miércoles, 1 de junio de 2011

Una decisión importante


Alicia seguía pensando en la pregunta que un rato antes le había formulado su madre: «¿Qué quieres ser de mayor?». Paseaba pensativa acariciando las flores y haciéndose preguntas en alto, suponiendo cómo sería ser veterinaria o maestra...
―Seré veterinaria; cuidé muy bien de los gatitos de Mificú cuando nacieron y le echo de comer todos los días a los peces del estanque, pero no me gustan los perros, me ladran siempre al verme pasar. El san bernardo gordo de la señora Aurelia ya me ha robado varias veces el bocadillo... No, creo que lo de veterinaria no va conmigo.
Cambiaba de opinión al mismo ritmo que caía la tarde.
―Ya lo sé, seré maestra y enseñaré a otros niños como yo a jugar al pillar, a saltar a la comba y a rezar a las cuatro esquinitas de su cama cada noche, pero no me gustan las mates, se me dan fatal las restas y mi maestra dice que es muy importante saber esas cosas... No, creo que tampoco seré maestra.
A Alicia se le agotaban las ideas.
―¿Y policía? Llevan un uniforme muy chulo y ayudan a las personas; el otro día un agente ayudó a mamá cuando un chico muy tonto le intentó quitar el bolso, pero no me gusta su cara, están siempre tan serios... ¡Jopé!
La niña golpeó el suelo con el pie enfadada. No le agradaba verse atrapada en ese dilema. Debía decidir algo ya, además siempre tenía una respuesta para cualquier pregunta que le hacían. «Mamá siempre dice que soy muy ocurrente», pensó, pero, ¿por qué no se le ocurría nada? Se dejó caer enfurruñada.
Después de un rato sentada a la sombra de un gran árbol, jugando con un palito a desorientar a una hilera de hormigas y deshojando margaritas, la niña se levantó sonriendo y echó a correr hacia el porche donde su madre tejía. Atravesó el amplio jardín sin percatarse de que el riego ya estaba encendido y llegó a la entrada de la casa con sus pequeños zapatos manchados de barro.
―Mamá, ya sé lo que quiero ser de mayor, ―dijo la niña llena de emoción mientras se apoyaba en las rodillas de la mujer.
Clara, que hasta ese momento trabaja concentrada en su labor, levantó la vista y la observó.
―Pero niña, ¿dónde has estado? ¿Has visto cómo traes el vestido? ¡¿Y los zapatos?!
Alicia se quitó inmediatamente los zapatos y los dejó en primer peldaño de la escalera, al tiempo que se sacudía la falda del vestido.
―Mamá, no te enfades conmigo. He estado toda la tarde pensando en lo que me has dicho.
La madre, que adoraba a su pequeña, le pidió que se acercara y le dijo con una amplia sonrisa en la cara:
―¡Sorpréndeme!
―Quiero ser palabra ―dijo firmemente la pequeña.
La mujer reaccionó sorprendida. Alicia era la pequeña de sus cinco hijos y ninguno de ellos, cuando les había planteado la pregunta, contestó algo similar...
―¿Palabra? Eso no es una profesión.― Respondió Clara con cariño para evitar causar una decepción a la niña.
―Sí, definiré cada acto, cada acción que las personas lleven a cabo y mi voz se oirá en todo el mundo. Llevaré la palabra «paz» a lo más alto y «respeto» a su pleno significado.
Alicia estaba encantada, gesticulaba exageradamente mientras relataba a su madre los argumentos que el día de mañana la convertirían en una gran «palabra». Su madre apartó la colcha de ganchillo en la que trabajaba y dejó las lanas en un cesto de mimbre a su lado. La pequeña se acercó a ella buscando una muestra de aceptación, sin dejar de sonreír, ilusionada. Clara la recibió en sus brazos con todo el amor del mundo y la subió con cuidado a sus rodillas.
―Pero, cariño... ―acarició la barbilla de su hija y dirigió su mirada hacia ella―, no se puede ser palabra.
La niña se separó por un momento, disgustada y a modo de reto le dijo a su madre:
―Vamos, ponme a prueba.
Clara dudó un momento; empezó a pensar en algún ejemplo que descuadrara a la futura profesional del léxico.
―Bien, veamos, ¿cómo sería «beso»?
Alicia le sonrió, se acercó a su madre y le dio un beso en cada mejilla.
―Veo que controlas el tema, ―dijo su madre mientras le dedicaba una mirada pícara―, probemos con otra... ¿Y «abrazo»?
La niña, como ofendida, volvió a ponerse en pie, firme y seria y le increpó a la mujer...
―¡Jo, mamá, me las pones muy fáciles, búscame algo más difícil!
―Bueno, mientras se me ocurre algo, ven y dame ese abrazo.
Alicia, haciéndose un poco la víctima, se acercó a su madre con paso lento y apretando la boca. Ambas se fundieron en un momento de esos a los que acompaña un somero contoneo al ritmo de sus latidos. Verlas allí, cuando ya solo quedaban en el cielo las últimas gamas de azul, era una hermosa imagen que a Clara le hubiera gustado capturar en una foto. Abrazaba a su hija con tanta ternura, y la niña suspiraba en su hombro mientras suavizaba el gesto de su cara.
Por fin, se apartaron la una de la otra. Alicia quedó frente a su madre y esta le dijo:
―Dime, futura «palabra», ¿cómo definirías este cariño que acabamos de darnos en silencio?
La niña titubeó. El reto era importante, eran demasiados sentimientos para englobarlos en un solo término.
Se volvió despacio y caminó durante un rato por el porche.
Micifú apareció por la baranda del fondo, seguida de dos de sus pequeños. Alicia que aún no encontraba la respuesta a la pregunta de su madre, se entretuvo con los gatitos.
―Cariño, vamos dentro a preparar la mesa.
―¡Espera mamá, por favor, esto es importante!― Dijo mientras dejaba de nuevo en el suelo a la gatita más pequeña de la familia.
Clara aprovechó para terminar de recoger los ganchillos y las lanas. Justo antes de terminar de plegar la colcha, Alicia se acercó a ella con paso firme.
―Lo siento, mamá, no puedo,― dijo la niña un tanto compungida―. No hay única palabra que defina todo lo que te quiero.
Sonrió a la mujer y volvió a sentarse sobre sus rodillas. Estuvieron allí un rato, a pesar de ser la hora de la cena. De pronto, el gesto de Alicia se tornó sereno, se ve que al fin había encontrado la respuesta a la pregunta que su madre le formuló a primera hora de la tarde. Y afirmó sentenciosa:
―Mamá, ya sé qué quiero ser de mayor, ―volvió a sonreír―, seré «silencio».
Clara se quedó aún más extrañada que antes, pero confió en su hija y la dejó continuar.
―Sí, seré «silencio», así podré decir mucho más sin tener que emitir un solo sonido.

No hay comentarios: