lunes, 14 de febrero de 2011

Cuánto habré de esperar...

Lo sé, intento asumir mi condena. Los días se alargan como sombras tenebrosas y las horas, pesadas como años, cuentan dos veces cada segundo. La espera, eterna, me indigna, me cansa, me agobia. No estoy hecha a la inutilidad; debo hacer algo, por insignificante que sea. Pero estoy aparcada como un trasto viejo, haciendo el hueco del sofá a mi medida.
Me siento como un tiesto de flor ornamental, regada de vez en cuando con algo de cariño y el calor de mis gatas para recordarme que sigo viva. Se acoplan sobre mi lecho, caminan a mi paso y duermen acompasando nuestras respiraciones. Pero eso no me alivia el corazón.
Quisiera que alguien me dijera qué demonio se ha acoplado a mi tobillo, ese tan caliente y redondo... Quizá sea un pequeño astro, incubando en el sitio equivocado. Lo único seguro es que me sigue manteniendo atada a mi sombra y postrada en el recuerdo, sin saber cuándo podré recuperar mi altura.

1 comentario:

Lui lane dijo...

Muy hermoso, tantas veces me pasó de sentirme irreal, como mirando una película que es en realidad mi vida.
Espero que estés muy bien.
Abrazos desde El Hueco!