañana recibió un whatsapp de su novio, Elías: «Tenemos que hablar, pásate por el piso antes de comer. Tengo academia a primera hora». No añadió más, no hacía falta. Elena sabía perfectamente qué le preocupaba. Ya habían hablado del tema en más de una ocasión. Él echaba de menos la falta de detalles, necesitaba entenderla mejor, quería ayudarla pero no sabía cómo. Ella, lo contaba como una anécdota casi olvidada, pero sus ojos la delataban siempre.
Se presentó en su casa después de la última clase, a la que casi nunca asistía. Eran casi las tres. Apuró todo lo que pudo forzando así una charla más corta de lo que él desearía. Al entrar al piso, dejó los libros sobre la silla que hacía de mesilla improvisada y colgó el abrigo en el único brazo útil del perchero. Al llegar a la cocina, el olor a salsa cuatro quesos despertó su apetito. En el fregadero, junto a los cacharros utilizados para hacer la pasta, esperaban aún los del desayuno y la cena de la noche anterior. La sartén todavía humeaba.
–Coge lo que quieras, he hecho comida de sobra –comentó Elías sin levantarse de la mesa.
Elena tomó un plato del escurridor y se sirvió una ración escueta, con la salsa fue más generosa.
–Perdona que no te haya esperado. Llegas un poco tarde.
–Tenía una clase importante, la semana que viene tenemos un examen final.
–¿Cuándo empiezas las prácticas?
–No tengo ni idea, supongo que nos avisarán. ¿Era de esto de lo que querías hablar? –preguntó mientras se sentaba a su lado.
–Sabes perfectamente que no.
De nuevo la misma historia: el encuentro con Pablo. Todas sus parejas se quejaban de lo mismo: no se dejaba tocar. Llevaba casi cuatro meses saliendo con Elías y en ese tiempo no habían pasado de inocentes besos y algún que otro intento de rollo –con la ropa puesta– que siempre acababa en discusión. Era experta en inventar todo tipo de excusas para evitar acabar en la cama. Él hacía alarde de una inmensa paciencia.
–¿Tienes que contarme algo? Me refiero a algo más, algún detalle que se te haya escapado –preguntó el novio.
–Ya te lo conté en su día –dijo ella sin apartar la mirada del plato.
Sintió un escalofrío al recordar aquel encuentro. Le pasaba siempre. Se quedaba paralizada. el mero hecho de desear a alguien, de despertar su sexo, la hacia odiarse a sí misma. Sentía miedo, no quería pasar por la misma experiencia o siquiera parecida. Elías notó su reacción. Se levantó para dejar el plato en la encimera y volvió a la mesa. Se acercó a ella.
–Vamos cariño, no pasa nada –le dijo con cariño.
Elena se abrazó a él y comenzó a llorar.
–Te quiero, lo sabes –afirmó ella.
–Lo sé. Tómate tu tiempo, esperaré lo que haga falta. Pero hazme un favor, confía en mí.
Elena le miró a los ojos.
–Primero tengo que aprender a confiar en mí misma.

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