jueves, 22 de julio de 2010

Juan y Juanito

A Juan le resultaba agradable salir de paseo hasta en los días más desapacibles. Esa mañana hacía mucho frío, pero necesitaba salir a dar su vuelta diaria, cumplir con la rutina para no verse siempre encerrado entre sus cuatro paredes. Se colocó el traje de los domingos y dispuso al ama de llaves para que preparara a Juanito, su mascota.
Ya en el parque, la poca disposición de su «pupilo» a continuar con la marcha llamó la atención de los que allí estaban. Juanito había parado el paso y no dejaba de quejarse de lo cansado que estaba.
Al otro lado del jardín, discutían las dos policías que desde el fondo observaban la escena con cara de incredulidad.
―¡Qué descaro tiene el loco del pez! Sacar así a su mascota, con el frío que hace hoy. No sé en qué estaría pensando.
―Hija, todos tienen derecho a salir a la calle.
―Y míralo, así sin tapar ni nada, metido en su pecera con el agua a temperatura ambiente. Y el otro con gorro y abrigo, ¡qué exceso!
―Para que luego digan que se parecen las mascotas a sus dueños, no será en la igualdad de condiciones a la hora del paseo.
―Pues no sé si habrá fijado, pero a la entrada del parque hay un cartel donde dice bien claro: «Prohibida la entrada a humanos».
―Entrar, lo que se dice entrar, no ha entrado. De momento solo están dando la vuelta por fuera.
―Bueno, tú estate pendiente por si nos toca ir y llamarle la atención.
Las dálmatas, miembros de la ley y el orden, no terminaban de acostumbrarse a los caprichos de las mascotas humanas.

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