miércoles, 4 de septiembre de 2013

Nunca jamás


Te pedí que no volvieras a intentarlo y sigues empeñado en encontrarme. Prosigues con la caza cada noche, persiguiéndome hasta la extenuación. Estás convencido de que el silencio es tu aliado, pero tu respiración entrecortada delata cada uno de tus torpes pasos. ¿No te cansas? ¿Aún no asumes la derrota? Fueron tantos los años en los que me negaste que ahora apenas te reconozco. Sabes, —ambos lo sabemos—, que te flaquean las fuerzas, que se agota tu tiempo. Quizá sea esa la razón por la que has decidido volver conmigo.
Lo admito, ya no te quiero a mi lado, hace mucho que perdí la esperanza de volver a ser uno. A pesar de esa certeza acepto nuestra dependencia. Somos como el yin y el yang, opuestos y complementarios, así es como nos necesitamos. Por eso te ruego, déjame en paz. Conviviremos con esta maldición hasta que la parca decida venir a reclamarte.
Conozco tus intenciones. Nuestra patria quedó muy lejos, pero aún conozco el camino. ¿Lo recuerdas? La segunda a la derecha, fijo hasta al amanecer. Cuando las moiras acaben su labor contigo, desharé cada puntada hasta liberarme por completo. Será entonces cuando inicie mi viaje de vuelta. Porque sé que cuando mueras las estrellas brillarán plenas y sobre tu tumba rezará este epitafio: «Aquí yace Peter Pan».

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