«Eres una zorra». Se lo ha soltado con toda la tranquilidad del mundo, como cuando da los buenos días al llegar a la oficina, siempre con una gran sonrisa. —Justo por eso le odiamos todos—. Y justo por lo que le acaba de decir a la jefa, se ha convertido automáticamente en el ídolo de todos los pringados del Departamento de Informática, entre los que me incluyo aunque solo sea la auxiliar de la ayudante de la secretaria de la zorra.
Mi teléfono ha empezado a sonar. Todos miran hacia mi cuchitril esperando mi reacción, excepto él y la zorra que siguen manteniendo el duelo de miradas. ¿Sabes ese juego en el que el primero que se ríe pierde? Pues a eso me recuerda, y mi concentración en aguantar la risa es tal que ni me he enterado de que la dichosa llamada sigue insistiendo una y otra vez haciendo crecer la tensión. Mira a Fernández, es cuestión de segundos que se ponga a sudar como un cerdo. Efectivamente, por su frente ya caen unos asquerosos gotones. Tiene la curiosa «costumbre» de integrar de nuevo en su cuerpo aquellos que llegan hasta la comisura de los labios, vamos, que saca su lengua gorda y los chupa, relamiéndose después. A este ritual le llamo «el aperitivo», más que nada por lo salado del asunto. Y si eso te parece asqueroso no daré detalles del cerco que lleva marcado en la camisa, bajo los sobacos día sí, día también.
«Eres una auténtica zorra», ha insistido de nuevo. ¡Dios, cómo odio esa sonrisa! Si es que hasta cuando insulta queda bien. Y todo hay que decirlo, vocaliza perfectamente. De hecho, tiene una voz tan dulce, casi radiofónica, que podría pasarse la jornada insultándonos a todos y nosotros tan felices.
La ayudante de la secretaria de la zorra me ha dado con el codo y me ha sacado de mi trance. Con los ojos como platos, hace un gesto con la cabeza señalando con la barbilla el teléfono que sigue sonando. He descolgado dejando el auricular al lado con disimulo. No puedo evitar imaginar a la buena mujer con esos grandes ojos perfectamente delineados con el eyeliner negro desde el lagrimal aproximadamente hasta la patilla, mirando a la gente mientras mueve la cabeza una y otra vez, como si fuera un tic. Ahora sí que me está costando no reírme de ella, de Fernández, del sonriente y de la zorra. Con esta presión no se puede venir a trabajar, y avisada estaba. Mientras venía, he consultado la predicción zodiacal para capricornios en El País: dos puntos en el amor y dos en la salud, solo uno en el dinero, imagino que es este último el que mejor se ajusta a la situación actual. Como titular rezaba, «Emanarás buenas vibraciones». Igual si empiezo a descojonarme ahora mismo, emano buen rollito, consigo que todo el mundo sea feliz y me gano un peldañito al cielo, aunque lo más probable es que la zorra me despida.
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