lunes, 31 de mayo de 2010

Presunción de inocencia

¿Qué tenemos ahora, en este momento? Tenemos una sociedad enferma que martillea al que reclama paz.
Estamos contagiados de una ira que, oculta, nos niega la presunción de inocencia y odiamos al prójimo por el simple hecho de mirarnos más de la cuenta... ¿Por qué no ofrecer una sonrisa a cambio? ¿Por qué nos empeñamos en fruncir el ceñó y rechazar por norma?
Hoy, entre muchas otras palabras, expresé un deseo a alguien que como yo comparte una pasión y solo obtuve miedo y un portazo como respuesta.
He releído una y mil veces mi mensaje y por más que me empeño no encuentro más que un sentido directo, una expresión honesta y sincera de lo que pretendo. Será que yo me miro con buenos ojos... Y aunque me he disculpado en una segunda misiva a pesar de que en ningún momento ofendí, mis palabras han caído en saco roto.
Me siento triste porque he perdido algo que aún no tenía, una amistad que quizá nos hubiera alimentado a ambos, y es que este odio infundado que contagia al que lo respira ha engendrado ―como no― más silencio, una distancia innecesaria y todo por rechazar mi presunción de inocencia.

viernes, 28 de mayo de 2010

Con la misma intensidad

Hay ideas con las que convivo desde que me levanto hasta que me acuesto y retomo la inconsciencia.
Ideas que me asustan como la muerte,
que me atormentan como el suicidio,
que me persiguen como el silencio,
que se acostumbran como esta soledad.
También tengo recuerdos que palian mis miedos y me recuerdan que sigo aquí...
Llevo siempre a mi madre en el alma,
a mi amante en mi corazón,
a mi familia en mis manos,
a mi abuela y su sonrisa,
despertando otra sonrisa en mí.
Y así, a lo largo del día, de mis horas de realidad, repaso cada uno de mis sentimientos, y temo y amo con la misma intensidad.

Un poco de mí...



Hoy me he levantado calzando pasos firmes y decididos, abordando cada instante con una claridad inexperada.
No sé si será el agua fría con la que me lavé la cara esta mañana, pero mis ojos ven con otra luz los mismos rostros.
Todo tiene una extraña musicalidad, todos mis movimientos siguen el mismo ritmo que, al contrario que en días anteriores, van acompasados con los latidos de mi corazón.
Hoy no me siento como la «Ofelia» perdida por mis sentimientos, no cuento días ni años y esa locura de silencios parece haberse quedado bajo las sábanas al levantarme. No siento frustación ni miedo, ya no me desdibujo.
He dejado de ser invisible, al fin... y todo porque repasé mi agenda y me di cuenta que en pocos días volveré a tener a mi lado. Retomaremos nuestras vidas donde lo dejamos cuando te marchaste.

jueves, 27 de mayo de 2010

Empieza de dejar de pesarme tanto esta soledad, a ser parte de mí sin extrañar nada de ella...

miércoles, 26 de mayo de 2010

De paso por el silencio

Soy invisible, nadie percibe mi presencia. Recorro mi camino despacio, sin prisa, observándolo todo y a todos, nadie me ve.
La gente pasa a mi lado sin mirarme a los ojos, sin oler mi perfume, sin fijarse en mis ropas. No estoy, no existo.
Camino entre ellos escuchando sus conversaciones, observando sus movimientos, con descaro, pero a nadie le importa porque no estoy presente.
Estoy de paso, soy silencio entre el barullo, entre el ruido de su realidad. Una barrera nos separa: mi inesixtencia, mi transparencia.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Ofelia

Soñé que andaba descalza. Llevaba un vestido ligero, claro, y el entorno me recordaba mucho al «ecosistema pictórico» de sir John Everett Millais; me había convertido en Ofelia. Y como ella, el delirio me empujaba a batirme contra el bosque, a luchar en contra de los miedos que me hacían perder el juicio. Pero si la locura es así de hermosa, aunque sea en sueños, quizá merezca más la pena que la cordura a la que nos obliga la realidad.
Quizá debería encerrarme en esta ensoñación y ser para siempre la Ofelia que enloqueció de amor, que murió joven y hermosa, que quedará para siempre, como Gertrude la definió «incapaz de su propia angustia», la muerte más poética de la literatura.


lunes, 17 de mayo de 2010

Solo son 10

¡Qué son diez años en una vida entera! Empezamos como niños, a dar nuestros primeros pasos, unos torpes otros acertados, en esta vida unidos como un solo ser.
Hemos formado una familia que, aún en la distancia, sigue unida por los lazos del amor, de la amistad, de la confianza... Y aunque a las «abuelas» no les guste reconocerlo, nuestras niñas Gris y Java, nuestro pequeño Bicho, son parte de ella.
Sabes que no hay palabras para decirte cuán agradecida te estoy, sin ti no creo que hubiera logrado ser ni sombra de lo que soy ahora. Y aunque nuestro hogar sea pequeño y esté lleno de trastitos, sabes que no hay metros suficientes, ni aunque sea tarima flotante, para dar cabida a este futuro que labramos juntos, superando todos los martes, todos los treces.
Tenemos la suerte de habernos encontrado, la paciencia suficiente para sobrevivirnos y, sobre todo, un corazón enorme en el cabe todo lo mutuo.
Te quiero, te quiero por diez y por todos los que vayan viniendo.

Sentimientos

Me quedé toda la noche escuchando canciones de amor y de desamor, esperando a que reconsideraras la idea de regresar a mi lado porque...
Hoy me sentía extraña entre los míos, en mi casa, hasta el camino al trabajo me resultaba distinto. No sé si es que, por fin, el sol se ha dignado a dedicarnos su calor, su luz y después de tantos días de tormenta apenas reconocía mi entorno.
Hoy he tenido la sensación de estar encogiendo, envolvíendome sobre mí misma intentando ocultar mi tristeza, convirtiéndome en ser, sin forma definida, como un capullo en flor ocultando la belleza de mis sentimientos. Porque hasta la tristeza se torna bella cuando es motivada por el amor...
Mis sentimientos, extraños para el mundo, son intensos, tanto que duelen.
Mis sentimientos están ahí, como la caja de Pandora, esperando a que alguien los libere.
Hoy salí de mi casa, de esas cuatro paredes que me aprisionan, en un intento deliberado de mostraros a todos el alcance de mi pena; y lloré, lloré durante el camino hasta el final del mundo y al llegar allí, volví sobre mis propios pasos recogiendo cada una de mis lágrimas, esas que nadie percibió. Vuelvo a mi hogar, con los bolsillos llenos de pesar, con la sensación de seguir siendo un fantasma en mi propia vida.

martes, 11 de mayo de 2010

Loca de silencios

He aprendido a reconocer tu ausencia a golpes de realidad porque sé que jamás podré hablar de ella en términos de comprensión, asunción o entendimiento. Quiero convencerme de que es necesaria para un futuro mejor, pero no puedo acostumbrarme a esta soledad, a esta «no-presencia» que transforma mis sueños sueños en pesadillas, los días en años y las palabras en silencio. Y todo eso, sumado a un dolor de cabeza, se convierte en el peor de los castigos.
Ahora soy dos colores en mi pensamiento: la roja que lucha por seguir adelante convenciendo a la otra parte de que no necesito a nadie; y, la azul, que sigue llorando en silencio cada noche, esperando como Gris, en la puerta, tu regreso. Es complicado decidirse por alguna de ellas, no sería definitivo, porque cuando casi alcanzo el tono más vivo, oigo la otra voz a lo lejos diciendo «no te engañes, esa no eres tú», y es justo en ese momento cuando palidezco y redecoro mi mundo.
¡Quién dijo que estar separados tiene sus ventajas! Yo me estoy volviendo loca de silencios.

jueves, 6 de mayo de 2010

Frustración

«Frustración», no encuentro una palabra mejor para definir el estado en que me encuentro. Mi intención al embarcarme en mi nueva aventura era la de ayudar a mis iguales, pero hay fuerzas poderosas, vientos viejos y resabiados, que tratan de envolver las esperanzas renovadas que la juventud ofrece.
Discutimos, arrojamos palabras contra nosotros mismos, avitamos miradas que descubrieran las verdaderas intenciones y al final no llegó la calma sino que continua la tormenta.
Y aunque volví vencedora en la batalla, arruina mi ánimo el caer en su bajeza, el despreciar los tonos altos que, como cuchillos, lanzaron contra mi persona, pero qué debía hacer, ¿agachar la cabeza y aceptar una derrota aún no lograda? No, mi espíritu es luchador y me hice fuerte en el convencimiento de que debía mirar hacia delante, sin volver la vista atrás, pero aprendiendo de los antiguos errores.
Quiero negar esa parte de mí que, poderosa, convenció al resto de que los «sabios» también se equivocan, que es mejor estar de mi lado. No sé si hice lo correcto al negar incluso su existencia, pero ahora me arrepiento porque aunque soy perro ladrador, jamás se me ocurrió morder...

miércoles, 5 de mayo de 2010

...

No es cuestión de esperar a que vuelvas, ahora mi vida solo tiene un objetivo: sobrevivir a tu ausencia...

Desdibujándome

Tengo un nuevo síntoma de tu ausencia, de mi proceso hacia la invisibilidad, hacia mi propia destrucción; hoy me he dado cuenta de que estoy perdiendo color.
Empecé fijándome en el pelo, las raíces blancas asomaban sin piedad; hice cuentas, no hacía tanto de mi última visita a la peluquería para taparlas, no podía ser que en tan poco tiempo volvieran otra vez a descubrir que ya no soy tan joven...
Lo de mirarse en un espejo no es buena idea, si una se fija acaba encontrándose más defectos de los que quisiera, pero insistí no sé porqué y empecé a recorrer mi reflejo incrédula al ver que mi imagen empezaba a desdibujarse. Me froté los ojos creyendo que todo era causa de mi cansancio ―desde que te has ido no he conseguido dormir maś de 3 horas seguidas―, pero volví a fijarme de nuevo. ¡Qué horror! Mi cara, mis manos... Las partes de mi cuerpo que no estaban cubiertas delataban mi nuevo estado incoloro, desdibujado, sin líneas definidas, estoy desapareciendo.
El ascensor paró en la segunda planta y salí como una exhalación, casi como si alguien me hubiera arrojado fuera. Debía ser ese espejo, ese ascensor, el espacio cerrado, alguna concentración del ambientador que hizo que mi vista se nublara. Pero cuando entré en el laboratorio nadie se dio cuenta, alguno levantó la mirada como el que se despierta de una cabezada, otros simplemente se colocaron el flequillo como si una brisa hubiera venido juguetona a entorpecer su trabajo.
Nadie dijo nada, nadie. Pensé que mi silencio era la causa y es que ―desde que te has ido― pocas palabras cruzo. Pero no, simplemente no estaba. Miré mis manos y todo seguía igual que antes; al quitarme la chaqueta descubrí mis brazos, casi transparentes, pero aunque me acerqué a mis compañeros pidiendo ayuda nadie me oyó, nadie se percató de mi miedo y mi dolor.
Ahora son casi las 12 de la noche, apenas queda un resquicio de mí. Solo mis gatas perciben mi presencia, aún debo expeler algún olor que me identifique; solo ellas saben que sobrevivo a pesar de mi silencio, de mi transparencia, de mi invisibilidad...

martes, 4 de mayo de 2010

Pasos de gigante a ritmo de tortuga

Pasos que, a pesar de estar orientados, de ir uno tras de otro, no van a ninguna parte.
Hoy ha tocado dar pasos de gigante, avanzando grandes distancias ayudada por la Tierra que, mientras giraba, colaboraba en mi camino, pero a pesar del avance nada ha impedido que el tiempo frenara mis intenciones...
Hoy ha tocado ser tortuga, viendo pasar el día lentamente sin poder impedirlo porque la tristeza pesaba más que la realidad y, queriendo huir de ella deprisa me he visto atrapada en sus manos...
A cada paso de gigante, mi torpeza de tortuga solo confirmaba lo que queda de mí: invisibilidad.

lunes, 3 de mayo de 2010

Invisible no, gracias

Entraste en el control del aeropuerto y aunque me pediste que me fuera me quedé esperando tras el cristal para mandarte un último beso... No podía creerlo, te marchabas de nuevo sin más remedio. Estuve suplicándote que te quedaras aún después de haber facturado la maleta, pero las cosas son así, hay que aceptar y acatar cuando la meta, aunque lejana, merece la pena.
Y allí me quedé, esperando a solo unos metros, intentando encontrarte entre la gente a través de los tabiques invisibles. Cuando por fin se cruzaron nuestras miradas, nos delató el reflejo de las lágrimas que ambos aguantamos durante la despedida tratando de disimular un valor que se vuelve ridículo cada vez que nos separamos. Te quedaste quieto y yo no supe que hacer; rompí a llorar y me fui para que no me vieras así, para que tu último recuerdo mío no fuera el de esta tonta llorona que te echa de menos a cada segundo...
Empecé a andar, recorriendo el camino de vuelta a la estación de Atocha, pero esta vez el camino era más largo, infinito, pensé que me había perdido porque hasta las estaciones me parecían disintas. Las voces de la gente en el vagón, cada curva que tomaba, las miradas furtivas... Todo empezó a desdibujarse, a perder su esencia y yo creí volverme invisible.
Supongo que es el síntoma habitual de esta soledad que queda cada vez que te vas. Silencio y más silencio. Hasta mi voz se hace extraña; han crecido telarañas en mi garganta y me cuesta emitir el más mínimo sonido.
Una vez me preguntaste porqué hablaba con las gatas, ¿lo entiendes ahora? No quiero volverme invisible, si así lo hiciera desaparecería y no quiero. Quiero estar aquí para cuando vuelvas, de hecho te esperaré en el mismo sitio, al otro lado de las paredes de cristal, a pocos metros entre tu futuro y mi opacidad, aguardando a que vuelvas de nuevo conmigo.