jueves, 21 de mayo de 2015

Etéreo

«Dios es etéreo». La voz de don Constantino, el profesor de Religión, retumbó por toda la clase mientras los chicos permanecíamos sentados con la mirada fija en su nariz. Ya era casi la hora del recreo y esperábamos impacientes el momento «borrador», cuando el hombre estornudaba sobre la pizarra, ―todo un detalle por su parte evitarnos en la trayectoria―, y el polvo de la tiza salía disparado en todas direcciones haciéndole desaparecer por un momento. Hubiera sido etéreo de verdad si alguna vez, después de nuestras risotadas, después de desaparecer la nube, don Constantino se hubiera evaporado como nuestra fe.

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