Se sacó la alianza del bolsillo de la camisa y la dejó sobre la mesa. Ella le miró fijamente, no era capaz de decir nada. Sobre su mejilla, una única lágrima cayendo suavemente.
[Quisiera contártelo todo, pero no puedo]... El hombre le habló sin mediar palabra.
[Ojalá entendieras mis motivos, pero qué puedo decir para que lo entiendas]... Ella intentaba argumentar en silencio mientras se levantaba de la silla apartándola con las piernas. Permaneció allí quieta, solo unos segundos. No se miraron, no se despidieron.
―Perdóname.
[No, perdóname tú]... Pensó sin levantar la mirada y dejándola marchar para siempre.
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