martes, 1 de noviembre de 2011

A mi padre

Querido Rafael, no sé bien qué tiempo verbal utilizar para esta carta; te escribiré en presente, como siempre te tengo...

Bien sabes que no soy amiga de visitas al cementerio, que no me gustan las flores cortadas ni los paseos entre tumbas luciendo el traje de los domingos; a los que queremos, en la vida o en la muerte, hay que tenerlos siempre en el alma y en el corazón.
Lo siento, no te nominaré al Padre del Año, ni siquiera del siglo. Nuestra relación fue difícil; tú no supiste quererme y yo tampoco puse mucho de mi parte. No sabes cómo lo siento... Ahora, después de casi un año de tu ausencia me arrepiento de todos los silencios, de la distancia que impusimos y que, en cierto modo, facilitó nuestro trato. Ser casi desconocidos hacía más fácil compartir unos pocos minutos hablando de cualquier cosa que no fuera de la familia.
Hago un esfuerzo por recordar alguna muestra de tu cariño, más bien escaso en cuanto entrabas por la puerta de casa, por traer a mi memoria cualquier momento en el que fuimos una verdadera familia. Todos..., todos adolecemos de lo mismo: la falta de tu amor. Achaco esa carencia a la educación que recibiste, a tu carácter cambiante, a tantos malos tiempos de apreturas y sinsabores que pasamos. Para algunos esas razones bastan para permanecer más unidos, a ti, sin embargo, te separó aún más de tu estirpe.
Pero te diré una cosa: había algo bueno, algo muy grande, lo mejor que hiciste en tu vida... Tu familia, tu mujer y tus cinco hijos. Y necesito recordártelo, que sepas que cada uno de nosotros, a nuestra manera, te queremos y te añoramos. Eres parte de nuestra historia, llevamos en la sangre parte de tu genio e ingenio... Me gustaba tanto tu risa.
Ahora, a mis treinta y tantos, sola, sin familia propia y solo unos pocos sueños en el bolsillo, es cuando más me apetece tenerte cerca. Quizá con las malas experiencias sobrevividas en estos últimos tiempos habrías hablandado ese corazón tan duro y sabido escuchar mi pena. Me gustaría compartirla contigo, algo me dice que tendrías palabras de aliento y, porqué no, algún buen consejo.
¿Sabes? Tengo en mente sacarme el carnet de conducir. Por una vez me gustaría ser yo quien te llevara a alguna parte, a visitar ese Cádiz del que tanto hablabas, a tomar una ración de pescaito frito en la playa, compartir una cerveza contigo y contarnos algunos secretos, sin críticas ni malas caras, pero supongo que para eso debíamos habernos encontrado por primera vez en la vida; sabemos demasiado.
Recibe a mi tío Fito con los brazos abiertos, invítale a un chato de vino y sentaros a charlar de todo lo bueno que nos unió en vida y lo nos sigue uniendo en la muerte.
Padre, descansa tranquilo, ya te he perdonado, espero que tú lo hagas conmigo. Te lo diré una vez solo, te quiero, aunque a veces me cueste recordarlo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Lo he leído exactamente 16 veces en estos 3 años. Y en esas 16 veces he derramado lágrimas, las primeras de tristeza y estas últimas (25.08.2014) de añoranza.

Carlitos.