martes, 5 de febrero de 2013

Secuencia I (corrección)

I
–Ya sabes dónde está la puerta –le dijo Pablo molesto con la reacción de Elena.
Le habló con el mismo tono con el que pediría un café en el bar, sin sentimiento alguno. Solo se movió para colocar un par de cojines a su espalda. Se recostó sobre ellos y sacó un cigarro del paquete. Su actitud chulesca contrastaba con la inquietud de la muchacha.
–¿Me dejas el encendedor? –habló de nuevo.
Ella siguió recogiendo su ropa con cierta prisa sin prestarle atención. Pablo rió despreciando su gesto de falsa indiferencia. Aún podía notar su nerviosismo, su cuerpo tembloroso. Buscó en la mesilla de noche. Bajo la caja de condones sin abrir, localizó el mechero.
El olor a tabaco, unido al del sexo que aún permanecía en el anticuado dormitorio de matrimonio, espesó el ambiente. Elena sintió náuseas. Lo único que deseaba era marcharse de allí. La escasa luz de la calle que entraba por la ventana del dormitorio le obligó a utilizar el móvil a modo de linterna. Se agachó para alcanzar un calcetín que estaba debajo de la cama. Pablo aprovechó el momento y le dio un azote en el culo aún desnudo.
–¿Qué haces? ¡No vuelvas a tocarme! –le reprendió.
–Vamos nena, no seas mojigata. Aún podemos hacerlo mejor.
Elena se levantó rápidamente y comenzó a vestirse de espaldas, intentando ocultar su deshonra. Él volvió a reír, esta vez con más fuerza. Le dio una larga calada al cigarro y dejó caer la ceniza en el suelo marcando la alfombrilla. Ella deseó que la pequeña quemadura en la tela prendiera, que el chico ardiera por su pecado.
–¿Nos vemos mañana? Lo hemos pasado bien, ¿no? –preguntó Pablo.
Elena no respondió. Hizo una bola con el jersey y lo metió en el bolso. Salió sin mirar atrás. Podía oír las carcajadas del muchacho resonando por el pasillo. En cuanto cerró la puerta del piso, rompió a llorar. Allí, en el descansillo, pensó que había sido un error, el peor que había cometido hasta ahora. Solo tenía diecisiete años, él diecinueve. De camino a casa, repasó los motivos que la habían llevado a aquel dormitorio. Quería conocer mejor a Pablo, le gustaba. Él supo engatusarla con piropos y buenas formas. Ella se dejó llevar por la inexperiencia. Del enamoramiento pasó a la vergüenza. ¿Cómo le diría a su familia que la habían violado?

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