martes, 25 de octubre de 2011

Amor infinito

Aquella noche el mirlo encantador volvió a llamar a mi ventana. Me pidió que le abriera, venía con frío y cansado de agitar sus alas.
―Morirás de pena si entras ―le dije a través del cristal que nos separaba.
―Al contrario, llenaré de luz tu vida. Déjame entrar ―insistió.
Giré el asa y, sin más, le descubrí la puerta a mi corazón. A la vez que él entraba, una brisa fresca envolvió mi tristeza llevándosela para siempre.
―Ahora cierra, no pienso moverme de tu lado.
Allí se quedó sin más jaula que mi amor.

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