viernes, 14 de febrero de 2020

La teoría del caos

Tendió su mano sin dejar de leer la prensa y tanteó torpemente. Cuando su índice se topó con el cartón, contuvo la respiración y alzó la vista de golpe. Como si de su último suspiro se tratara, por su mente cruzaron la extinción de los dinosaurios, el diluvio universal y hasta la erupción del Krakatoa… Y es que aquel podría haber sido un lunes cualquiera.
La alarma saltó cuando con el paso de las horas se empezaron a multiplicar las consultas a tarotistas y videntes. Los ayudantes de Esperanza Gracia no daban abasto a responder a preguntas de vivos y muertos que a través del chat discutían sin cesar por herencias, cuernos y otros menesteres. Hasta la bruja Lola se quedó sin velas que poner.
En las noticias de mediodía, un médico de urgencias declaraba acerca de un paciente que juraba haber vuelto de entre los muertos porque el túnel estaba hasta arriba. El camino hacia el más allá era un caos. Ni familiares, ni auxiliares y ni carteles orientativos. Los muertos se iban acumulando a modo de cola que no parecía acabar hasta que al fin ya no cupo ninguno más y dejó de entrar gente. A eso de las 8 de la tarde, hasta los jardines de los hospitales estaban atestados de vivos y muertos no muertos que trataban de arreglar sus diferencias antes de que se resolviera el incidente y todo volviera a su orden natural. Las primeras en quejarse fueron precisamente Esperanza y Lola, que se presentaron en el cuartel de la Guardia Civil a presentar una denuncia a todo aquel que decía haber muerto y no se moría; cada uno de esos era una tirada menos de cartas, una vela menos (que ya había repuesto existencias), vamos, que se les había estropeado el negocio tan fugazmente floreciente.
En las siguientes horas se reunión el Consejo de Gobierno para formar una Comisión de Investigación que encontrara la solución a esta extraña circunstancia que estaba desestabilizando los mercados a nivel internacional. Funerarias, floristerías, empresas de lápidas… Todos los negocios relacionados con la Parca reclamaban indemnizaciones a las aseguradoras que una tras otra iban declarándose insolventes. Planes de pensiones, seguros de vida, los préstamos; los bancos empezaron a bloquear todos sus servicios. Hasta las empresas de criogenización estuvieron a punto de desenchufar los congeladores.
La noche fue larga. Tablas de guija y sesiones de espiritismo se mezclaban con juergas de última hora. ¿Quién dijo que el último deseo de un moribundo era ver por última vez a la persona amada? Las únicas que hicieron el agosto fueron las prostitutas.
Al día siguiente, cual leve aleteo de mariposa, en la penúltima página del Diario Cristiano se publicó a modo de curiosidad el fin de la huelga de trabajadores del Grupo Faster Line, distribuidora oficial del papel higiénico del Vaticano.
Nadie dio crédito a la vidente de tres al cuarto Máxima del Real que dijo ver en las cartas a San Pedro abriendo las puertas del cielo par en par.

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