miércoles, 19 de mayo de 2010

Ofelia

Soñé que andaba descalza. Llevaba un vestido ligero, claro, y el entorno me recordaba mucho al «ecosistema pictórico» de sir John Everett Millais; me había convertido en Ofelia. Y como ella, el delirio me empujaba a batirme contra el bosque, a luchar en contra de los miedos que me hacían perder el juicio. Pero si la locura es así de hermosa, aunque sea en sueños, quizá merezca más la pena que la cordura a la que nos obliga la realidad.
Quizá debería encerrarme en esta ensoñación y ser para siempre la Ofelia que enloqueció de amor, que murió joven y hermosa, que quedará para siempre, como Gertrude la definió «incapaz de su propia angustia», la muerte más poética de la literatura.


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