Un rincón para la palabra, el silencio, para todo aquello que nunca nos dijimos...
miércoles, 4 de abril de 2012
Sin título
Publicado por
Arioleta
El ambiente estaba cargado, se podían
cortar finas capas del tizne que flotaba en el aire y escribir sobre
ellas. La habitación permanecía en penumbra, iluminada únicamente
por la luz que provenía de la calle atravesando como espadas los
fríos cristales. Las paredes de papel pintado rasgado por los años,
los muebles ajados y las cucarachas paseando a sus anchas por el
desvencijado salón, envolvían la vida de Adela como un mal regalo
de cumpleaños. La mujer, con su bata ajustada cual mortaja, revolvía
los cajones buscando exasperada. Delgada hasta la extenuación y los
cabellos revueltos flotando en un mar de canas desaliñadas, se
afanaba desesperada transformándose sin darse cuenta en la sombra de
ella misma. Desnudó sus escasos muebles, vertiendo como sangre espesa su
contenido. Vació cada rincón hasta que al fin encontró el tesoro.
La caja de cerillas, húmeda y mohosa, que guardaba cuando aún podía
pagar el gas de la cocina, custodiaba solo un fósforo arrugado. Lo
estiró con un cariño inusitado. Volvió a su silla, la única que conservaba entera, y se
sentó tomando aire, controlando su respiración. Se concentró en la
cajetilla, agarró firme el cartoncillo y presionando suavemente con
su dedo índice inició el largo recorrido hasta lograr el fuego.
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