jueves, 6 de mayo de 2021

Comodín del público

Hola, ¿hay alguien ahí? Mi nombre es Alba y llevo un tiempo perdida.
Como rutina, pregunto y me presento todos los días; lo llevo haciendo desde que asumí que no saldría de aquí fácilmente. Es lo primero cada mañana: preguntar y presentarme. Pero nada, creo que nadie me oye. Debo estar en lo más profundo de un bosque porque por más que grito lo único que oigo es el eco de mi propia voz. Y no, no estoy muerta; eso lo sé seguro porque siento mis latidos. Mi corazón no se ha detenido ni siquiera en el instante en el que pasó por mi mente acabar con vida. Puede ser muy desesperante estar aquí, no sé bien dónde, sola, siempre sola.
Cuando desperté se me hizo rara tanta oscuridad. Pensé que era de noche. No reconocí el catre, estrecho e incómodo a primera vista, pero capaz de sumirme en el sueño más plácido y profundo que jamás he sentido. Y os aseguro que los primeros días fueron agotadores. Probé de todo: llorar, chillar, reír a carcajadas, suplicar, cantar a pleno pulmón, recitar versos, hasta golpear la pared…, pero cuando me di cuenta que lo único que conseguía era hacerme daño y silencio y más silencio, me di cuenta que no saldría de aquí fácilmente.
Puede ser hasta desquiciante, pero creo que lo tengo prácticamente controlado. Los momentos de estrés se han reducido porque cuando me agobio me dejo caer en mi colchón y me siento fluir sobre un montón de plumas. He llegado a oírme reír en sueños, imagino que será por las cosquillas.
También probé un truco que aprendí en Magisterio, creo que la asignatura se llamaba Matemáticas y juegos. Cómo escapar de un laberinto; fácil, seguir siempre el camino pegado a la misma pared. Aquí, en esta oscuridad, no sé… Es como si las paredes cambiaran a diario de posición porque jamás hallo la salida ni aunque vea un rayito de luz al final del túnel.
Y es que algo de luz hay, la justa para ver mis pies, mis manos, pero no la suficiente para ver más allá de mis narices.
Seguro que te lo estás preguntando ya un rato. No, no tengo hambre. Por alguna extraña razón que desconozco no siento hambre, tampoco sed. E insisto, no estoy muerta.
A veces oigo a alguien, es una voz suave y lejana, creo que de una mujer, pero no la reconozco. Me llama Bita, así me llaman en casa por ser la pequeña de cuatro hermanos. Pienso en ellos y en mi madre, en mi novio, en mis amigos, en mis clases… ¡Mis exámenes! Nada, casi olvido que ya di el curso por perdido. Y es que no está resultando fácil salir de aquí. Hay días que ni lo intento, simplemente me despierto y me quedo tumbada boca arriba esperando encontrar el techo, pero no soy capaz, no sé si es porque está muy alto o por esta oscuridad. Cuando me creo perdida y mi ritmo se acelera, busco mis manos y cuento mis dedos. Despacio, muy despacio. Uno, dos, tres, cuatro… y el gordo se los comió. Y sigo sin hambre.
No sé, puede parecer desquiciante, pero a veces hasta le veo la gracia. Ya no me preocupa mi apariencia, he conseguido dejar de morderme las uñas, y hasta he aprendido a hacerme trenzas de rey. El día que salga no me reconocerán, eso sí que me preocupa. Porque si alguna vez consigo escapar, ¿dónde estaré? ¿A dónde iré? ¿Me espera alguien? ¿Saldré…? Y ahí se acaban mis dudas. Entonces me levanto, me miro los pies, estiro los brazos y sí, sigo respirando. Suelto una risita nerviosa, o dos, y espero. Igual un día alguien abre la puerta, solo espero estar despierta en ese momento.
No hace mucho sentí corriente, el aire parecía jugar con mi pelo. No podía ser verdad, obviamente, el aire no es tan caprichoso así que ni me molesté en despertar.
Hola, me llamo Alba y estoy atrapada en algún sitio, ¿hay alguien ahí?
Y así un día tras otro. Igual ese es mi error. Debería cambiar el mensaje, ¿no crees?

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