Tengo las manos ensangrentadas,
mis dedos tiemblan. Percibo el olor y siento ganas de vomitar. No entiendo qué
ha ocurrido.
Levanto la mirada, estoy en pleno
corazón de Madrid y nadie excepto el oso amarrado a su madroño es testigo de mi
miedo.
Mi abrigo apenas está manchado,
pero mis manos siguen chorreando sangre y no sé de quién es.
Grito, grito lo más fuerte que puedo, pero nadie me escucha. Nadie excepto un par de turistas que se acercan curiosos y se hacen un selfie conmigo. Me he esforzado por sonreír y me han dado un par de euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario