miércoles, 14 de septiembre de 2011

Solo deseo

No podía dormir. Rozaban las 2 de la madrugada y la noche, plácida, invitaba a salir a disfrutar de su luna llena. Me puse los vaqueros sin cambiarme la camiseta de tirantes del pijama, cogí el tabaco y preparé a mi perro para salir a dar un paseo. Solo había silencio. Después de recorrer un par de calles, me senté en un banco cerca de una farola. El animal, somnoliento, se echó a mi lado. Saqué un cigarro y fumé despacio. Respiré profundo intentando olvidar los problemas que últimamente me quitan el sueño.
Cuando acabé, al ir a apagar la colilla, vi en el suelo un papel arrugado. Cualquier habría pasado de largo, pero hubo un detalle que llamó mi atención, estaba escrito a mano y aquello despertó mi curiosidad. Lo recogí del suelo y lo fui estirando mientras volvía a tomar asiento. La nota rezaba así:
«Solo he conseguido de ti buenos deseos, grandes deseos, de esos que despiertan mi lado oculto. Te he dado secretos, palabras que jamás había pronunciado. Espero cada momento compartido con una impaciencia desconocida, no sé qué me has hecho ni qué pretendes de mí».
Era letra de mujer, bien cuidada, prácticamente perfecta. Miré alrededor inútilmente pues su autora no estaría por allí a esas horas. Doblé la nota con cuidado y la guardé en el bolsillo. Durante el camino de vuelta no podía quitarme esas líneas de la cabeza. Al llegar a casa, ya en la cama, volví a releerlas. ¿De qué deseos hablaba? ¿Qué secretos son impronunciables? Deseaba saber más de ella, deseaba que esa nota fuera para mí, la deseaba a ella...
Ahora entiendo su deseo.

1 comentario:

Sangre dijo...

El deseo tiene esas cosas, a veces encierra anhelos que todos hemos tenido alguna vez, o hacia alguien... Es un verdadero placer leer tanta profusión...y tanta sensibilidad...aunque ya sabes que no es novedad...de siempre me ha gustado como escribes...

un abrazo querida amiga.

Carlos