jueves, 22 de julio de 2010

Aprender jugando

La semana pasada murió Carlitos, mi hermano pequeño. Mi madre, en un vano intento de quitarle importancia al asunto, me contó la historia de que se había ido volando por el balcón con su disfraz de Superman, ―detalle que a mí me vino estupendamente―. Creo que alguien debería decirle a mamá que, aunque tenga solo siete años, me entero de las cosas.
Ya lo dice mi profe del cole: «También se aprende jugando», y a mí esto de experimentar me está empezando a gustar. La semana anterior oí en la tele una noticia que hablaba de la resistencia de los niños ante grandes caídas. Casualmente vi de pasada una película que iba de algo parecido, se llamaba «Piel dura». En la peli un niño se caía desde un noveno piso y salía completamente ileso del accidente.
Aquella tarde fatídíca, Carlitos corría pasillo arriba, pasillo abajo, con su recién estrenado disfraz. Le propuse un juego y accedió, pero algo salió mal: murió. Está claro que algo falló en mi experimento. He llegado a la conclusión de que el próximo «conejillo de indias» debe ser menor de tres años; de momento, la altura del piso se cumple sin problemas.

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