miércoles, 2 de febrero de 2011

Poemas de escayola

Lo dijo Cristina: «Escríbete un poema en ese pedazo de escayola», y me puse a ello. Llevaba desde el sábado pasado atrapada en mi sofá, con la pierna escayolada y los ánimos entre las vendas, tiesos y blancos, encajados en el tiempo y la tristeza de saberme tan torpe.
Solo habían pasado unos días desde mi absurdo accidente, desde la caída que me había confinado en el encierro de mes y medio de rotura. Seis semanas con suerte, según mis amigos, porque esas cosas siempre suelen alargarse.
¿Alargarse? ¿Más aún? Solo pensarlo me ponía los pelos de punta y notaba como chocaban con mi carcelero. Tenía que haberme depilado, pero claro, cómo le decía al técnico de emergencias que me diera unos minutos para arreglarme cuando el tobillo se me hinchaba por momentos.
Total, que allí me encontraba sin muletas, moviéndome por el piso con la silla de despacho que tiene ruedas y lavándome a lametazos, como los gatetes. Con tanto tiempo libre, decidí meterme en este espacio indeterminado que es Internet y navegar hasta ahogarme. De todas las cosas que aprendí fue a hacerme un perfil en Facebook y en pocos días ya disfrutaba de la «compañía» de cientos de amigos. La verdad es que en persona solo conocía a diez o doce, el resto era como aquella canción de Objetivo Birmania en la que rezaba: «los amigos de mis amigas son mis amigos».
Obviamente el tema central de todos los comentarios era mi caída, mi torpeza y mi escayola. Y cuando Cristina dijo aquello del poema, me puse a escribir como una loca, pero no directamente sobre el lienzo; primero debía redactar el borrador. Así que abrí el editor de textos, a la vez que compaginaba mis tareas de amistad y búsquedas en Google, y empecé a escribir todo aquello que se me venía a la cabeza. Escribí sobre mi caída lo primero, con mi desacierto como protagonista; versos sobre el amor que le profeso a mi madre; palabras de desafío, miedos, risas, recuerdos. Salió una extraña y extensa amalgama de ideas que, para mi sorpresa, cuando estaba dispuesta a perfeccionar mi letra, ya había llegado la fecha de retirar la cobertura así que me quedé sin muro donde desnudar mi alma pero gané algo a cambio: tiempo y un millón de versos.

3 comentarios:

Vaivenes e Insomnios dijo...

Genial sustituir ese monónoto reposo por un muro donde escribir.
Paciencia y unos cuántos versos!
Abrazos

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu cuentecillo, ¡que recuerdos Objetivo Birmania!
Espero que te recuperes pronto.

Ana dijo...

OLo mismo digo...paciencia!!

Tienes un blog estupendo, te visitaré siempre que pueda.

Si quieres conocerme un poquito mas, te animo a que visites mi blog http://creciendocondavid.blogspot.com/

Saludos.