Ahora, sentada frente al ordenador,
solo lee. Repasa todos sus escritos intentando rememorar la sensación
de tibieza, pero no lo logra. «¿Cuándo me perdí?», se pregunta
una y otra vez intentando hallar la respuesta que no llega. Se
detiene ante una lectura inesperada, unas palabras que no le
pertenecen, una dedicatoria antigua que pasó por alto en su día.
«Adoro todas y cada una de tus
palabras. Si tus sentimientos son sinceros, déjame que tome tus
manos para siempre.»
No sabe quién escribió aquello. El
enlace del autor lleva a una página caducada y hacer la búsqueda
por el pseudónimo es imposible. Mira la fecha: 8 de octubre de 2009.
Han pasado más de dos años. Sabe que se agarraría a un clavo
ardiendo si ello supone su salvación, y a la vez siente una mezcla
entre curiosidad y miedo. «Jamás sabré quién fue». Se rinde y
vuelve a la lectura de sus post.
Después de tantos años escribiendo,
el tiempo pasa despacio mientras en cada cuento, en cada verso, trae
a su memoria cada sentimiento sobrevivido: el amor, el desamor, la
muerte de un ser querido, la esperanza, la decepción... y otra vez
el amor, y con él, otra vez el desamor.
Se detiene de nuevo, le resulta duro
masticar de nuevo esa sensación amarga. Abre otra pestaña en su
navegador y revisa el correo; tiene un nuevo comentario en su última publicación. Justo en ese momento llaman al teléfono. Es su primera
conversación del día, rozando las once de la noche; su madre,
preocupada, le pregunta cómo está, si quiere que vaya a verla...
«Mamá, solo he cogido frío, debo estar incubando algo. No te
preocupes, ya está aquí mi minino para hacerme compañía. Mañana
voy a verte sin falta. Te quiero, lo sabes, ¿verdad?» Odia mentirle, ojalá
tuviera el valor suficiente para decirle que está cansada de
esperar, de que todos los días sean iguales y de acabar cada jornada más
triste que la anterior; pero no puede. Para ella fabrica su mejor
sonrisa.
Antes de volver al ordenador, se
prepara un café caliente y un par de galletas, su cena más
frecuente. La noche será tan larga como el día, dormir lo hace solo
por aburrimiento, apenas tiene sueño, apenas tiene sueños. Cuando
se reincorpora a la red, recuerda el comentario pendiente y lee.
«Sigo adorando todas y cada una de tus
palabras. Sé que tus sentimientos son sinceros, estoy seguro de
ello. Déjame pues que tome tus manos para siempre.»
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