martes, 2 de febrero de 2021

El epitafio

Me encontraba a la suficiente distancia para escuchar su conversación sin que se percataran de mi presencia.

El hombre a la derecha, ambas manos apoyadas en el asa de la pala, asentía sin mucha convicción. La otra persona, a la que no conseguía ver con claridad por la sombra de los árboles, no dejaba de explicar el porqué del epitafio. El otro seguía asintiendo con el mismo entusiasmo. 

En uno de los escasos silencios, el enterrador tomó su gorra al tiempo que secaba el sudor de su frente con la poca manga de la camisa.

—Discúlpeme, pero servidor ha de seguir trabajando.

Ya no cruzaron más palabras. El hombre tomó su herramienta de trabajo y siguió echando tierra dentro del agujero. El otro, resultó ser otra. Al llegar a mi altura, me miró a los ojos y las dos rompimos a llorar.

Era mi epitafio.



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